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Tiempos violentos en Guadalajara, el peligro de andar sus calles
Poco después de las cinco de la mañana, un taxi se detiene en los cruces de Av. Federalismo y López Cotilla para recoger a un pasajero. Santiago, el conductor del taxi, baja el cristal y pregunta a su nuevo pasajero a dónde va. Éste le indica un punto de la carretera a Colotlán donde lo están esperando para llevarlo a su pueblo. Tras sentarse en el asiento del copiloto, ambos inician una conversación paralela al avance del taxímetro. El pasajero no aparenta más de treinta años y lo único que trae consigo es una bolsa de plástico negra, que oprime recelosamente sobre su pierna derecha.
A unos metros de llegar al punto acordado, Santiago está contándole a su pasajero el enojo que sintió cuando su esposa lo abandonó, pero se apresura a decir que no le guarda rencor y que está feliz de haber encontrado una novia con la que se casará en dos meses. Santiago voltea hacia su copiloto, con la intención de preguntarle si está casado, pero éste ha dejado de escucharlo. En su lugar, saca de la bolsa negra un cuchillo y lo pone sobre el cuello de Santiago, al tiempo que le exige entregarle todo el dinero que trae consigo, junto con el estéreo del taxi.
Santiago accede, pero el ladrón tiene una última petición: quiere que le entregue las llaves del carro. A Santiago no le queda más opción que dárselas, temiendo que perderá su herramienta de trabajo y se quedará abandonado en medio de la carretera. El ladrón, insultando en todo momento al taxista, baja del auto y lanza el llavero al interior de un terreno baldío que está resguardado por una cerca electrificada. Sin ningún apuro, guarda su botín en la bolsa y comienza a alejarse.
Pero Santiago espera a que el perpetrador se aparte lo suficiente y baja del auto, abre el cofre y saca un duplicado secreto de la llave que perdió. Con manos temblorosas, enciende el taxi y lo conduce con cautela hasta golpear con este al ladrón, quien cae de bruces sobre la carretera. El impacto no es fatal, pero hace que el ladrón pierda el cuchillo y le da al taxista el tiempo suficiente para salir del auto con una barra de metal en la mano. Tras recibir las amenazas de Santiago, el asaltante le devuelve sus pertenencias y el taxista sube al vehículo, dispuesto a regresar a su casa. El retrovisor le muestra la imagen de un joven desconcertado y furioso, que se pierde en la distancia conforme Santiago se aleja.
Uno nunca sabe
Santiago tiene 25 años como taxista en la Zona Metropolitana de Guadalajara y ha vivido experiencias como esa en más de una ocasión.
“Nunca se las cuento a mi familia porque pienso que pueden asustarse. Y además ya estoy acostumbrado y sé cómo defenderme”.
Consciente de los peligros inherentes a su trabajo, afirma que existen tres cosas que cualquier automovilista siempre debe tener en su vehículo: “una llave de repuesto, algo con qué defenderte y dinero en efectivo, porque uno nunca sabe. Pero que nadie conozca donde lo tienes; ni tu pareja, ni tus hijos. Nadie.”
El repunte de la inseguridad en los últimos años es uno de los factores que, a los ojos de Santiago, influye en que la gente opte por tomar un taxi, evitando arriesgarse si debe transitar por la ciudad a altas horas de la noche. De acuerdo con las estadísticas del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, en el periodo comprendido de enero a julio de 2018, se registraron en Jalisco 70,755 presuntos delitos. Nuestro estado ocupa el cuarto lugar en incidencia delictiva, sólo por debajo del Estado de México, la Ciudad de México y Guanajuato. Episodios como el que vivió Santiago forman parte de una estadística que no muestra signos de desaceleración.
La pugna por el mercado
La hipótesis de Santiago la comparte George Gordon, director regional de UBER para América Latina; Gordon atribuye el crecimiento exponencial de la plataforma a la inseguridad y la falta de un transporte público eficiente, en muchos países de Latinoamérica. Apenas en junio pasado, esta se ubicó como la región con el mayor número de viajes realizados en UBER, incluso superando a Estados Unidos.
Aún cuando la compañía originaria de San Francisco no considera a los taxis como su principal rival, los taxistas sí que acusan a UBER de acaparar el mercado con prácticas de competencia desleal. Desde su desembarco en México, la plataforma enfrentó reticencias entre los taxistas, quienes consideraron injusta su operación al no tener que pasar por los mismos controles y procedimientos de registro por los que atraviesan los conductores de taxi.
Paradójicamente, en los últimos meses ha sido UBER quien ha denunciado la cerrazón del gobierno de Jalisco, debido a la exigencia de este último para que sus conductores estén registrados. La reciente controversia sobre los requisitos que la Secretaría de Movilidad de Jalisco les exige a los socios conductores de UBER, para poder registrarlos, no hizo sino avivar las animosidades.
Pero si bien el conflicto entre ambos medios de transporte no es exclusivo de nuestro país, son justo las condiciones de inseguridad las que incrementaron la desconfianza entre quienes solían tomar taxi (un servicio que carece de controles de identidad), optando en su lugar por UBER. Además de ello, no es extraño escuchar a los propios usuarios quejarse de las condiciones en que operan los taxistas y señalar la diferencia de calidad en el servicio como su principal motivo para cambiar de transporte.
Competencia sana
Lo cierto es que tanto los taxis amarillos como los servicios tecnológicos de transporte, han padecido vulneraciones de seguridad que representan un riesgo para sus usuarios. Los mecanismos de protección de datos personales por parte de UBER, por ejemplo, continúan estando bajo el escrutinio de quienes los consideran insuficientes. Aún no se conocen con certeza las consecuencias que tendrá el hackeo masivo que sufrió la plataforma el año pasado.
Por otro lado, si bien existen tarifas reguladas por la Secretaría de Movilidad, cientos de taxistas operan sin taxímetro, obligando a los usuarios a negociar una tarifa que en muchas ocasiones es abusiva. Ello implica que el riesgo también lo padezca el bolsillo de quienes recurren al taxi para llegar a tiempo a sus destinos.
Lo que es indudable es que la competencia es benéfica, en la medida en que un mercado provee a los usuarios con distintas opciones, dejando que sean ellos quienes elijan la que mejor se adecúe a sus necesidades. El comercio justo es indispensable, como también lo es la implementación de controles y medidas que garanticen la seguridad de los usuarios. En concordancia con sus características particulares, los servicios de transporte deben ejecutar acciones que reduzcan los riesgos físicos para el pasajero, a la vez que protejan su información personal y resguarden su identidad contra amenazas digitales.
El diván sobre ruedas
Pero quizá el servicio entre taxis y plataformas digitales difiere también en un sentido no tan obvio y que está relacionado con la confianza que se le tiene al conductor. Dicen algunos que hay algo tranquilizador en el que un conductor o conductora conozca de memoria las rutas y los atajos. Si bien existen choferes diestros en todos los servicios, el no depender totalmente del GPS y conducir con prudencia generan una reacción positiva en los clientes.
¿Será esa sensación de confianza la que nos motiva a contarles a los taxistas aquello que no decimos tan a menudo? ¿O será el conocimiento de las pocas posibilidades que existen para encontrarnos de nuevo con ellos? Como dice Santiago (quien insiste en que no se le anteponga “don”), “he tenido clientes que no hablan en todo el camino y los respeto. Y al revés, he subido gente que me cuenta todo lo que le pasa y que incluso se bajan del taxi en lágrimas.”
Quien lleva el volante en sus manos también se beneficia de la confianza con su cliente, cuando tiene algo que decir. “Así como hay experiencias feas, también me han pasado cosas muy bonitas, como una vez que llevé a una señora mayor al veterinario porque su perrita estaba a punto de parir, pero no había nadie en su casa que la acompañara. Me tocó ayudar a tranquilizar a la perrita y vi cómo nacieron los cachorros. Su dueña me regaló uno y ahora es el compañerito de mi nieto.”
Y es que en la era de los teléfonos inteligentes, la conversación casual con los desconocidos que nos prestan un servicio, como es el caso de los taxistas y conductores de UBER, se vuelve prescindible para aquellos que prefieren la familiaridad y el silencio de una pantalla táctil. Pero del otro lado, quizá a sabiendas de que existe un pacto involuntario de confidencialidad, el camino al trabajo o la escuela se convierte en una oportunidad irresistible para el desahogo. Externar nuestras frustraciones, esperanzas y miedos parece menos intimidante cuando se tienen delante los números rojos del taxímetro, un oído atento del lado izquierdo y la promesa del día que apenas comienza.
*Cristian J. Vargas Díaz es licenciado en Relaciones Internacionales por la Universidad de Guadalajara, e “intrigoso” como consecuencia. Les debe a Ray Bradbury, Juan Rulfo y Thomas Mann su gusto por la literatura y su vejez prematura. Cinéfilo y “seriéfago” enfermizo, sigue aprendiendo a escribir.