Leonardo Padura, sinónimo de la actual literatura cubana

Leonardo Padura…
Hubo un tiempo en el que el mundo de la literatura comenzó a voltear a nuevos horizontes. De pronto lo que escribían los europeos ya no era la cúspide en el cielo, un nuevo movimiento estaba naciendo con fuerza y haciendo un ruido capaz de acaparar nuevos lectores, y de paso meterse en las charlas de boca en boca de los llamados intelectuales literatos.
Literatura latinoamericana
¿Y a qué me refiero cuando hablo de esto? Del poder que obtuvo la literatura de América Latina, que llegó con la fuerza de un ciclón; al grado de ser considerado todo un “Boom”.
Emergieron a la luz nombres como el de Gabriel García Márquez, el colombiano que ganó el Nobel de Literatura; el mexicano Carlos Fuentes, una de las máximas voces que ha visto el país y que, hasta la fecha a pesar de su muerte, sigue siendo un autor comentado y leído a granel; el argentino Julio Cortázar y sus cronopios; hasta llegar al controvertido peruano, Mario Vargas Llosa, ganador del Nobel y quien con los años ha demostrado ser mejor escritor y hombre de letras que político. Esto por mencionar a algunos de los más célebres.
De esta forma el mundo de las letras encontró una globalización propia, que, como todo, fue perdiendo fuerza con el paso de los años. Esto se debe principalmente a que han ido dejando el mundo de los vivos, mientras que otros no lograron renovarse y siguieron manteniendo una línea que ya se siente vieja.
Aparece Padura
Las nuevas voces en el continente no eran frescas, perdían fuerza. Yo como lector le fui perdiendo la pista a los de acá, volteando nuevamente al viejo continente, hasta que conocí a Leonardo Padura.
Hablar de la literatura cubana en la actualidad, es hablar de Padura. Un hombre que ha revolucionado las letras no sólo de su país, sino del continente entero, y es debido a que ha sabido combinar esa denuncia social; ese sentimiento de revolución de su país y trasladarlo a novelas capaces de atrapar hasta a esas personas que ni siquiera hojean por error un libro.

¿Por qué lo afirmo? Siento que Padura le ha encontrado el lado divertido a una parte de la historia que parecía olvidada y que involucra a México, Rusia y Cuba. Su libro es: El hombre que amaba a los perros, incluso me atrevo a decir que podría ser una novela que valdría la pena leerse, como parte de las clases en educación básica; hay mucho que aprenderle y sorprenderse.
Aquí el escritor cubano, amante empedernido del béisbol del que le encanta escribir las crónicas y le hace soñar con haber sido un gran pelotero, cuenta los últimos días de la vida de León Trotsky, uno de los artífices de la creación de la Unión Soviética y que fue traicionado por Joseph Stalin tras la muerte de Lenin.
Su encuentro con México
Llega a México a refugiarse bajo el brazo de Diego Rivera y Frida Kahlo. Primero viviendo en la Casa Azul, pero un amorío con la pintora provoca que se vaya a una fortaleza cerca de ahí en Coyoacán.
Padura se centra en la figura del asesino, Ramón Mercader, quien fue enviado por el mismo Stalin a matar a Trotsky, no quiere dejar huella de su usurpación del poder. La trama es vertiginosa. Plagada de hechos históricos que parecen ajenos; como David Alfaro Siqueiros baleando la casa de Liev Davidovich Trotsky.

Foto: Premios Princesa
Es un libro que se acerca a las mil páginas, pero se siente sumamente liviano, gracias a las emociones que Padura explota. Tal vez sin querer, tal vez sin que se lo quieran reconocer, Leonardo ha escrito uno de los libros de mayor trascendencia y mejor escritos en lo que va del Siglo.
Una historia de amor, venganza, traición; con personajes de los que hemos escuchado hablar mucho, pero quizás nunca habíamos conocido tan profundamente.
Padura ha sido un refresco para la literatura de América Latina, convirtiéndose en una voz autorizada; alguien que ama a su isla Cuba, pero a la que no quiere volver hasta ver solucionadas muchas cosas; eso sí, nunca ha dejado de escribir de su patria.
A las pantallas
Para muestra, es el creador de la saga del detective cubano Mario Conde. Un peculiar agente que resuelve crímenes en La Habana y sus alrededores; explotando su carisma e ingenio; pasando por pasajes importantes de este país; incluso haciendo mención de Ernest Hemingway, en su genial caso Adiós Hemingway.

Portada de serie Cuatro estaciones en La Habana/Netflix
Padura ya dio un salto importante, ya que además de su novela sobre el asesinato de Trotsky en México, de ser un cuentista sumamente influyente y reconocido, su saga del detective Mario Conde ya le valió el tener una serie producida por Netflix, la cual inició con la adaptación de sus primeros cuatro libros y que se titula Cuatro estaciones en La Habana, escrita por el propio autor latinoamericano.
Aquí queda clara su calidad, su ingenio y como puede ser uno de esos imperdibles de lee. Uno de los que vale la pena recomendar de boca en boca y no te vas a arrepentir.
Hasta aquí llega este Laberinto, Leonardo Padura, una voz a leer y seguir y del que espero pronto sea realidad el hecho de que su hombre amante de perros se lea en las escuelas de México. Porque la historia sí es divertida, el tedio que quede para otro día.
Óscar Beltrán ha trabajado en medios impresos y radiofónicos como reportero en las fuentes de cultura, policíaca y deportiva. Ahora se desempeña como editor en jefe de la aplicación para smartphone «Plans».
Laberinto Literatura Netflix
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El arte tiene la capacidad de sanar: Ismael Vargas

Con 60 años de carrera sobre sus hombros, el maestro Ismael Vargas aún se emociona con la idea de inspirar a otras y otros —los más jóvenes, principalmente— a replantearse el mundo que los rodea a partir de la contemplación y el contacto con el arte.
“Tengo la esperanza de que el arte sea capaz de distraerlos. O sea, tengo la ilusión de poder rescatar su atención”, dice en entrevista exclusiva para Siker.
Con ese propósito, el destacado pintor tapatío se embarcó en la preparación de una exposición retrospectiva, titulada La vida: Tiempo codificado en la que reunirá 25 obras realizadas en distintos momentos de su trayectoria como artista, y que será exhibida en la Universidad Panamericana Campus Guadalajara a partir del próximo martes 4 de noviembre.
Nacido en 1947 —cineasta, escritor, pintor y escultor—, Ismael Vargas encontró su vocación a los 13 años de edad, enamorado de las pinturas que se imprimían en las cajetillas de los cerillos con que su madre encendía la estufa.
Con la certeza inequívoca de que la pintura era el camino natural que le trazaba la vida, plasmó desde sus primeros lienzos las acumulaciones de objetos que atiborraban los puestos del mercado San Juan de Dios que visitaba de niño.
Sus obras están llenas de pequeñas palomas de barro, muñecas de cartón, trompos, canicas, mariposas y carritos de madera; acumulados de forma obsesiva como se acumulan las plegarias en las capillas o los Om en los monasterios. Una especie de vibración pictórica.
“Es una especie de mantra (…) Es una vibración. Cada vez que yo hago un cuadro, trato de que vibre”, dice y luego sostiene: “Ahora te puedo decir, 60 años después, que he comprobado que el arte tiene la capacidad de sanar a través de la contemplación”.
Iniciaste tu carrera a los 13 años, ¿cómo comenzó todo?
Por frustración. Yo quería ser torero. Y cuando me enfrenté a un becerro, salí corriendo, y supe que me gustaba ver los toros desde la barrera. Luego quise ser cantante de ópera y no canto ni las de Cri-Cri. Por entonces, tenía tiempo de coleccionar y recortar las portadas de los cerillos Clásicos de Lujo que traían reproducciones de pinturas. Y yo no tenía libros de arte, pero hice una especie de libro de arte al pegar todas estas cartitas en un cuaderno. Y entonces, le pregunté a mi papá que qué era eso, y me dijo: es un bastidor en donde se monta una tela y con pinceles y colores se pinta lo que tú quieras. Eso me pareció magnífico. Y le dije: ¿me ayuda a intentar hacer uno? Y me dijo: sí, hagámoslo. Entonces hicimos un bastidor, con un costal de azúcar, lo abrimos, y eso fue lo que montamos.
¿Y qué pintaste?
Bueno, la ignorancia es atrevida. Copié nada menos que Santa Ana, la Virgen y el Niño (de Leonardo da Vinci). Fue maravilloso; al estarlo haciendo, durante el tiempo que duré haciéndolo, me pareció mágico. Era indescriptible la sensación que estaba viviendo. No solo en el acto, sino después del acto de pintar, todo el tiempo que estuviese en contacto con la obra.
¿Qué te ocurría? ¿Una especie de abstracción del mundo?
No. Al contrario, al contrario. Era la sensación de sentirme integrado, yo que siempre me sentí desintegrado del mundo. Me sentía parte del universo cuando me ponía a pintar. Y entonces, simplemente dije: yo quiero hacer eso.
Claro, inmediatamente después, porque tengo ese carácter, pensé: ¿pero yo qué voy a hacer? Ya existe Leonardo da Vinci, Rembrandt, Van Gogh… Todos los artistas que admiro. ¿Y yo qué? Afortunadamente, una voz interior me dijo: No vas a competir, no son las olimpiadas. El arte no es saber quién llega primero o quién puede más, sino es hablar de las cosas que emocionan. Ninguno de ellos nació en una vecindad, cerca del mercado San Juan de Dios, como tú. Y entonces, eso me dio la base de mi trabajo.
¿Tu entorno? ¿Tu contexto específico?
Sí. Mi trabajo es la acumulación, tanto de la fruta, de las máscaras, de las muñecas de cartón, así, como en los mercados, que todo lo hacen en rumas. Yo no pinto una manzana ni un cántaro, sino miles. Y esa fue mi solución para trabajar.
Han pasado décadas y te ha tocado ver periodos muy interesantes de México y el mundo. ¿Hay algún periodo en el que estuvieras desarrollando tu obra y te sintieras especialmente interesado?
No, siempre he ido desfasado en el tiempo. Yo no voy con el tiempo en que vivo. Mi interés es hacer algo que te emocione y que te haga sentir bien cuando lo ves, nada más. Yo no tengo mensajes que mandar ni mucho menos mensajes políticos. Es simplemente hacer un jardín y mostrártelo para que lo contemples.
¿Se trata solo de la contemplación?
Sí. Ahora te puedo decir, 60 años después, que he comprobado que el arte tiene la capacidad de sanar a través de la contemplación.
¿Cómo exactamente?
Pues, contemplar una obra puede transformarte. Transformar tu estado de ánimo de manera que tus defensas te protejan de una enfermedad o te eliminen un malestar. No estoy hablando de medicina. Estoy hablando del alma y de las emociones, pero es físico también, es físico. Tu sistema inmunológico se fortalece al ver algo que te emociona. Por lo tanto, te alivia.
Tu obra es particularmente bella, colorida, alegre…
Obsesiva. Es una especie de mantra. Esa es la otra parte que cura. Es una vibración. Cada vez que yo hago un cuadro, trato de que vibre. Y nosotros somos vibración, nosotros somos polvo de estrellas. Las plantas son polvo de estrellas, las piedras son polvo de estrellas. Lo que nos diferencia es la vibración. Vibramos a diferentes velocidades y por eso las plantas son como son y nosotros como somos.
Cuando una obra es oscura o violenta, ¿actúa a la inversa?
No, no, no. También puede ser sanadora. La imagen no tiene que ver con lo que a ti te sucede. Es un espejo. Depende del espectador. No es importante lo que nos sucede, sino lo que hacemos con lo que nos sucede. Yo, por las características de mi educación y mi contexto, podría ser un asesino. Tengo el derecho de matar. Pero, preferí hacer un jardín.
Tienes una nueva exposición en puerta. ¿Cómo nació el proyecto?
Por una invitación de la Universidad Panamericana que está interesada en abrir un ala de la universidad para el arte. Me preguntaron que si me gustaría participar en una exposición y acepté.
¿Por qué te gustó la idea?
Por el contacto con la juventud, que no va a las galerías. Entonces, pues, si la montaña no viene a mí, yo voy a la montaña.
¿Cuál es el concepto de la exposición?
Es una especie de retrospectiva porque son piezas de distintas épocas: papeles, óleos, esculturas, todas las técnicas que he trabajado. Obras desde el (año) 72’ hasta obras contemporáneas, hechas el mes pasado.
Vamos a ver una línea de tiempo de 60 años de carrera…
Sí. Sesenta y dos años de carrera. Van a hacer falta algunas obras, de una etapa en que trabajaba piezas gigantescas.
¿Qué pasó con esas obras? He visto algunas y son impresionantes.
Tengo algunas, pero no hay espacio para exponerlas. Son obras monumentales de 12 metros.
Hablemos de los tiempos que corren. Me decías que los chicos no van a las galerías. Fue justamente eso lo que te interesó de esta nueva exposición; poder acercarte a los jóvenes con tu obra.
Sí, porque tengo la esperanza de que el arte sea capaz de distraerlos. O sea, tengo la ilusión de poder rescatar su atención.
Claro que está terrible, porque hace muchos años que nos están destruyendo, nos han hecho indiferentes, nos han estupidizado. Y si algo es importante es la curiosidad. Para que tú inventes un avión, tienes que tener la curiosidad de saber hacerlo que vuele y que no se te caiga.
En este caso, no me interesa que sean pintores. Lo que me interesa es que vean otra opción del mundo. Si una obra mía despierta su creatividad en el terreno que sea… a lo mejor no van a pintar, si no, van a manejar un aparato digital maravilloso que va a hacer algo holístico, qué sé yo.
Ese tipo de cosas ocurren con el arte…
Así es, exacto. En eso creo.
¿Hay planes a futuro con la exposición?
Sí, parece que estará en la Universidad (Panamericana Campus Guadalajara) hasta diciembre, y después se la van a llevar a la Ciudad de México y a algunos otros lugares.
¿Eso te emociona?
Sí. Por lo mismo. No me importa que no esté a la venta mi obra, que no me compren. Eso nunca me ha interesado. Me interesa la posibilidad de que a algún niño, a algún joven le cambie la vida.

Tendrá reestreno mundial la zarzuela El Orgullo de Jalisco en el Teatro Degollado

El próximo 14 de septiembre, el Teatro Degollado será escenario del reestreno mundial de la zarzuela El Orgullo de Jalisco, del compositor español Federico Moreno Torroba, con la presencia del tenor Plácido Domingo como invitado de honor.
La obra vuelve a los escenarios tras 78 años de su estreno en el Teatro Arbeu de la Ciudad de México.
La puesta en escena contará con la mezzosoprano Nancy Fabiola Herrera en el rol de Cristina —papel que en 1947 interpretó Pepita Embil, madre de Plácido Domingo— y con el barítono mexicano Luis Ledesma como Paco Aldana.
Ambos artistas han desarrollado una destacada trayectoria en escenarios internacionales como el Metropolitan Opera de Nueva York, la Royal Opera House de Londres, el Teatro alla Scala de Milán y el Teatro Colón de Buenos Aires.
Rescate patrimonial
Andrea Blanco Calderón, coordinadora General Estratégica de Desarrollo Social, explicó que el reestreno es un rescate patrimonial.
La partitura, con libreto de Antonio Guzmán Aguilera, se localizó en 2020 por Rooney Josué Hernández Villanueva, quien realizó la edición crítica. El full score se encontraba en poder de la familia de Moreno Torroba y fue cedido a la Sociedad General de Autores y Editores (SGAE).
El secretario de Cultura, Gerardo Ascencio Rubio, destacó que “montar esta obra para nosotros, exactamente, 78 años después de su estreno y reestrenarla aquí en Guadalajara, donde no se presentó, realmente es un gusto, un honor y un aliciente para presentar a un público que tiene mucho tiempo y una larga tradición de gusto por el género de la zarzuela y por el género de la ópera en general”.
Plácido Domingo asistirá a la función
La producción reunirá a más de 130 artistas en escena, entre ellos 70 músicos de la Orquesta Sinfónica para la Escena de Jalisco y de la Orquesta Típica del Estado, 50 integrantes del Estudio de Ópera de Jalisco, el Coro del Estado y el Coro del Tec de Monterrey, todos bajo la dirección musical de Allen Vladimir Gómez Ruiz.
La dirección escénica estará a cargo de Leopoldo Falcón, conocido como “El Hombre Zarzuela de México”. La obra se presentará en tres actos que combinan la tradición española con aires populares mexicanos, en particular el son jalisciense.
Función especial
Plácido Domingo confirmó su asistencia como invitado de honor, en un evento que también representa un homenaje a la trayectoria de su madre. “El Orgullo de Jalisco” no figuraba hasta ahora en los catálogos internacionales de zarzuela, por lo que su reaparición en Guadalajara adquiere un carácter de rescate histórico y artístico.
La función está programada para el 14 de septiembre a las 18:00 horas en el Teatro Degollado. Los boletos están disponibles en Boletomovil.com y en taquillas del recinto, con precios que van de 50 a mil pesos.
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