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Cultura

Para deshacerse de un muerto

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Para deshacerse de un muerto, un relato sobre la muerte de Diego Alejandro Reos.
Hoy que todos estamos rezando y pensando qué pasará cuando llegue la hora, recordé que siempre me han aterrorizado las dos maneras que tiene la gente para deshacerse de un muerto.
Muchas noches me ha pasado que recostado en la cama me pongo a pensar sobre ello. Aprovecho mis últimos minutos antes de dormir para plantearme qué es peor, si ser cremado o enterrado en una fosa.
Al pensarlo rápido siempre me ha parecido más horrible la idea del fuego. Nunca nadie nos ha venido a confirmar si es cierto eso de que cuando uno se muere ya no siente nada, y yo no quisiera averiguarlo mientras me queman hasta hacerme cenizas.
Para deshacerse de un muerto, Cuarta narrativa

Lamento por Ícaro, de Herbert Draper.

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Después, al meditarlo detenidamente, las cosas siempre se emparejaron un poco. El fuego ya no es tan superiormente horrible a ser sepultado cuando pienso en el largo y tétrico trayecto que tiene que sufrir un cuerpo hasta ser reducido a la nada por la tierra y los gusanos.
Cuando llego a ese punto de mi análisis siempre volteo a ver mis manos y me da escalofríos el hecho de que algún día, inevitablemente, tendrán que verse como se ven las manos de los muertos, con ese aspecto acartonado y tieso. Después veo mis pies y pienso lo mismo.
Los dos caminos que existen son horribles y tristísimos. Los labios que besaron y los ojos que lloraron se van a secar indiscutiblemente. El tiempo los hará podrirse o el fuego achicharrarse.
Pero de tanto pensar en eso uno se siente asfixiado. Sientes que incluso el pecho se te comprime y es necesario comenzar a pensar en otra cosa para tranquilizarte. En ese momento me gusta pensar que aunque son horribles ambos caminos, los dos tienen sus particularidades que los hacen adecuados.
-Acoge Señor en tu reino a tu siervo para que alcance la salvación que espera de tu misericordia.
-Amén.

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Para deshacerse de un muerto, Cuarta narrativa

Fin de la gloria del mundo, de Juan Valdés Leal.

Pensaba por ejemplo en mi primo Rodrigo que en paz descanse. Él apenas tenía 14 años cuando se murió por andar de vago en la barranca. Un día en vez de irse a la escuela se fue con sus amigos allá para Huentitán y ya no volvió para la hora que tenía que haber vuelto.
Ese día el desastre comenzó por la tarde, cuando le avisaron a mi tía Chabela que Rodrigo se había ido al voladero y había caído de cara. Los que la vieron dicen que se volvió loca al instante, me dijeron que la señora no se quedó congelada ni se desmayó por la impresión, sino que la noticia la hizo gritar dando vueltas por la casa, tomarse el pelo y respirar de manera acelerada. Su luto le quitó la paz desde un principio.
La noticia se corrió rápido en la familia y todos nos reunimos en casa de mi abuela. Yo aún era muy chico para que me platicaran los detalles y todo lo que supe de esa muerte es que a Rodrigo le quedó la cara desfigurada, que se le había salido el cerebro y que una mano le quedó colgando.
Mi primo quedó muy feo y por eso lo quemaron. Lo hicieron cenizas para que todos lo recordáramos como Dios lo mandó al mundo y no como se lo llevó la muerte.
-Libra Señor a tu Siervo de todos sus sufrimientos.
-Amén.
Para deshacerse de un muerto, un relato sobre la muerte de Diego Alejandro Reos.

Ofelia, de John Everett Millais.

 

A otro que supe que quemaron fue a Fabián, el hijo mayor de doña Licha la de la tienda de abarrotes. A él lo quemaron por enfermo. Cuando él estaba moribundo yo ya estaba más grandecito y ya podía estar presente mientras mis papás platicaban al respecto.
Él se murió de una enfermedad venérea y el rencor lo consumió más rápido que cualquier otra cosa. Fabián se odiaba, odiaba a su cuerpo y su incapacidad de volver a amar a alguien sin el riesgo de hacerle daño infectándola con algo mortal.
Lloraba a cada rato. Desde el día que supo que tenía esa cosa hasta el día en que se fue, no volví a verle otra sonrisa en el rostro. Por eso le pidió a doña Licha que cuando se muriera lo quemaran.
Una vez lo escuché decirle a su mamá que no quería que lo enterraran junto a su papá y su abuela, que le daba vergüenza la forma en la que se iba a morir, porque él sabía que se iba a morir.
El día que llegó su muerte ni siquiera pusieron una foto suya a un lado de las cenizas. Yo siempre pensé que quizá fue una última petición de Fabián para que no volvieran a relacionar sus restos enfermos con el hombre feliz y ojo alegre que algún día fue.
-Libra señor a tu Siervo como libraste a Noé del diluvio.
-Amén.
Para deshacerse de un muerto, un relato sobre la muerte de Diego Alejandro Reos.

Asunción de la Virgen, de Francesco Botticini.

 

A diferencia de lo que pasó con Rodrigo y Fabián, las muertes que acaban en sepulcro siempre tuvieron más paz. Por lo menos así fueron las que me ha tocado presenciar. La de mi abuela, por ejemplo, fue una de las más tranquilas que he atestiguado.
Un día con otro, sin mayor aviso, simplemente amaneció con la boquita abierta y con la espalda arqueada hacia arriba, como si el alma al irse del cuerpo la hubiera doblado. Mis primos que vivían con ella en ese entonces me contaron que los rezos y el llanto de mi abuelo fue lo que los despertó ese día.
Sin embargo esa muerte sólo se lloró por la mañana mientras la incredulidad era más grande que la resignación. Después, ya en la tardenoche que comenzó el velorio, todo fue cantos alegres para despedir a una viejita que se encargó de hacer amigas por toda la cuadra.
Ese día decenas de cabecitas blancas llegaron hasta el féretro para despedir a doña Florencia. Mi abuelo también dejó de llorar cuando llegaron mis tíos y mi mamá para abrazarlo.
Recuerdo ese velorio con un olor muy fuerte a rosas. Dentro y fuera de la capilla estaba lleno de coronas de flores y mensajes de amor para la abuela. Al otro día, cuando fuimos a enterrarla, la fila de autos que la siguió hasta el panteón era tan grande que hasta la policía de tránsito nos acompañó escoltando a la familia.
-Cristo que te llamó te reciba, y los ángeles te conduzcan al regazo de Abraham.
-Amén.
Para deshacerse de un muerto, un relato sobre la muerte de Diego Alejandro Reos.

El sueño de Dante de Dante Gabriel Rossetti.

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El sepelio de Francisco es otro de los que puedo calificar como pacífico. Él era mi amigo de toda la vida y se murió porque no encontró quién le donara un riñón. Su esposa Matilde lo ayudó siempre, durante cada triste y agónico día en el que tuvo que cuidar de él y de su diálisis.
El hombre que fue Francisco ya no existía del todo. Aunque siempre conservó el buen humor hasta el final de sus días, simplemente ya no era él al no poder tomar como le gustaba.
Desgraciadamente el alcohol ya era parte de su vida y para convivir lo necesitaba, aunque fuera poquito, pero ya enfermo ni poquito podía.
Su trayecto para morirse fue triste, pero su final llenó de una paz extraña a su familia y a quienes lo conocíamos. Nunca tuvo hijos, así que su viuda era sólo viuda, pero no madre soltera. El luto de ella se curaría y a sus 33 años todavía tenía tiempo para rehacer su vida si así lo quería.
La despedida de Francisco a nadie tomó por sorpresa. Su enfermedad nos hizo mentalizarnos a que algún día habría de partir.
Él tuvo un velorio modesto en la casa de uno de sus tíos. Apenas tendría unas cinco o seis coronas de flores alrededor de su ataúd. Al otro día lo enterramos a las tres de la tarde. Ese día llovió.
En fin, siempre me han aterrorizado las maneras que tiene la gente para deshacerse de un muerto, sin embargo no se me ocurre otra mejor. Hoy lo he pensado más que nunca mientras estoy tan ciego, tan inmóvil, tan mudo y tan consciente en mi lecho de muerte.
-Que luzca para él la eterna luz. Que descanse en paz.
-Así sea.
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Cultura

El arte tiene la capacidad de sanar: Ismael Vargas

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Ismael Vargas
La exposición La vida: Tiempo codificado, del artista Ismael Vargas, reúne 25 obras de distintas etapas del artista. Foto: Siker / Juan Carlos Sagredo.

Con 60 años de carrera sobre sus hombros, el maestro Ismael Vargas aún se emociona con la idea de inspirar a otras y otros —los más jóvenes, principalmente— a replantearse el mundo que los rodea a partir de la contemplación y el contacto con el arte.

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“Tengo la esperanza de que el arte sea capaz de distraerlos. O sea, tengo la ilusión de poder rescatar su atención”, dice en entrevista exclusiva para Siker.

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Con ese propósito, el destacado pintor tapatío se embarcó en la preparación de una exposición retrospectiva, titulada La vida: Tiempo codificado en la que reunirá 25 obras realizadas en distintos momentos de su trayectoria como artista, y que será exhibida en la Universidad Panamericana Campus Guadalajara a partir del próximo martes 4 de noviembre.

Nacido en 1947 —cineasta, escritor, pintor y escultor—, Ismael Vargas encontró su vocación a los 13 años de edad, enamorado de las pinturas que se imprimían en las cajetillas de los cerillos con que su madre encendía la estufa.

Con la certeza inequívoca de que la pintura era el camino natural que le trazaba la vida, plasmó desde sus primeros lienzos las acumulaciones de objetos que atiborraban los puestos del mercado San Juan de Dios que visitaba de niño.

Sus obras están llenas de pequeñas palomas de barro, muñecas de cartón, trompos, canicas, mariposas y carritos de madera; acumulados de forma obsesiva como se acumulan las plegarias en las capillas o los Om en los monasterios. Una especie de vibración pictórica.

“Es una especie de mantra (…) Es una vibración. Cada vez que yo hago un cuadro, trato de que vibre”, dice y luego sostiene: “Ahora te puedo decir, 60 años después, que he comprobado que el arte tiene la capacidad de sanar a través de la contemplación”. 


Iniciaste tu carrera a los 13 años, ¿cómo comenzó todo?

Por frustración. Yo quería ser torero. Y cuando me enfrenté a un becerro, salí corriendo, y supe que me gustaba ver los toros desde la barrera. Luego quise ser cantante de ópera y no canto ni las de Cri-Cri. Por entonces, tenía tiempo de coleccionar y recortar las portadas de los cerillos Clásicos de Lujo que traían reproducciones de pinturas. Y yo no tenía libros de arte, pero hice una especie de libro de arte al pegar todas estas cartitas en un cuaderno. Y entonces, le pregunté a mi papá que qué era eso, y me dijo: es un bastidor en donde se monta una tela y con pinceles y colores se pinta lo que tú quieras. Eso me pareció magnífico. Y le dije: ¿me ayuda a intentar hacer uno? Y me dijo: sí, hagámoslo. Entonces hicimos un bastidor, con un costal de azúcar, lo abrimos, y eso fue lo que montamos.

¿Y qué pintaste?

Bueno, la ignorancia es atrevida. Copié nada menos que Santa Ana, la Virgen y el Niño (de Leonardo da Vinci). Fue maravilloso; al estarlo haciendo, durante el tiempo que duré haciéndolo, me pareció mágico. Era indescriptible la sensación que estaba viviendo. No solo en el acto, sino después del acto de pintar, todo el tiempo que estuviese en contacto con la obra.

¿Qué te ocurría? ¿Una especie de abstracción del mundo?

No. Al contrario, al contrario. Era la sensación de sentirme integrado, yo que siempre me sentí desintegrado del mundo. Me sentía parte del universo cuando me ponía a pintar. Y entonces, simplemente dije: yo quiero hacer eso.

Claro, inmediatamente después, porque tengo ese carácter, pensé: ¿pero yo qué voy a hacer? Ya existe Leonardo da Vinci, Rembrandt, Van Gogh… Todos los artistas que admiro. ¿Y yo qué? Afortunadamente, una voz interior me dijo: No vas a competir, no son las olimpiadas. El arte no es saber quién llega primero o quién puede más, sino es hablar de las cosas que emocionan. Ninguno de ellos nació en una vecindad, cerca del mercado San Juan de Dios, como tú. Y entonces, eso me dio la base de mi trabajo.

¿Tu entorno? ¿Tu contexto específico?

Sí. Mi trabajo es la acumulación, tanto de la fruta, de las máscaras, de las muñecas de cartón, así, como en los mercados, que todo lo hacen en rumas. Yo no pinto una manzana ni un cántaro, sino miles. Y esa fue mi solución para trabajar.

Han pasado décadas y te ha tocado ver periodos muy interesantes de México y el mundo. ¿Hay algún periodo en el que estuvieras desarrollando tu obra y te sintieras especialmente interesado?

No, siempre he ido desfasado en el tiempo. Yo no voy con el tiempo en que vivo. Mi interés es hacer algo que te emocione y que te haga sentir bien cuando lo ves, nada más. Yo no tengo mensajes que mandar ni mucho menos mensajes políticos. Es simplemente hacer un jardín y mostrártelo para que lo contemples.

¿Se trata solo de la contemplación?

Sí. Ahora te puedo decir, 60 años después, que he comprobado que el arte tiene la capacidad de sanar a través de la contemplación.

¿Cómo exactamente?

Pues, contemplar una obra puede transformarte. Transformar tu estado de ánimo de manera que tus defensas te protejan de una enfermedad o te eliminen un malestar. No estoy hablando de medicina. Estoy hablando del alma y de las emociones, pero es físico también, es físico. Tu sistema inmunológico se fortalece al ver algo que te emociona. Por lo tanto, te alivia.

Tu obra es particularmente bella, colorida, alegre…


Obsesiva. Es una especie de mantra. Esa es la otra parte que cura. Es una vibración. Cada vez que yo hago un cuadro, trato de que vibre. Y nosotros somos vibración, nosotros somos polvo de estrellas. Las plantas son polvo de estrellas, las piedras son polvo de estrellas. Lo que nos diferencia es la vibración. Vibramos a diferentes velocidades y por eso las plantas son como son y nosotros como somos.


Cuando una obra es oscura o violenta, ¿actúa a la inversa?

No, no, no. También puede ser sanadora. La imagen no tiene que ver con lo que a ti te sucede. Es un espejo. Depende del espectador. No es importante lo que nos sucede, sino lo que hacemos con lo que nos sucede. Yo, por las características de mi educación y mi contexto, podría ser un asesino. Tengo el derecho de matar. Pero, preferí hacer un jardín.

Tienes una nueva exposición en puerta. ¿Cómo nació el proyecto?

Por una invitación de la Universidad Panamericana que está interesada en abrir un ala de la universidad para el arte. Me preguntaron que si me gustaría participar en una exposición y acepté.

¿Por qué te gustó la idea?

Por el contacto con la juventud, que no va a las galerías. Entonces, pues, si la montaña no viene a mí, yo voy a la montaña.

¿Cuál es el concepto de la exposición?

Es una especie de retrospectiva porque son piezas de distintas épocas: papeles, óleos, esculturas, todas las técnicas que he trabajado. Obras desde el (año) 72’ hasta obras contemporáneas, hechas el mes pasado. 


Vamos a ver una línea de tiempo de 60 años de carrera…

Sí. Sesenta y dos años de carrera. Van a hacer falta algunas obras, de una etapa en que trabajaba piezas gigantescas.

¿Qué pasó con esas obras? He visto algunas y son impresionantes.


Tengo algunas, pero no hay espacio para exponerlas. Son obras monumentales de 12 metros.

Hablemos de los tiempos que corren. Me decías que los chicos no van a las galerías. Fue justamente eso lo que te interesó de esta nueva exposición; poder acercarte a los jóvenes con tu obra.

Sí, porque tengo la esperanza de que el arte sea capaz de distraerlos. O sea, tengo la ilusión de poder rescatar su atención.
Claro que está terrible, porque hace muchos años que nos están destruyendo, nos han hecho indiferentes, nos han estupidizado. Y si algo es importante es la curiosidad. Para que tú inventes un avión, tienes que tener la curiosidad de saber hacerlo que vuele y que no se te caiga.
En este caso, no me interesa que sean pintores. Lo que me interesa es que vean otra opción del mundo. Si una obra mía despierta su creatividad en el terreno que sea… a lo mejor no van a pintar, si no, van a manejar un aparato digital maravilloso que va a hacer algo holístico, qué sé yo.

Ese tipo de cosas ocurren con el arte…

Así es, exacto. En eso creo.

¿Hay planes a futuro con la exposición?

Sí, parece que estará en la Universidad (Panamericana Campus Guadalajara) hasta diciembre, y después se la van a llevar a la Ciudad de México y a algunos otros lugares. 


¿Eso te emociona?

Sí. Por lo mismo. No me importa que no esté a la venta mi obra, que no me compren. Eso nunca me ha interesado. Me interesa la posibilidad de que a algún niño, a algún joven le cambie la vida.

Ismael Vargas
El artista Ismael Vargas inaugura su exposición este martes en la Universidad Panamericana. Foto: Siker / Juan Carlos Sagredo.
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Cultura

Tendrá reestreno mundial la zarzuela El Orgullo de Jalisco en el Teatro Degollado

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zarzuela El Orgullo de Jalisco

El próximo 14 de septiembre, el Teatro Degollado será escenario del reestreno mundial de la zarzuela El Orgullo de Jalisco, del compositor español Federico Moreno Torroba, con la presencia del tenor Plácido Domingo como invitado de honor. 

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La obra vuelve a los escenarios tras 78 años de su estreno en el Teatro Arbeu de la Ciudad de México.

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La puesta en escena contará con la mezzosoprano Nancy Fabiola Herrera en el rol de Cristina —papel que en 1947 interpretó Pepita Embil, madre de Plácido Domingo— y con el barítono mexicano Luis Ledesma como Paco Aldana. 

Ambos artistas han desarrollado una destacada trayectoria en escenarios internacionales como el Metropolitan Opera de Nueva York, la Royal Opera House de Londres, el Teatro alla Scala de Milán y el Teatro Colón de Buenos Aires.

Rescate patrimonial

Andrea Blanco Calderón, coordinadora General Estratégica de Desarrollo Social, explicó que el reestreno es un rescate patrimonial. 

La partitura, con libreto de Antonio Guzmán Aguilera, se localizó en 2020 por Rooney Josué Hernández Villanueva, quien realizó la edición crítica. El full score se encontraba en poder de la familia de Moreno Torroba y fue cedido a la Sociedad General de Autores y Editores (SGAE).

El secretario de Cultura, Gerardo Ascencio Rubio, destacó que “montar esta obra para nosotros, exactamente, 78 años después de su estreno y reestrenarla aquí en Guadalajara, donde no se presentó, realmente es un gusto, un honor y un aliciente para presentar a un público que tiene mucho tiempo y una larga tradición de gusto por el género de la zarzuela y por el género de la ópera en general”.

Plácido Domingo asistirá a la función

La producción reunirá a más de 130 artistas en escena, entre ellos 70 músicos de la Orquesta Sinfónica para la Escena de Jalisco y de la Orquesta Típica del Estado, 50 integrantes del Estudio de Ópera de Jalisco, el Coro del Estado y el Coro del Tec de Monterrey, todos bajo la dirección musical de Allen Vladimir Gómez Ruiz.

La dirección escénica estará a cargo de Leopoldo Falcón, conocido como “El Hombre Zarzuela de México”. La obra se presentará en tres actos que combinan la tradición española con aires populares mexicanos, en particular el son jalisciense.

Función especial

Plácido Domingo confirmó su asistencia como invitado de honor, en un evento que también representa un homenaje a la trayectoria de su madre. “El Orgullo de Jalisco” no figuraba hasta ahora en los catálogos internacionales de zarzuela, por lo que su reaparición en Guadalajara adquiere un carácter de rescate histórico y artístico.

La función está programada para el 14 de septiembre a las 18:00 horas en el Teatro Degollado. Los boletos están disponibles en Boletomovil.com y en taquillas del recinto, con precios que van de 50 a mil pesos.

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