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Opinión

Alfaro en las encuestas

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Este domingo 2 de julio, una encuesta de Massive Caller, publicada en el medio Publimetro, registra una hazaña: el gobernador de Jalisco, Enrique Alfaro Ramírez, logró, en seis meses, levantarse y convertirse en uno de los mandatarios estatales mejor evaluados del país. 

A penas el pasado 9 de mayo la misma encuestadora, Massive Caller, lo colocaba entre los gobernadores con menor aprobación, en la posición 17 de 32 mandatarios estatales, con el 50.6 por ciento de la aceptación. 

Aunque usted no lo crea, la encuesta publicada el pasado domingo 2 de julio posiciona a Alfaro Ramírez… ¡11 lugares arriba! y lo coloca en el sexto lugar de los mejores gobernadores del país con el 59.1 por ciento de aprobación.

Por si fuera poco, ese 59.1 por ciento lo coloca a 5.5 puntos del gobernador mejor evaluado de todo México según la métrica: el panista de Yucatán, Mauricio Vila. 

Es curioso este avance, ya que el pasado 8 de enero de 2023 la misma encuestadora, Massive Caller, lo colocaba entre los gobernadores con menor aprobación, en la posición 30 de 32 mandatarios estatales, con el 34.7 por ciento de la aceptación en diciembre de 2022. ¡En seis meses avanzó 24 posiciones! 

Estos extraordinarios resultados fueron conseguidos por el líder del Ejecutivo de Jalisco en a penas seis meses. Es evidente que algo pasó para que el mandatario creciera tanto en las encuestas y tan rápido. 

Pero qué acciones de gobierno permitieron este prodigio… ¿Sería el concierto de los Ángeles Azules en el Parque Solidaridad?, ¿los festejos del bicentenario de Jalisco y su inigualable billete conmemorativo de lotería? ¿la final de Chivas contra Tigres? ¿Jalisco, sede de los Arieles?, ¿la pelea del Canelo en el Estadio Akron?

Estos números muestran que, según la curiosa encuesta, la crisis vivida los primeros días de junio, cuando ocho jóvenes fueron desaparecidos de un call center y luego sus restos encontrados en el fondo de un barranco de Zapopan, no afectó la aprobación del mandatario jalisciense.

Con tan buenos números se entiende que el gobernador esté pensando seriamente lanzarse como candidato a la presidencia en 2024 por Movimiento Ciudadano. 

A principios de año, una encuesta de El Financiero colocaba a Enrique Alfaro en el último lugar de la intención de voto hacia los presidenciables; incluso entonces el priista Alejandro “Alito” Moreno apareció mejor posicionado que Alfaro con 18 puntos de aprobación entre el electorado nacional, dejando en el fondo de la tabla al mandatario jalisciense quien apenas alcanzaba 17 puntos.

Lo que haya hecho Alfaro debería compartirlo con el senador Clemente Castañeda, quien aspira a la gubernatura de Jalisco y tiene que superar en las encuestas a sus compañeros de partido: Pablo Lemus Navarro y Salvador Zamora Zamora, quienes le llevan amplia ventaja en las mediciones por la candidatura a la gubernatura. 

En ocasiones, las encuestas pueden convertirse en una herramienta para construir narrativas que favorezcan a ciertos actores políticos. 

Al final los resultados de estas encuestas se replican en los medios de comunicación y en redes sociales y así van generando en las audiencias percepciones sobre los políticos sobre todo si en la mayoría de las encuestas hay coincidencias sobre su aprobación. Lo que va transformando nuestra percepción sobre cierto político.

También dicen que el único que no pierde en las encuestas es justamente quien las paga. Es curioso que Alfaro esté también posicionado justo a unos días de dar a conocer su decisión rumbo a las elecciones presidenciales del 2024.

 

 

 

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Opinión

Ojo, así se roban tus datos personales

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Columna de Ana Olvera sobre el robo de datos personales

Estimado lector, para mí es un privilegio volver a escribir estas líneas luego de una muy larga ausencia. Sin embargo volveremos a encontrarnos en esta columna cada quincena, analizando los temas de actualidad relacionados con la protección de nuestros datos personales y la privacidad que acontecen tanto en nuestro País como en el mundo.

Evidentemente no podemos dejar de comentar lo sucedido en días pasados en Guadalajara, donde existía -y seguramente siguen existiendo- un call center debidamente instalado para llevar a  cabo extorsiones que se extendían no solo al resto de Jalisco, sino hasta a otros veinte estados más de nuestra República, afectando a más de 26 mil personas con llamadas fraudulentas y extorsiones.

Afortunadamente se desmanteló y según declaraciones oficiales se están realizando colaboraciones con instituciones de las demás entidades afectadas, para descubrir a todas las víctimas y por supuesto, invitarlas a denunciar, lo que resulta en una tarea titánica para las autoridades; pero al parecer no lo fue para aquellos cuyo modus vivendi consistía en realizar este tipo de nada honrosas actividades.

Datos personales de los afectados

En ese sentido caben muchas reflexiones, pero la primera es preguntarnos de dónde obtenían la materia prima, es decir, los datos personales de aquellos afectados. Aunque las respuestas pueden variar, quiero que centremos nuestra atención en dos fuentes principales.

La primera y la originaria por excelencia siempre seremos, desafortunadamente, Usted y yo, querido lector. Es decir, nosotros como titulares, dueños de esos datos personales que elegimos, muchas veces sin pararnos a reflexionar en ello, a quién, cómo y para qué le compartimos esta importantísima información.

Y digo que muchas veces sin reflexionarlo lo suficiente, porque participamos a otras personas de manera voluntaria, para poder obtener un bien o servicio; para pedir nuestros alimentos cuando no tenemos tiempo de prepararlos en casa; al inscribirnos a un curso o a nuestros hijos a la escuela, por citar ejemplos cotidianos. Pero también lo hacemos de manera involuntaria, por ejemplo cuando descargamos aplicaciones en nuestro teléfono inteligente o tableta y compartimos datos que no son necesarios; cuando somos poco discretos en una conversación o bien, ¿cuántas veces no hemos tirado a la basura documentación que contiene nuestro nombre u otros datos más sensibles, como nuestra CLABE interbancaria? Seguramente, muchas veces.

Ignoramos el valor de nuestros datos

La segunda causa de obtención de esta información es por medio de aquellos que manejan datos personales, es decir, los responsables si son particulares, o bien los sujetos obligados de orden público. Según me ha tocado atestiguar, parece que cuando la información no nos pertenece, dejamos de tener cuidado en su manejo. Se despersonaliza y solo vemos números, estadísticas, pero olvidamos que detrás de esas cifras, direcciones o palabras, se encuentra una persona que puede verse perjudicada por nuestro descuido de custodia de la información durante el ciclo de vida de los datos personales.

En fin, aunque difícilmente sabremos cómo se obtuvo esa información, es una realidad que decenas de miles de personas se vieron seriamente perjudicadas no solo en su patrimonio, sino muy seguramente hasta en su tranquilidad diaria, por este tipo de acciones ilegales. La invitación es a que le demos la importancia debida a esta información que es tan importante. La que nada más y nada menos, nos hace únicos y nos permite interactuar con el resto de quienes nos rodean. Si tenemos conciencia de la importancia de nuestros datos personales, seguramente nos daremos cuenta de la relevancia que también tiene la información relativa a otras personas. 

La tarea primordial

En un entorno tan cambiante como el que vive nuestro mundo y especialmente, nuestro Estado de Derecho, la tarea primordial con la que contamos es velar porque nuestros derechos a la protección de datos personales y la privacidad no sean violentados y es más, que puedan ser garantizados, sobre todo ante la inminente desaparición de los Órganos Garantes en la materia, de lo que hablaremos en nuestra próxima entrega.

Sobre la autora

Ana Olvera es profesora investigadora de tiempo completo en la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo, con intereses en privacidad, bioética y neuroderechos.

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La extinción de los institutos de transparencia: ¿falta de empatía o indiferencia?

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A veces, hablar de datos personales, de su protección y nuestra privacidad, resulta sumamente abstracto. Aunque incluso trabajemos con ellos, pensemos en la recepcionista de un consultorio médico o el propio profesional de la salud. O en la persona a la que le pedimos la pizza o la comida que consumiremos en ese momento.

Ahora pensemos en las veces que entramos a ciertas redes sociales, como X, Facebook o LinkedIn y encontramos explicaciones acerca de lo importante que es proteger nuestros datos personales, o bien, explicaciones de las resoluciones (que a veces se adjuntan completas) y que más bien, parecen para un público un poco más especializado, que tal vez no seremos nosotros -que solo buscamos un momento de distracción-. En no pocas ocasiones, este tipo de situaciones pasan desapercibidas hasta que somos víctimas de robo de identidad, alguna extorsión o una estafa.

En este sentido cabe preguntarnos al menos dos cosas. La primera, la razón por la que optamos por la indiferencia ante la violación de la privacidad, que se arraiga en una compleja red de factores. La omnipresencia de la tecnología ha normalizado la vigilancia, desensibilizando a muchos ante la vulneración de sus datos personales. La complejidad de las políticas de privacidad y los algoritmos opacos genera una sensación de impotencia, alimentando la resignación. Además, la gratificación inmediata de los servicios digitales y la falta de consecuencias tangibles de la pérdida de privacidad fomentan una actitud apática e incluso, indolente. A esto se suma la polarización social, que fragmenta la empatía y dificulta la acción colectiva en defensa de un derecho fundamental.

La falta de involucramiento nos aísla de nuestra comunidad. Nos desconectamos de los problemas que nos afectan a todos, como la pobreza, la desigualdad, la violencia, la inseguridad y el cambio climático. Nos volvemos indiferentes al sufrimiento de los demás, perdiendo nuestra capacidad de empatía y solidaridad.

Pero la segunda es igualmente preocupante. ¿Qué pasó con el trabajo de los organismos garantes? ¿Fue acaso incapacidad de transmitir e incluso educar al pueblo mexicano? ¿De “conectar”, empatizar? Por que los festivales, las fotos, los congresos o simposios, salvo muy honrosas excepciones, siempre iban dirigidos a cualquier público distinto a lo que han dado por llamar “el ciudadano de a pie”. O como dirían los políticos en este momento histórico, “el pueblo bueno”, ese que difícilmente, con la pobre comunicación de los “expertos” y además con pocos recursos a la mano, comprendió la importancia de un andamiaje institucional como el que logró crearse en materia de transparencia y protección de datos personales. Tal vez eso explique la indiferencia en su defensa.

No cabe duda que asistimos y en gran mayoría, las y los mexicanos solo estamos meramente atestiguando los cambios estructurales que nuestro país esta viviendo. En ese sentido, claro que vivimos una transformación. No sé cuál. Pero bien haríamos en hacer a un lado esa indiferencia, para al menos intentar entender cómo afectarán al ejercicio y garantía de nuestros derechos fundamentales.

No involucrarse en la vida del país también tiene un costo personal. Cuando nos alejamos de los asuntos públicos, renunciamos a nuestro derecho a ser escuchados y a contribuir al bienestar de nuestra sociedad. Nos convertimos en meros espectadores de nuestro propio destino, sin voz ni voto. En un mundo cada vez más interconectado, los problemas que enfrentamos son complejos y requieren soluciones colectivas. La participación ciudadana es esencial para construir un futuro más justo, próspero y sostenible para todos. No podemos permitirnos el lujo de la indiferencia.

Es hora de despertar de la apatía y asumir nuestra responsabilidad como mexicanos. Involucrémonos en los asuntos públicos, hagamos oír nuestra voz, exijamos transparencia y rendición de cuentas. Solo así podremos construir el país que queremos y merecemos.

Sobre la autora

Ana Olvera es profesora investigadora de tiempo completo en la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo, con intereses en privacidad, bioética y neuroderechos.
 

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