Opinión
Un llamado a la solidaridad
El pasado 5 de septiembre, a nivel mundial se conmemoró el Día de la Beneficencia, la fecha fue elegida para conmemorar el aniversario del fallecimiento de la Madre Teresa de Calcuta, quien recibió el Premio Nobel de la Paz en 1979 por su trabajo en la lucha contra la pobreza y la angustia. La palabra proviene del latín “beneficentia” y significa: cualidad del que hace bien. En este sentido, la beneficencia, contrario a las críticas de la visión individualista, contribuye en el combate a la desigualdad, a través del diálogo y la solidaridad; lo que deriva en una visión más empática de las personas, al aumentar la capacidad para comprender las situaciones que otros atraviesan.
Si revisamos el contenido de la Agenda 2030, podemos identificar dentro de sus pilares: el combate a la desigualdad, el fomento de la paz y las alianzas entre actores y países. Esta es una hoja de ruta que propone acciones multisectoriales a favor de aquellos que se consideran más desfavorecidos en aspectos como la economía, la seguridad y sobre todo, la dignidad. La misma beneficencia es un complemento a la política social, ya que de la mano de acciones efectivas y dirigidas a los sectores que más sufren, logra aliviar efectos graves de crisis humanitarias, da un respiro a los servicios públicos de atención de la salud, puede mejorar la calidad educativa, otorgar viviendas dignas a los más desfavorecidos, otorgar protección a las infancias que se encuentran en una situación de vulnerabilidad y un sinfín de apoyos que podemos ver en distintas obras y proyectos que nacen gracias a la voluntad de hacer el bien por y para los demás.
La gobernanza establece que no debemos dejar de exigir a nuestros gobernantes que atiendan las problemáticas que requieren mayor atención con urgencia, pero a su vez, debemos reconocer el papel que tenemos los demás actores: ciudadanos, sector privado, organizaciones de la sociedad civil, y organizaciones filantrópicas, para así transformar nuestro entorno y sociedad, centrándonos en las necesidades de los más vulnerables. Especialmente en nuestro país, hemos sido testigos de la gran solidaridad y empatía que puede llegar a tener el pueblo mexicano, ante la necesidad y contextos adversos donde la ayuda es indispensable, como con los sismos de 1985 y 2017, las explosiones del 22 de abril de 1992 en la Zona de Analco o alguno de los tantos ciclones y huracanes que han azotado las costas de México.
Sin embargo, actualmente el país vive una enorme polarización en el ámbito público, que genera una animadversión hacia la otredad, simplemente por una ideología, ya no digamos política, sino electoral. Desgraciadamente esto va creando muros en torno a la escucha y el diálogo, lo que genera que dejemos de ver a las personas y solo nos fijemos en las preferencias políticas, olvidando así, que todos y todas tenemos la capacidad de transformar vidas y contribuir a la búsqueda de una sociedad más justa, armoniosa y humanitaria.
Te invito querido lector, a que en la medida de lo posible, no seas indiferente ante las necesidades de quienes más lo necesitan, y si en tus manos está ayudar, que lo hagas desde la empatía, el respeto y la solidaridad. Somos muy afortunados por tener lo que tenemos y estar en el lugar donde nos encontramos, y la mejor forma de agradecer, es compartirlo con quienes menos tienen.
Nos leemos la siguiente semana, y recuerda luchar, luchar siempre, pero siempre luchar desde espacios más informados, que construyen realidades menos desiguales y pacíficas.
Sobre el autor
Luis Sánchez Pérez es doctorante y maestro en Políticas y Seguridad Pública en IEXE Universidad, abogado por la Universidad de Guadalajara. Profesor de asignatura en la Universidad de Guadalajara y en la Universidad Enrique Díaz de León. Investigador de medios de comunicación y participación ciudadana en el Laboratorio de Innovación Democrática. Colaborador semanal en Milenio, El Occidental y El Semanario.