Ciudad Erótica
Espejismos en el desierto sexual
¿Espejismos en el desierto sexual? Habíamos pactado la visita. Ni él ni yo nos conocíamos en persona, solo por nuestras fotos de Instagram. No recuerdo si yo lo agregué o él a mí, pero habíamos compartido muchos corazoncitos durante semanas hasta que concluimos una cosa: sentíamos unas ganas tremendas de cogernos.
Sonó el timbre de mi departamento, mi corazón se aceleró y sentí que mis rodillas me temblaron cuando escuche que ya estaba a la puerta. Tenía bastante tiempo de no practicar el viejo mete-saca (obviemos la referencia). Antes de llegar me escribió para pedirme referencias de la ubicación de mi hogar, aprovechó para decirme que ya la traía “muy parada”, y que andaba caminando así por la calle; primero me dio risa, luego pensé que eso solo lo haría un depravado… me prendió más.
Subió las escaleras, lo esperaba en el umbral de mi depa. Cuando nos vimos fue inevitable sonreírnos, nos saludamos chocando las palmas y luego los puños (De verdad estaba muy nervioso). Tomó la iniciativa extendiendo sus brazos para darme un abrazo, solo puedo decir que no era mentira: ya venía erecto.
Con todo y esa confianza que demostró al saludar, era evidente que él también tenía una respiración agitada, de nervio. Entramos al depa y atiné a ofrecerle un vaso con agua –Sí, por favor–, me respondió antes de terminar la pregunta, con eso logramos calmar un poco los bríos. De un jalón engulló el líquido, dejó el vaso sobre la mesa.
¿Ahí es donde la ocurre la magia?
Echó una mirada a la decoración, chuleó un par de cosas y señaló mi habitación.
–¿Ahí es donde la ocurre la magia?– preguntó. Era mi momento, si quería terminar con esa sequía de meses de no tener sexo debía tomar la iniciativa.
–Sí, pasa. Ese es mi cuarto–, entró mientras le miraba su culo grande y redondo, como lo vi en las fotos; llegó la hora, pensé.
Con el mismo espíritu curioso observó todo lo que tenía en mi habitación, llegué por detrás y lo abracé, no opuso resistencia, al contrario, su trasero lo restregó en mi pene erecto. Bajé mi mano y sentí su sexo. Lo besaba del cuello mientras de a poco con mis dos manos desabrochaba su pantalón, cuando por fin logré liberar a la bestia de su calzón, él se volteó y comenzó a besarme mientras yo lo masturbaba.
Apenas pude dar tres jalones cuando me mordió el labio, un sonido gutural salió de su garganta, se dobló como si tuviera un dolor de estómago y en mi mano pude sentir las contracciones de la eyaculación y luego el líquido caliente. Era precoz.
– ¡No por favor, otra vez no, por favor! – dijo.
– Tranquilo, es normal, estabas muy caliente – le respondí conteniendo un poco la risa.
– Perdón, perdón, en serio ¡Qué vergüenza! – no dejaba de repetir, fue entonces cuando yo comencé a preocuparme un poco porque se me iba mi oportunidad de coger. – En serio, no pasa nada, tranquilo –, le repetí esperando que no se fuera y me dejara en mi desierto sexual, que no fuera un espejismo.
– No, no puedo, perdón, no puedo –, abrochó su pantalón y salió corriendo de mi cuarto, depa y del edificio, fue como un espejismo.
Apenas habían pasado 15 minutos de su llegada y su venida, mientras mi sequía se extendió por otro mes más.
Etiquetas: Ciudad Erótica Relato erótico