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Volver a contar: escritores de América Latina en los archivos del Museo Británico

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¿A quién le pertenece el pasado?

Si consideramos que un objeto, por más cotidiano que éste sea, conserva las propiedades de un legado histórico, personal, e incluso afectivo, entonces conviene preguntarnos si ese objeto seguirá teniendo el mismo valor (entendido no sólo en su dimensión monetaria) una vez que es extraído de su contexto original. A esa reflexión se enfrentaron un grupo de escritoras(es) latinoamericanas(os) quienes, tras recibir la invitación del British Museum y del Hay Festival, publicaron una serie de objetos narrativos (crónica, cuento, etc.) sobre un objeto de su elección, perteneciente a la colección del museo y proveniente de algún lugar de Latinoamérica. Bajo los auspicios del sello Anagrama, este conjunto de plumas visitó los archivos de manera presencial o virtual, buscando en sus catálogos la materia prima de su eventual creación.

 Así lo contaron Yásnaya Aguilar, Carlos Fonseca y Felipe Restrepo Pombo (moderador de la mesa) – provenientes de México, Costa Rica y Colombia, respectivamente–, durante la presentación de la antología que ocurrió el miércoles 30 de noviembre, en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara. Según lo relataron, cada autor(a) recibió instrucciones distintas sobre los alcances, temática y categoría de sus textos, pero se les dio “carta libre para criticar al museo” según su afinidad o la ausencia de ésta. “Nunca se nos pidió que fuésemos complacientes con el museo, y yo eso lo agradezco, porque no se entiende la existencia del Museo Británico sin hablar de colonización”, dijo Yásnaya Aguilar. Los demás autores coincidieron en que nunca existió un proceso de censura de parte de la institución, o algún intento de modificación sustancial de su texto.

 Al respecto, Carlos Fonseca contó que su proceso de creación del cuento partió de una pregunta inicial: “¿cuál es mi posición biográfica frente a este objeto? ¿qué relación tiene conmigo?” En su caso resultó un ejercicio interesante, según él mismo reconoció, porque el objeto elegido está directamente relacionado con la historia de su familia. Lejos de la complacencia o la mera anécdota familiar, para Fonseca constituyó un reto definir el rumbo que debía tomar la historia, con el fin de hacerla interesante para el público en general. La antología da cabida a grandes epopeyas donde la Reina Victoria y sus consejeros son protagonistas, pero también relata escenas íntimas vinculados a objetos pequeños y de uso común en los pueblos originarios de América Latina. Desde la ficción hasta el ensayo, lo que une a los textos es un intento por crear lazos culturales, en lugar de un discurso demagógico o enteramente político.

 “El pasado y el futuro siempre están en diálogo”, dijo Fonseca y, en ese sentido, los tres reconocieron la importancia de crear objetos narrativos que reflejaran lo que ocurre cuando se pretende cercenar dicho lazo, y lo mucho que se consigue cuando se destaca y celebra esa unión. Al respecto, Yásnaya Aguilar también destacó que el significado de los objetos se pierde si estos son sacados de su contexto. “Los objetos tienen una red de significados muy vinculada al lugar donde se crearon o donde son utilizados. Si se extraen para ser exhibidos en una vitrina, entonces quedan impregnados con la estancia en el museo. Ya son parte de otra red de significados”. Frente a esa reflexión, surgió la pregunta de si los museos tienen entonces un futuro. Aguilar respondió que, en lugar de la concepción tradicional de museos, el ideal sería la generación de centros comunitarios de la memoria donde los objetos no estén despojados de su contexto. “Donde estén acompañados de las historias y las narrativas de las personas que los utilizan”, concluyó.

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