Cultura

Ismael Vargas: el largo y duro camino del arte

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Autodidacta, el pintor tapatío Ismael Vargas (1947) cumple 59 años de carrera profesional en 2018.

Con más de medio centenar de exposiciones individuales y colectivas en museos y galerías de México, Panamá, Estados Unidos, Japón o España, Vargas hace un alto para recordar sus días de infancia cuando, asegura, tenía ya la firme convicción de ser un artista.

Aprendiz de torero

Amante de la tauromaquia, a los seis años de edad, el también escultor, consiguió tener su propio capote y asistir a clases de toreo en la «Nuevo Progreso».

Su padre, un fabricante de jabón de hiel de toro, llevaba religiosamente al pequeño a admirar las corridas, para luego bajar al destazadero por la secreción del bovino.

«Todo aquello me fascinaba, entonces me hicieron mi capa y me llevaban todas las mañanas a entrenar», recuerda.

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«Hasta que una vez que estuve cerca de una novillada me dije ‘no, no soy capaz de ponérmeles enfrente’ y ahí les dejé su capa».

Cerillos Clásicos de Lujo

Criado en una vecindad del rumbo del Alacrán, cerca del antiguo barrio de San Juan de Dios, Vargas asegura no haber tenido jamás acercamiento alguno con el arte que no fuera la radio de onda corta de su padre.

Por las noches lograba sintonizar estaciones extranjeras a través de las cuales aprendió también a amar la ópera.

«Soñaba con ser cantante de ópera, pero no pude cantar ni rancheras», dice.

«Fue entonces cuando cayó en mis manos una cajita de cerillos Clásicos de Lujo. La Central que traía en el anverso la imagen de la ‘Gioconda’. Cuando mi papá me dijo que había sido pintada a mano me volví loco».

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Entonces se volvió coleccionista de las cajitas y un fiel reproductor a lápiz de cada una de las obras que las acompañaban. Siete años se dedicó a esa labor.

Todo menos pintor

«En mi casa todo mundo se opuso a que yo fuera pintor, querían que fuera telefonista como mis hermanos, ¡pero como te explico que no sé cambiar un puto foco!», expresa.

«Entonces no me quedó otra opción, me fui de mi casa a probar suerte».

Vargas, trabajó como profesor de pintura en escuelas primarias, maestro y guardia de enfermos mentales en el Hospital Civil Fray Antonio Alcalde.

Con 16 años, montó su primera exposición pictórica en el Centro Cultural Patio de los Ángeles. Era 1963

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Su original estilo enfocado en el rescate de la artesanía mexicana, a través de collages elaborados de miniaturas de barro y cerámica, le abrió las puertas del éxito en el circuito del arte mexicano donde tiene un lugar innegable.

Los primeros años de camino recorridos por Ismael Vargas en el mundo de las artes plásticas no fueron del todo fácil.

Tuvieron que pasar cerca de dos décadas antes de poder consolidar su carrera.

El (supuesto) agravio

Hoy, su más reciente pieza, «Sincretismo», instalada en el camellón de la Calzada Federalismo, entre Juan Álvarez y calle Hospital, en Guadalajara, ha desatado la ira de quienes ignoran su obra y el duro camino que ha tenido que recorrer para hacerse del destacado lugar que hoy ocupa en el arte dentro y fuera de México.

Aunque parezca increíble, existe la petición expresa de que la escultura sea retirada; también se prepara una marcha convocada por grupos católicos de Guadalajara en «desagravio» por la osadía del maestro Ismael Vargas quien buscó generar con su obra una fusión integradora entre la Coatlicue y la Virgen de Guadalupe.

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