Cultura
Los Clásicos aburren

Los clásicos aburren. Sí, el título de esta columna es una afirmación, no una pregunta.
Dos verdades que tal vez les duelan a los puritanos de la literatura clásica es que algunos de los grandes títulos de la historia se están haciendo realmente viejos y la otra es que por más que existan en mil presentaciones, son vendidos en masa principalmente porque en las escuelas se los ponen a leer a los alumnos, quienes tal vez encuentren aquí los motivos para odiar la lectura.
Fuertes declaraciones, pero sinceras. Hay que aceptar que los grandes clásicos de la literatura siguen siendo objeto de discusión intelectual, de «yo sí leí a Shakespeare y lo disfruté», o qué tal el: «yo me aventé el Quijote completo con sus casi dos mil páginas».
¿Dirán la verdad? Yo digo que estas afirmaciones habrá que creerlas cuando el que tengamos enfrente sea una persona ya entrada en años o un dedicado al estudio literario. Y aún así, yo dudaría un poco.
Voy por partes. Ya he hablado en anteriores ediciones en este espacio de lo que representan para los actuales lectores los Best Sellers, las sagas juveniles o los libros de superación, son lo que se consume en masa, aunque creo que ahí sí podría agregar a los títulos clásicos y sus diversas impresiones por pintorescas editoriales. Pero ya dije porque entran ahí.
Me explico. Si yo quisiera inculcar el gusto a la literatura a mis hijos, creo que me brincaría los Clásicos, que se han convertido en libros aburridos, libros con un lenguaje ya no tan fácil de consumir y que a la larga provocaría que en esos nuevos lectores mejor les interesara lo que hay en redes sociales, la tele o las series.
¿Se disfrutan los clásicos?
Esa es mi visión de lo obsoleta que está la literatura clásica. Ir a una escuela y preguntarle a los alumnos si de verdad disfrutan leer al Periquillo Sarniento, Bodas de Sangre o a unos que les va más duro con Anna Karenina o Flaubert, las respuestas serán variadas, pero sin duda llegarán al mismo puerto, ya no son tan divertidos o fáciles de digerir.
Los puritanos pegan de gritos cuando alguien dice nunca he leído a Víctor Hugo, o peor aún que alguien les diga que les da flojera, o que se vuelve muy denso poder leer y disfrutar a Dostoyevski o Tolstói. Y es que esa mentalidad renuente les impide ver que en pleno siglo XXI hay escritores que vale la pena empezar a considerar como clásicos.
Quien impide que Murakami, Aramburu o Dona Tartt sean las nuevas voces de la literatura, aceptar que hay un pasado y un presente y que obviamente habrá un futuro. No seguir en discusiones de que lo que se hizo es mejor por… (inserte aquí su eterna verdad intelectual). Hay mucho que agradecer y reconocer a las letras clásicas, pero es un hecho que hay libros que hoy en día nadie lee bajo su propio riesgo.
Incapacidad para leer clásicos
De verdad. Saben lo complicado que es tomar Moby Dick y pretender que divierte. O intentar buscar el sentido de lo que quiere decir el Ulises de Joyce. Y que me perdonen, pero yo sufrí como nunca, incluso pensé en nunca volver a tomar un libro, todo debido a lo infumable que es el Retrato de Dorian Gray de Oscar Wilde, parece que estás leyendo una egocéntrica entrevista y charla entre dos personajes, que para un alma de 10-11 años no hacía más que aburrir.
Hay otros que hay que aplaudir su legado, pero no quedarnos con que más allá no hay nada. Por ejemplo, George Orwell, un adelantado a su tiempo y que nos dio bastantes predicciones de lo que hoy es el presente. Y es muy común que las referencias se quedan en él, merecidamente, sin embargo, hay libros después de 1984, hay más crítica después de Rebelión en la granja, y hay cosas que se necesitan actualizar y no quedarnos en las lecturas del pasado. Es como si siguiéramos fieles a las odas e ilíadas de Homero, y no prestáramos atención a los mundos de Tolkien, Rowling o Martin.
Las pequeñas joyas
Es por ello que creo que de a poco hay una generación completa que le ha quitado la vista a la literatura clásica. Sin duda hay muy buenos autores de los cuales hablar en este momento, que se vuelve incluso cansado echar un vistazo a lo que tantas veces hemos escuchado hablar, nos han obligado a leer o incluso hemos visto en múltiples adaptaciones al cine. Es claro que no morirán, pero sí creo que pasarán a un segundo plano, con la posibilidad de que los anaqueles presuman lo nuevo que hay que leer de autores de verdad prometedores.
En esa lista creo que hay calidad en escritores como Kazuo Ishiguro, Roberto Bolaño, Junot Díaz, J.M. Coetze, Albert Camus, Vladimir Nabokov. Más apegados al mantenerse vigentes están Joël Dicker, Haruki Murakami, aunque muchos lo odien, pero es complicado hablar mal del legado de Vargas Llosa o Pérez-Reverte.
Pero bueno, esto es al final del día lo maravilloso que es el mundo de la literatura, que permite entrar a estos debates y saber que cada día en las librerías, a pesar de no ser clásicos ni Best Sellers, hay títulos que de verdad valen la pena, pequeñas joyas que piden a gritos ser leídas para entonces dar de que hablar.
Óscar Beltrán ha trabajado en medios impresos y radiofónicos como reportero en las fuentes de cultura, policíaca y deportiva. Ahora se desempeña como editor en jefe de la aplicación para smartphone “Plans”.
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Cultura
Ismael Vargas será galardonado en el Festival Cultural de Mayo

Ismael Vargas tiene un lugar privilegiado dentro de la plástica nacional. Con 65 años de trayectoria, este pintor nacido en Guadalajara invita en cada una de sus obras a redescubrir los elementos de la cultura mexicana.
Con sus pinceladas transforma el lienzo blanco en paraísos de mariposas monarcas, de rosas, de telas, de rebozos, de frutas, de artesanías, de aves.
Vargas considera que cada hombre debe crear su paraíso, ese que él encontró entre los colores y las texturas.
El artista será reconocido con el Galardón Don Jorge Garciarce Ramírez en la categoría de Creación Artística, en el marco de la edición 28 del Festival Cultural de Mayo.
En la ceremonia, que se celebrará el próximo viernes 23 de mayo en el Teatro Degollado, a las 20:30 horas, también se reconocerá a Lorenza Dipp, en la categoría de Promoción Cultural; y a Enrique Ibarra, por su trayectoria en el servicio público y la docencia.
Ismael Vargas es un creador a la vieja usanza, no espera la inspiración, él es un hombre de rutinas que incluyen pintar por la mañana y leer por las noches.
Vargas comenzó su carrera en 1963, cuando presentó su primera exposición en el Patio de Los Ángeles, en el Barrio de Analco.
Entonces tenía 16 años, pero ya llevaba años dedicando su trazo a las pinturas clásicas que se mostraban en las cajas de cerillos Clásicos de Lujo de empresa La Central.
En esas cajitas, La Gioconda, de Leonardo da Vinci, lo conquistó como a muchos hombres y mujeres en la historia.
A partir del asombro de un niño espectador es que comenzó a pintar de manera autodidacta.
Su obra se ha expuesto en infinidad de museos del país y del extranjero y autores como Elena Poniatowska, Carlos Fuentes, Abigael Bohórquez, entre otros, dedicaron algunas de sus letras a elogiar el trabajo plástico de Ismael Vargas.
Espacios públicos en Guadalajara y en Monterrey tienen su obra. En la Perla Tapatía se encuentra su trabajo más polémico: Sincretismo, escultura ubicada en el camellón de avenida Federalismo, entre las calles de Juan Álvarez y Hospital.
Esta pieza, que muestra a la diosa náhuatl Coatlicue y a la Virgen de Guadalupe, dividió a los creyentes católicos. Unos ven en la pieza un homenaje a la fusión de dos culturas y otros, la blasfemia.
A lo que Ismael Vargas responde que el diablo está en los ojos de quien lo mira.
Para saber:
El Galardón Don Jorge Garciarce Ramírez, que celebra su segunda edición, reconoce a quienes han destacado en el ámbito cultural y lleva el nombre del ex presidente del Consejo de Administración de Consorcio Aga.
TAMBIÉN TE PUEDE INTERESAR: ISMAEL VARGAS: EL LARGO Y DURO CAMINO DEL ARTE
Cultura
Globo, Museo de la Niñez celebra 25 años con cartas a la futura Guadalajara

Del 24 al 27 de abril, Globo, Museo de la Niñez de Guadalajara se transforma en un laboratorio de imaginación, memoria y deseos a futuro, en el marco de su 25 aniversario.
El Globo, Museo de la Niñez cumple 25 años y lo celebra como mejor sabe hacerlo: escuchando a las y los niños.
Durante cuatro días consecutivos —del jueves 24 al domingo 27 de abril—, el espacio ofrecerá un maratón de actividades culturales y artísticas, de 10:00 a 18:00 horas, pensadas para que niñas y niños se expresen, imaginen y se proyecten hacia el futuro.
Uno de los actos centrales del festejo será la activación del Dispositivo I de la serie “Ejercicios para futurizar”, del artista contemporáneo Michele Lorusso.
La pieza, gemela de una actualmente exhibida en el Museo LACMA de Los Ángeles, invita a la niñez a escribir o dibujar un mensaje para su yo del futuro y para la Guadalajara que sueñan.
Los mensajes serán resguardados en una cápsula del tiempo que se abrirá dentro de algunos años.
La instalación permanecerá activa hasta el 31 de mayo, permitiendo que más visitantes se sumen a este ejercicio epistolar.
Entre las actividades destacadas del aniversario están:
“El Museo de mis Sueños”, un taller de participación ciudadana donde niñas y niños de 10 a 12 años, junto con el Instituto Electoral y de Participación Ciudadana, construirán un manifiesto con sus deseos para el museo del futuro.
“Jalisco en cortito”, proyecciones de cortos documentales realizados por niñas y niños del taller audiovisual Un, docs, tres por mí.
“Suspiros Migrantes”, taller sensorial para la primera infancia con escenofonía basada en voces de madres e infancias migrantes.
“Breaking con calma”, taller de danza urbana con enfoque lúdico y autocuidado.
Concierto didáctico a cargo de la Banda Municipal de Guadalajara, especialmente preparado para las infancias.
“Manchas de la Luna”, una obra de títeres de mesa que aborda el abuso sexual infantil en contextos familiares, tratándolo con la sensibilidad que el tema exige.
El concierto de clausura estará a cargo de Hermanax, agrupación de rock indie-alternativo que conecta con la niñez de todas las edades, incluidas aquellas que viven en cuerpos adultos.
Este museo se ubica en la Unidad Reforma en el barrio de Analco.
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