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El día que todos fuimos Maradona #TreintaDías30TirosAGol
Todos fuimos Maradona…
“El futbol, sin sufrimiento, no es futbol”.
Cristóbal Bley
Entre júbilo y tragedia
Habrá que aceptarlo con resignación, los mexicanos no podemos disfrutar un mundial de futbol en santa paz. La falta de constancia convierte nuestra historia futbolera en toda una peregrinación en donde lo mismo caben las expresiones de júbilo que los llantos de las tragedias. Los cuetes, los mariachazos y los cánticos, las promesas y los agradecimientos.
Lo nuestro es el alarido, el padrenuestro como grito de aliento. Un juego de nuestros verdes debe provocar que se prometan tantas mandas como durante un desastre natural. Como en la penitencia de la carne que estimula el espíritu, nuestros pateabalones parecen creer que entre más empinado sea el camino y grande el sacrificio, la gloria será mayor.
El marchante en la peregrinación hace más doloroso su calvario y se pone pencas de nopal en pecho y espalda. El seleccionado nacional se olvida del estilo de juego y además se mete un autogol.
A sufrir, a llorar y a rezar. No seremos los únicos, pero junto con los argentinos, en este mundial, ya somos los campeones de las mortificaciones.
De leyenda a meme
Diego Armando Maradona es una leyenda que como los monumentos históricos se va desgastando y manchando con el tiempo. Para los cuarentones, el Diego es la sombra rechoncha de un mago de las canchas. Para las nuevas generaciones ya solo es un viejo que adoran los nostálgicos y cuyas proezas van diluyéndose en YouTube. Muchas fallas puede tener el de Villa Fiorito, pero lo que nunca se pondrá en duda es la pasión por la camiseta albiceleste.
Ayer leyenda, hoy meme. Los medios nos atascaron de las imágenes de un Maradona descompuesto que gozó y sufrió el agónico triunfo argentino. De la mirada de éxtasis tras el gol de Messi a la furibunda gritería dirigida a quien sabe qué enemigo real o imaginario. Al final lo retiraron como a un juguete viejo al que se le agotaron las baterías.
Cambio de escenario. Tocaba el turno a la tragicomedia azteca
Mucho se ha hablado del partido. Que si los jugadores salieron muy confiados, que sí hubo un cambio de estrategia. Eso es tema para los teóricos del deporte, la realidad es que el equipo mexicano fue otro, diferente al que vimos en otros juegos, pero la afición mexicana siguió siendo la misma, la que le pone musicalidad a la tragedia, la afición que representa a esa sociedad mexicana que vive permanentemente con el síndrome de Marga López, acostumbrada a sobrevivir (no a vencer) al sufrimiento.
El destino caprichoso puso el drama con la posibilidad de quedar fuera de la competencia ganando dos juegos y perdiendo solo uno y dependiendo de lo que hiciera un equipo de nombres impronunciables. El futuro de la gloria nacional en las piernas de extranjeros y peor aún, de los coreanos, un equipo cuyo mayor mérito táctico había sido cambiarles las casacas a sus jugadores en los interescuadras para confundir a los espías de los equipos contrarios.
El realismo mágico dejó por un rato a la literatura y se cobijó en los estadios de futbol y los últimos minutos del partido de la selección nacional, fueron de alarido… por lo que estaba pasando en otro juego a mil kilómetros de distancia.
Con un 3 a 0 en contra la taquicardia se nutría de los ecos de lo que sucedía en Kazan, donde los coreanos resistían el bombardeo de unos alemanes a los que les sobraba la pólvora, pero les faltaba la puntería.
Alternancia
Los aficionados mexicanos dejaron de ver el juego y se concentraron en sus dispositivos, alternando entre el Twitter y la calculadora.
Siguen cero a cero, hace un minuto sí, pero quién sabe, atajada del portero coreano, ¿dónde dice?, ¡ay, casi entra!, ¿la de quién? Los mexicanos jugaban al viejísimo teléfono descompuesto con celulares con tecnología de punta.
A los de las televisoras de plano se les olvidaron los compatriotas y le dieron vuelo a la mezcla dura de la Metafísica con la esperanza; los comentaristas mexicanos de Televisa gritaron como nunca un gol que nunca vimos y que ocurrió en otro lado.
Va a sonar raro pero los verdaderos martirios no acaban cuando todo se termina. Se acabó el juego de los mexicanos, pero la tensión no culminó con el silbatazo del árbitro y la realidad se volvió hilarante, confusa, tan mexicana, pues.
Confusa felicidad
La televisión nos mostraba la imagen de Edson Álvarez, autor del autogol hecho un mar de lágrimas, pero lo que se escuchaban eran las expresiones de júbilo por los goles de los coreanos, que de carambola nos mantuvieron en la competencia agarrados de un clavo ardiente.
Y al final llegó el final de la esquizofrénica jornada. Y no sabíamos si celebrar o quedarnos quietecitos. ¿Cómo les fue? Perdimos, pero bendito dios nos fue bien.
Otra vez la sensación de que sobrevivimos al huracán, pero quedamos enterregados. Y nos dejamos caer en el sillón, con los brazos sueltos, que nos dé el aire, que nos aflojen el cinturón, que nos da el soponcio y que son muchas emociones para un pinche ratito.
Por primera vez todos nos sentimos Maradona afuera de una cancha de futbol.
José Alonso Torres es un enamorado de los deportes y un permanente cazador del asombro.