Deportes
Getsemaní
“Ningún jugador es tan bueno como todos juntos”.
-Alfredo Di Stefano-
Los discípulos y compañeros duermen a pierna suelta muy quitados de la pena. Antes de acostarse se encomendaron a su mesías, después de todo, ÉL es el elegido que los sacará de apuros… como casi siempre. ÉL no puede dormir, sabe que las tinieblas los rodean, le cuesta respirar, como si una pesada losa de concreto aplastara su pecho.
El niño que le hacía los mandados a su mamá solo si lo dejaban llevarse una pelota para seguir jugando por el camino hoy se siente cansado y atribulado por el juego. El niño se llama Lionel Andrés Messi Cuccitini y es el mejor futbolista del mundo.
Los héroes se gestan por su gloria, pero también son recordados por sus tragedias y en el siglo 21 son recordados en bytes por sus victorias que apenas superan por poco el eco de sus fracasos. El ser humano es olvidadizo y tolerante con su propia mediocridad mientras se regodea con el derrumbe ajeno. El ataque al que pierde aun representándonos alivia nuestra capacidad a la derrota personal.
Argentina tuvo a un Di Stefano, que no estuvo ni cerca de ganar un mundial; después llegó Maradona, que fue campeón del mundo, fue el finalista de otra y nunca tuvo oportunidad de vencer en la Copa América. Actualmente las conquistas se pagan más baratas: a Messi hay quien lo considera mediocre porque no ganó un Mundial y perdió 2 copas América. Sus títulos de campeón juveníl y medalla de oro olímpica son considerados “menores”.
Argentina estuvo a punto de quedarse fuera del mundial. Tuvo que llegar de nuevo su Mesías a rescatarlo en la última jornada de la clasificación.
Sin embargo, sabemos que el destino de todos los redentores es terminar crucificados…
Messi, sin pedirlo, terminó por ser responsable del estado de ánimo de una nación. La condición física y mental del 10 argentino es un asunto de Estado.
La historia de Messi con la selección mayor de Argentina tiene una narrativa de viacrucis. Es la historia del pequeño David enviado a derrotar ejércitos completos y uno que otro Goliath. El eco argentino es un mismo susurro: en tus piernas encomendamos nuestro destino.
Poco importa la terrible corrupción en el futbol argentino que dinamitó los procesos de formación de jugadores.
Poco importa el tráfico de influencias y de intereses económicos entre directivos e incluso periodistas en la nominación de directores técnicos, jugadores, esquemas de planeación y proyectos a futuro. Los directivos argentinos gambetean a autoridades y leyes con la misma facilidad que Messi siembra rivales en una cancha de juego.
Si el futbol es considerado una religión entonces deberíamos recordar los antecedentes bíblicos: de poco sirve tener a EL ELEGIDO de tu lado si los que siguen mandando son los fariseos.
Messi está abrumado y tampoco puede darse el lujo de decir que aparten de él ese cáliz. Se sabe solitario en un juego de conjunto y anticipa su calvario.
Los seguidores de Messi y de Argentina hacen una cadena de oración para que la historia que comenzó en Getsemaní en esta ocasión no termine en El Gólgota.
Tiempo agregado:
Una selección prohibió el uso de redes sociales y el sexo durante su concentración.
La otra selección antes de su concentración realizó con una fiesta de antología que duró hasta bien entrado el día siguiente.
Una selección dejó fuera a jugadores con la que ganó el anterior torneo.
La otra selección llevó jugadores lesionados y a uno para que se despida en el mundial como “homenaje” a su trayectoria.
Estas dos selecciones se enfrentan mañana. Que el dios del futbol nos sorprenda o nos agarre confesados.
José Alonso Torres es un enamorado de los deportes y un permanente cazador del asombro.
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RGN