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La patria bipolar #TreintaDías30TirosAGol
La patria bipolar
“Cuanto más difícil es la victoria, mayor es la felicidad de ganar”.
Pelé
La Selección mexicana llegó a su encuentro eliminatorio con antecedentes bipolares: junto con su rival son las únicas dos selecciones que han clasificado a la segunda ronda del mundial desde 1994, aunque los pateabalones aztecas tampoco han pasado de ahí. Pequeño detalle, la constancia es una virtud que sólo se cuestiona desde la derrota.
Opio de las masas
Algunos de los intelectuales que desprecian el futbol y dicen que éste es el opio de las masas se quejan de que el deporte de las patadas sirve para oprimir al respetable pueblo humilde y trabajador y distraerlo de las cosas que realmente importan, como la política.
Entonces, el futbol nos distrae de las penas y sinsabores de la grilla nacional. Se tendría que suponer, porque en nuestro Méjico Májico lo más normal a veces suele ser lo absurdo y hoy pasó lo contrario: la política nos trajo las esperanzas que el futbol nos anticipaba arrebatarnos. El quinto partido sería la cereza de un pastel que el país se merendó una noche antes cuando la población dio un viraje aplastante en el rumbo político nacional.
Cuando se ganó confianza
La Selección nacional llegó a la Copa del Mundo pareciéndose mucho al arranque de la contienda electoral sexenal, con más dudas que certezas el silbatazo inicial dio rienda suelta a los anhelos, calculando que como siempre, con todo y sufrimientos llegaríamos a un destino, incierto, eso sí, pero como se titula un cuento del futbolero escritor Eduardo Sacheri: lo raro empezó después.
Le ganamos a Alemania con determinación para romper quinielas y después a Corea con consistencia para confundir apostadores. Comenzamos el mundial como las naciones desarrolladas en el balompié: confianza, seguridad y civilidad. Hasta erradicamos el grito de ¡Puto! Y la cambiamos por un coro de canción de Luis Miguel; tuvieron que llegar los suecos con su desangelada eficiencia para bajarnos del ladrillo en un partido en el que los nuestros salieron a la cancha con uniformes de lujo y futbol de llano.
Cuando se volvió al estado natural
El encuentro con Suecia nos sirvió para que la Selección no arruinara su sufrida tradición de no poder elegir el propio destino. Algunos afirman “haré esto”, nosotros decimos “Dios dirá”. Así quedamos frente al rival que no pudimos (o quisimos) evitar.
Volvimos a nuestro estado natural en donde la certidumbre le deja su lugar al sueño guajiro. Otra vez el “¡sí se puede!” como grito de batalla en plena jornada electoral. Hoy repetimos goleada, decían unos. Hoy perdemos otra vez, contestaban otros. Quizá el milagro, quizá lo que nunca había pasado en las urnas se repitiera también en la cancha. El “No fue penal” y el “Hubo fraude” tenían que ser gritos erradicados de un pasado que no merecíamos vivir de nuevo. Olvidamos que la felicidad no llega en paquetes de dos.
En el día más importante del año para nuestro futbol, uno de los periódicos más grandes de México tituló “Home Run” en su página principal. ¿Presagio? La nación futbolera amaneció con un presidente electo al que le fascina el béisbol.
El último rival
Lo que sucede frecuentemente no cuenta como profecía. Brasil, que tiene en Neymar a un jugador que gambetea como si fuera de aluminio, pero se queja como si estuviera hecho de porcelana, se aplicó lo suficiente para ganarnos como si cumpliera un trámite burocrático, de esos que a veces se pueden poner un poco tortuosos pero que sabemos que se va a resolver. Tampoco fue tan complicado pues los cariocas se enfrentaron a un equipo en el que había más peróxido que ideas futbolísticas en la cabeza. No debe haber queja, nuestros futbolistas siguen siendo constantes, pero limitados.
Nuevos aires políticos y futbolísticos se vienen
Comienzan ciclos donde la fe se mueve con más rapidez que las suposiciones. El filósofo Aristóteles decía que una esperanza reaviva otra esperanza; una ambición, otra ambición y en la política y el futbol siempre ha aparecido la segunda más que la primera.
Porque los espectadores siempre han puesto más corazón que los del pantalón largo.
Porque hay sucesos que nos hacen abrir los ojos sin que eso implique dejar de soñar.
Porque en nuestra política y en nuestro futbol siempre necesitamos mejores delanteros.
José Alonso Torres es un enamorado de los deportes y un permanente cazador del asombro.