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La dilatada facultad de esperar

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La dilatada facultad de esperar

“Serenidad y paciencia, mi querido Solín, mucha paciencia”.

Kalimán

En la linealidad temporal de series y películas, nuestros sentidos están sometidos todo el tiempo a la acción; al fenómeno del “siempre ocurre algo”, incluso cuando el personaje espera. Si nada ocurre, el paso del tiempo es cortado de un tijeretazo (o un simple clic de mouse) en la sala de edición.

Esta elipsis hace que no nos preocupemos por los tiempos muertos y que el embeleso sea mayor ante cada situación.  No ocurre así en la vida real, en ella, la espera es una de las actividades en que pasamos, según algunos cálculos subjetivos, un promedio de 500 días de nuestra existencia.

“A Veces Ni Eso” / La Bien Querida

Esperamos el autobús, la salida de un vuelo o la llegada de un viajero. Aguardamos una cita en el médico o el dentista. Hacemos largas colas al hacer un trámite de gobierno. Esperamos en un atasco vial sin posibilidad de movernos, o en la fila de un banco por un pago que nos urge.

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También tenemos esperas mucho más trascendentales; esperamos que llegue al amor de nuestra vida, o a que regrese el que alguna vez lo fue. Esperamos un ascenso, una beca, una promoción, lanzar un negocio o una mejora en nuestras condiciones de vida. Esperamos la llegada de la muerte, nuestra única certeza.

“Haja Que Houver” / Madredeus

La paciencia es una facultad de la que carecemos cuando somos pequeños. Un niño cae fácilmente en el aburrimiento durante un viaje, especialmente porque necesita estímulos constantes y diferenciados; no ha desarrollado la capacidad de estar consigo mismo, ni el nivel de concentración para abstraerse en alguna otra actividad o reflexión mientras espera.

Curiosamente, la serenidad de la espera es algo que se desarrolla con el paso de los años. Mis padres, que ya pasan de los 70 años, son sorprendentemente pacientes ante cualquier situación, especialmente en una edad en que las visitas al doctor son cada vez más frecuentes.

La contradicción es sugestiva, entre menos tiempo tengamos por vivir, mayor es nuestra capacidad para esperar. De jóvenes queremos que todo ocurra aquí y ahora, comernos el mundo aún cuando enfrente tenemos un alud de tiempo por transcurrir.

“Patience” / Micah P.Hinson

En su correspondencia constante, a lo largo de su vida con el escritor Juan Carlos Onetti, la poetisa uruguaya, Idea Vilariño, caviló sobre este acto de la espera como un evento con valor intrínseco, más que como un mero tránsito hacia otro lugar: El proceso es el disfrute; la disponibilidad del amor por encima del acto amoroso; la trama prosperando encima del desenlace.

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“Estoy aquí en el mundo, en un lugar del mundo esperando, esperando, ven o no vengas, yo me estoy aquí esperando”, escribe la autora en un elogio al ejercicio de la soledad.

“Waiting In Vain” (Cover Bob Marley) / Annie Lennox

Esperar, es así, un oficio de artesanos, que se construye lentamente, hundiendo el dedo en el barro, una construcción interior. Caer presos de la desesperación y la ansiedad es uno de los actos más sufribles del mundo, al menos intelectual y emocionalmente.

En esos momentos de espasmo, en los que debemos aguantar estoicos para obtener lo deseado, más nos vale aguardar, permanecer y entregarnos al disfrute de lo previo.

“Bisbee Blue” / Calexico

 

Oliver Zazueta    Altavox    Música

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