Cultura
Yes, no, maybe, i don’t know

Con el paso de los años casi todos los bastiones de mi felicidad infantil han ido cayendo. Derribadas una a una por mi rol de profesionista, la obligación de pagar recibos o la preocupación de volverme millonario antes de los 30, aquellas cosas que me hicieron feliz cuando niño o adolescente han terminado por extinguirse o volverse una sombra de lo que algún día fueron.
Para muestra están programas como El Chavo del 8, el cual si bien fue importante para mí, no me partió el alma al emigrar de Netflix a Blim. Y no lo digo de dientes para afuera, porque quien me conoce bien sabe que la obra maestra de Chespirito marcó por muchos años mi horario para dormir: después del Chavo se bajaba el telón.
Y así le pasó a otras tantas cosas: no he comido Rancheritos con vinagre desde hace lustros y si volvemos a lo televisivo, también pudiera contarles que programas como Yu-Gi-Oh han perdido su encanto a pesar de causarme melancolía. A veces, por mero recuerdo, he tratado de verlo y a los cinco minutos me encuentro bostezando. Un efecto semejante a encontrarte con quien te gustaba en la prepa sólo para darte cuenta que siendo sinceros, estaba un poco de hueva.

Yu-Gi-Oh han perdido su encanto a pesar de causarme melancolía
Pero entre tanta telaraña y melancolía aún hay un puente firme que conecta a el nuevo yo con mi vida pasada: Malcolm el de en medio.
No les miento si les digo que es mi serie favorita desde antes de saber siquiera qué era una serie. Previo a que Dexter, Dr. House, Braking Bad u Orange Is The New Black (no homo) me embelesaran con su magia, una tercia de niños malcriados se adueñó por completo de una gran parte de mis horas de sillón.
Lo curioso es que, como ya les dije, sigue siendo tan buena como antes. Algo así como la Coca Cola, pero sin el dolor de riñones o el riesgo de engordar y diabetes. Incluso he visto al público más exigente rendirse ante Malcolm: “Es de las pocas series que no me caga en su versión doblada al español”, me dijo mi amigo y colega Daniel Rincón.

Malcolm el de en medio
Otro ejemplo de la grandeza de esta serie sucedió hace apenas unos días en una gira por el estado siguiendo al equipo de beisbol Charros de Jalisco: volviendo a Guadalajara desde un lugar llamado Magdalena, el chofer del camión, entre todo su catálogo de DVDs, escogió uno con capítulos de Malcolm el de en medio. Los más viejos pidieron a gritos que quitaran eso de la tele, pero cedieron ante un lapidario “ssshhhh” de la mayoría.
Sin embargo, lo verdaderamente grande de este suceso no fue que Malcolm le ganara la partida a los grandes clásicos de los viajes en camión (El Estudiante o Rápido y Furioso), sino que una serie de los años 2000 pudo superar en rating al ser más glorioso al que Ricardo Arjona o Vicente Fernández pudieran haberle rendido homenaje alguna vez: la mujer.
Pasa que entre las compañeras de viaje de aquella gira había una cara nueva, una mujer de tez blanca, rubia como la mantequilla y con aires de musa, homóloga de la vikina por aquello de orgullosa y altanera, misma que tenía a más de tres intentando platicar con ella en el trayecto de regreso a casa. Unos, los más obvios, incluso se abrazaron al respaldo de su asiento con tal de ir conviviendo con ella.
Pero entonces el interés terminó de tajo al encenderse el televisor, bastó un “mira es Malcolm” para que acabara el idilio y todos se acomodaran en el asiento para ver la TV. Nada más importó, fue como en aquel capítulo donde Reese renunció a besar a una de las chicas populares de la escuela al darse cuenta de que traía en la bolsa el chupón del pequeño Jamie, esto en el capítulo “Cuidando al bebé”.
En fin, a mis plenos 25 años son pocas las cosas que sobreviven de mi infancia. Extraño series como Le temes a la obscuridad o Escalofríos, pero por gracia de algo más allá de este mundo, existe un ser bondadoso que decidió crear en Facebook la página de Malcolm en vivo, plataforma en la que esporádicamente transmiten en HD horas y horas de esta serie. Desde el día en que di con esa fanpage ya no hay más “live is unfair”.
Cultura
Jardín del Arte, una escuela con amor a la técnica

Hace ocho años, una idea inspirada en los populares talleres de pintura con vino en Estados Unidos, dio origen a Jardín del Arte, un proyecto que hoy se ha convertido en una escuela artística formal que da prioridad a la técnica.
La fundadora, Cecilia Burgos, trajo a Guadalajara el concepto de clases de pintura acompañadas de vino, mucho antes de que se popularizara en México. Lo hizo junto a su hermana, María Burgos, quien pronto asumió el liderazgo del espacio para transformarlo en un taller artístico integral.
“Nos dimos cuenta de que muchas escuelas eran muy costosas. Una mensualidad de cuatro clases podía costar más de 3 mil 500 pesos, sin incluir materiales”, cuenta María Burgos, también artista.
“Yo creo que el arte debería ser una materia obligatoria, no tanto para que todos sean artistas, sino como una vía de expresión emocional y personal. Todos deberíamos tener esa oportunidad”, expresa María Burgos, quien después de explorar técnicas como el óleo, el gis y el carboncillo, encontró en la acuarela una forma de fluir con el color.
Su propuesta para Jardín del Arte es clara: ofrecer clases accesibles que incluyan todo el material necesario, para que nadie se quede sin experimentar la pintura por falta de recursos.

La oferta de talleres
Actualmente, Jardín del Arte ofrece talleres de óleo, acuarela, escultura, tejido y, por supuesto, el original taller de vino y pintura.
Cada clase está diseñada para adaptarse al nivel y ritmo de cada persona, sin importar si es principiante o ya tiene experiencia.
Hay opciones desde 700 pesos mensuales, o paquetes de ocho sesiones por mil 600 pesos, que pueden tomarse en horarios flexibles entre semana o durante los fines de semana.
El equipo docente está conformado por artistas con amplia experiencia, quienes comparten su conocimiento e incluso algunos trucos.
Uno de ellos es el profesor Ernesto Álvarez, quien ha formado alumnos constantes desde hace más de dos años, ayudándoles a desarrollar su talento a partir del dominio en técnicas avanzadas de dibujo y pintura.
Ernesto Álvarez es un pintor y escultor, así que busca que sus alumnos aprendan realmente las técnicas clásicas, ya que justo de eso adolece el arte contemporáneo, de la formalidad y del conocimiento preciso, asegura.
Álvarez busca que sus alumnos dominen de la mejor manera el oficio del artista. Como pintor figurativo, le gusta integrar elementos mágicos y sobrenaturales en sus obras, pero su objetivo principal es que cada estudiante encuentre su estilo.
“Nosotros creemos que todas las personas tienen capacidades similares, pero a quien le guste las artes plásticas puede acercarse con nosotros (…) para profundizar y sabemos que las personas tienen otras actividades y nosotros nos adaptamos a ellos”, comenta Álvarez.
“Llevamos un programa que parte de dos columnas fundamentales: la técnica y el mensaje (…), desde técnicas clásicas hasta arte contemporáneo, pero arte contemporáneo bien hecho con esos fundamentos que dignifican el oficio”.

Además de las clases, el espacio promueve la participación de los estudiantes en exposiciones y subastas con causa, para así brindar una salida real al trabajo y a las obras desarrolladas en Jardín del Arte.
El proyecto acepta estudiantes de todas las edades, desde niños de seis años hasta adultos mayores.
Para conocer más sobre Jardín del Arte o inscribirse a alguno de sus talleres, se puede consultar su cuenta de Instagram: @jardindelartegdl o enviar un mensaje por WhatsApp al 33 2925 9746.

¿Qué es el taller de vino y pintura?
Los talleres de vino y pintura, también conocidos como paint and sip, surgen en Estados Unidos en 2007, después de la devastación que dejó el huracán Katrina, como una manera de recuperar la convivencia a través del arte.
La propuesta es sencilla: disfrutar de una copa de vino mientras se pinta un cuadro, guiado por un artista que facilita el proceso paso a paso.
Los participantes no requieren experiencia previa para trabajar en una obra, en las clases aprenderán la técnica para desarrollar su voz artística.
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Cultura
En mayo y diciembre danzarán a Sincretismo

Danzantes prehispánicos celebran a la maternidad mexicana en la escultura Sincretismo, de Ismael Vargas; planean repetir la ceremonia en diciembre, mes de la Virgen de Guadalupe.
Con una emotiva ceremonia de danza tradicional, el grupo Huehuetlatolli volvió a llenar de energía el camellón de la avenida Federalismo, donde se encuentra la escultura “Sincretismo” del artista tapatío.
En esta ocasión, la cita fue el 17 de mayo, en el marco del Mes de las Madres, para rendir homenaje a la figura materna en su doble raíz: la Tonantzin-Coatlicue de los pueblos originarios y la Virgen de Guadalupe del catolicismo.
Esta danza ceremonial, que reunió a 25 danzantes de la Comunidad Indígena de Mezquitán, forma parte de una iniciativa que busca establecer dos fechas clave para celebrar este sincretismo: mayo, por el Día de las Madres, y diciembre, en torno a las festividades guadalupanas.
Un espacio para las dos madres de México
La escultura “Sincretismo”, ubicada entre Juan Álvarez y Hospital, fue elegida nuevamente como el punto de encuentro por representar la fusión espiritual de la Coatlicue mexica y la Virgen guadalupana, símbolo de la compleja herencia cultural de México.
Hacia una tradición de paz y espiritualidad
Este homenaje no solo busca preservar costumbres ancestrales, sino también promover una cultura de paz, espiritualidad y reconocimiento de la diversidad de creencias que dan forma a la identidad mexicana.
Durante el evento también participó el Centro de Yoga y Crecimiento Gandhi, que desde hace años promueve ceremonias en espacios públicos para honrar la conexión entre cuerpo, tierra y cultura.
“Reconocemos el sincretismo que somos: la mezcla de razas, creencias y tradiciones que dan lugar a nuestro México actual. Por eso danzamos a la Madre Coatlicue-Tonantzin-Guadalupe”, señaló Alfredo Moya, director del centro.
Próxima cita: diciembre
El grupo Huehuetlatolli planea realizar una nueva ceremonia en diciembre, cerca del 12 de diciembre, Día de la Virgen de Guadalupe, para consolidar estas celebraciones como una nueva tradición viva, en la que mayo y diciembre se conviertan en meses de reflexión, danza y sincretismo.
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