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Mirar la ausencia

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“La memoria, cuando los interlocutores son difuntos, es el último lazo con la vida y vínculo fundamental con la muerte”: Arnoldo Kraus, Recordar a Los Difuntos

De la muerte se habla poco, pues incluso, cuando recordamos a nuestros muertos, hablamos de sus bondades mientras estaban vivos. Los que continuamos aquí nos alimentamos de sus recuerdos. La muerte para los que seguimos respirando es la vivencia de la ausencia.

Aún no tengo muertos fundamentales en mi vida, al menos no directamente, eventualmente, si no muero antes, los tendré, la evolución orgánica de la vida así lo indica, los hijos veremos partir a los padres. Cuando ocurre lo contrario, suele ser una tragedia inconmensurable.

Experimentar la muerte del otro nos empuja al dolor, la carencia, el duelo y la nostalgia, en ese orden. El médico Arnoldo Kraus en Recordar a los Difuntos (Sexto Piso, 2016) resalta que, en relación con las muertes cercanas, los seres humanos aprendemos a cohabitar con los huecos, a encontrarle uso a lo que ya no está y que, en dichas circunstancias, la memoria se convierte en un antídoto o paliativo ante la inexistencia.

La Muerte / Monsieur Perine

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Quizá es por eso que los cementerios en México, cada 1 y 2 de noviembre, se repletan de familias, quienes durante todo el día recuerdan las bondades del ausente —de las maldades para qué hablamos, no se vale amargarse el día—, se les cantan sus canciones, se les llevan sus platillos favoritos, en ese sentido, seguimos siendo tan prehispánicos como hace más de 500 años, hacemos altares de muertos e invitamos a los que se fueron a que regresen a convivir con nosotros.

En sus investigaciones sobre la muerte en las civilizaciones precolombinas, el arqueólogo Eduardo Matos Moctezuma ha encontrado una constante que se repite en otras culturas. El juego del retorno de los muertos desde el Mictlán y el Tlalocan al mundo de los vivos –base del mito sincrético de nuestro actual Día de Muertos— se arraiga en la feroz idea de negarse a morir y desvanecerse en la nada.

La naturaleza entera le dice al ser humano que ese momento va a llegar, afirma Matos, se observa en todo su alrededor, es ineludible, no obstante, su poder creativo lo lleva a negarlo, y ante ello, crea una serie de mundos a los que irá después de la muerte y de los que es posible regresar para ver de nueva cuenta a tus seres amados.

Last Kiss / Pearl Jam

Sus Ojos se Cerraron / Andrés Calamaro

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La ausencia en lo cotidiano es distinta. La mayor parte del tiempo no reparamos en ella, sin embargo, los muertos nunca terminan de irse, como lo reconoce Tomás González, en La Luz Difícil (Alfaguara, 2011), un relato desgarrador e intenso de la pérdida de un hijo parapléjico, quien decide terminar con su existencia.

“(…) incluso la pena en mi corazón se ha ido secando, como la humedad en una fruta, y es poco frecuente que el recuerdo de lo ocurrido de repente me agite otra vez, como si hubiera sucedido ayer, y me haga tragar fuerte, para controlar cualquier sollozo. Pero aún ocurre, y la congoja amenaza entonces con doblarme (…)”, dice González.

La pérdida de alguien cercano es una inevitable metáfora de nuestro propio fin, pero también el inicio de la dolencia de pasar el resto de la vida sin su presencia, es un acto vinculado al amor, el afecto y al vacío; la ofrenda para su regreso implica una compleja cadena simbólica, con atributos filosóficos y espirituales, pero sobretodo, una demostración rotunda del rasgo humano de la emoción.

Do You Realize? / The Flaming Lips

La Historia de un Sueño / La Oreja de Van Gogh

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