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La monstruosidad

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“Yo he tenido tantos nombres, nombres viejos que sólo pueden pronunciar el viento y los árboles. Yo soy el monte, y el bosque y la tierra. Soy un fauno”.  El Laberinto del Fauno

Algunas tribus de los pueblos amerindios de la región de los Grandes Lagos, entre Canadá y Estados Unidos, creen en la existencia de un ser llamado Wendigo, criatura mitológica de aspecto bestial que devora humanos, al que se relaciona con el canibalismo y el frío extremo.

Algernon Blackwood, en su relato El Wendigo (1909), basado en las leyendas de los nativos algonquinos, se refiere a él como un ser que personifica El Llamado de la Selva, en el que los individuos se precipitan hacia su propia destrucción. Su espíritu podía poseer las almas de los hombres y volverlos irracionales, iracundos y capaces de devorar a sus semejantes.

“(…) Una especie de voz lastimera y ululante como el viento, que sugería la presencia de un ser solitario e indómito, tosco y a la vez increíblemente poderoso”, cuenta Blackwood en su texto.

Wendigo / Penny and Sparrow

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Este monstruo ha sido retomado por H.P. Lovecraft, Stephen King y hasta por la editorial Marvel, que lo ha puesto a pelear contra Hulk, o contra SpiderMan y Wolverine en una serie que ilustraría Tood McFarlane —creador de Spawn—.

La monstruosidad es una de las compañeras más fieles de los hombres en su tránsito histórico. Vivimos inventando especímenes que aterrorizan a nuestros hijos a grados superiores: El basilisco que fulmina con la simple mirada a caballeros medievales; el gigantesco kraken que hunde barcos y devora marineros; el chupacabras que succiona la sangre de los animales de granja en México.

Los bestiarios, o compendios de bestias, abundan desde la Edad Media hasta autores más recientes —Desde altas elaboraciones literarias como las de Borges, Cortázar ó J.R.R. Tolkien, hasta las candorosas y juveniles de J.K. Rowling—, y es moneda corriente entre los fanáticos de los juegos de rol como Calabozos y Dragones.

Bua Ja Ja Já / Luis Pescetti con Cordal Swing

Lullaby / The Cure

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Guillermo del Toro, el cineasta tapatío que más relación ha creado con los engendros fantásticos, en filmes como El Laberinto del Fauno, Titanes del Pacífico o la más reciente, aún por estrenarse en este país, La Forma del Agua, ama a los monstruos por lo que pueden enseñarnos de nosotros mismos y porque sus imperfecciones nos permiten desarrollar el verdadero poder de buscar la belleza en el horror.

Dos obras ilustran de forma exacta este axioma: El comic, Soy Una Matagigantes (Joe Kelly y Ken Niimura) y la novela Un Monstruo Viene a Verme (Patrick Ness), en el que cada protagonista, a través del miedo, la muerte y la fantasía, descubre la belleza de la oscuridad, a través de relatos cruentos que tocan fibras sensibles.

Scary Monsters (And Super Creeps) / David Bowie

“My Beloved Monster” / Eels

El horror fantástico es también piedra angular como metáfora anclada en la realidad; no se puede negar que lo ocurrido en el espacio terrenal muchas veces es más atroz y brutal que lo que pasa en la ficción, ahí están los regímenes totalitarios y dictadores que han asesinado con métodos inhumanos a millones.

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Los monstruos personales crecen a nuestro par, ya sea dentro del armario o debajo de la cama, como los tenían los personajes de la tira Calvin y Hobbes, estos esperpentos nos hacen entender que la naturaleza de la vida es enfrentar los miedos, antes que ellos nos devoren pedazo a pedazo, deshebrando entre sus dientes nuestras ilusiones.

El Hombre del Saco / Vetusta Morla

Making Monsters for My Friends / The Ramones

 

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