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Promesa de justicia incumplida

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Por Analy S. Nuño

El viernes pasado Cuarta en colaboración con periodistas de nueve estados coordinadas por la Red de Periodistas Mexicanas presentó la segunda parte del reportaje conjunto sobre el perfil de las mujeres asesinadas.

En Jalisco los datos son claros: jóvenes de 18 a 25 años, con preparatoria terminada y solteras, son las que corren más riesgo de ser asesinadas en la vía pública.

Detrás de cada una de las 524 mujeres asesinadas en la entidad entre 2012 y 2015 hay una historia. Aquí les dejamos la historia de Gabriela Ayala, asesinada el 13 de julio de 2015.

Nadie puede obligarte

“Nadie te tiene que obligar a hacer algo que tú no quieras, jamás”. Eran las palabras que Gaby le repetía una y otra vez a Lucía, su madre. Esas palabras son las mismas que acompañaron a Gaby hasta el último día de su vida.

Gaby tenía 18 años y su facilidad para hacer empatía y su alegría marcada siempre por una sonrisa que le iluminaba la cara, la hacían una líder nata que peleaba contra las injusticias. Su amor por la vida le provocaba pensar en muchos planes y proyectos a futuro, como el de ser odontóloga para ayudar a la gente que lo necesitara.

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“Ella era muy bonita, siempre se enojaba porque decía que había muchas injusticias, renegaba de la gente que se aprovechaba de los demás, a ella no le importaba contra quién tenía que pelear pero ella peleaba. En un principio ella quería estudiar medicina pero conforme fue viendo que era tan difícil salir en las listas de la UdeG y que no teníamos presupuesto para otra universidad fue cuando dijo ‘no mamá, voy a ser odontóloga y voy a arreglarle los dientes a todos los ancianitos, yo no voy a lucrar con mi carrera”, recuerda Lucía Villaruel.

Para el 13 de julio del 2015, habían pasado 23 días de que Gaby se graduara de la preparatoria y una semana de que recibiera una amenaza por parte de Luis Enrique Ruvalcaba, después de negarse a ser su novia.

“(Ese día) eran como las 3:15 de la tarde, ella iba con una amiga rumbo a la reunión de trabajo y dicen que el chico la ve y empieza a correr hacia con ellas, ni siquiera le dejó hablar ni defenderse ni nada, solamente le disparó, fueron dos disparos en la cabeza y uno en el torax. Todo fue en menos de una semana, él se le declara, ella le dice que no, y él le dijo que se iba a arrepentir, me dijeron las compañeras de trabajo. Mi hija me decía que era nefasto, que la molestaba, pero nunca vimos la magnitud de lo que el tipo le estaba haciendo. Fue algo muy rápido, no sé si se volvió loco o ya estaba loco, ni idea”.

Ese día, Gabriela Ayala quedó tendida sobre la banqueta, debajo de un árbol, sobre la avenida México, una de las más transitadas de la ciudad. A unos metros se encontraba una patrulla de la Policía de Guadalajara, que no reaccionó a tiempo y dejó que el asesino de Gaby escapara.

Sus compañeros de trabajo poco pudieron hacer, Gaby había fallecido inmediatamente.

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Promesa de justicia incumplida

Han pasado 2 años 4 meses del feminicidio de Gaby. 28 meses de no encontrar justicia, de promesas incumplidas, de tratar de sanar una herida difícil de cerrar, de no encontrar respuestas, de esperar.

Por un lado la Fiscalía General del Estado a cargo de la investigación ha buscado a la familia de Gabriela solo cuatro veces para informales de supuestos avances. Por otro, la promesa de encontrar al asesino que el gobernador Jorge Aristóteles Sandoval hizo a Lucía Villarruel tras el asesinato de su hija, sigue sin cumplirse y ahora se niega a recibirla.

“Me dicen que investigan y que han estado buscando y todo pero yo no quiero avances, quiero resultados. Desde que ella murió me han hablado solo 4 veces.  Pedí una cita con el gobernador hace seis meses y estoy en lista de espera, cuando paso todo me consiguieron una cita con él y me prometió que no iba a ser un caso más, que iba a traer al asesino y que todo iba a estar bien y pues es mentira”.

En las cuatro citas con la Fiscalía le han informado lo mismo: hay avances “muy pequeños” y “creemos que se fue de ilegal a Estados Unidos”.

“A veces hasta me molesta que me manden llamar para una tontería, que me digan eso, sin yo tener un trabajo así lo sé, obviamente no se fue por la vía legal a Estados Unidos. Es como una nube, a veces trato de olvidarlo y digo ‘nada me la va a regresar’, pero también hay días que duele más la impunidad, la mentira”.

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Desde aquel 13 de julio que Lucía Villarruel perdió a su hija, los días no han sido fáciles, hay días que contiene las ganas de “de ir y gritarles a las autoridades, de hacer justicia por mi propia mano” y hay otros en los que no para de llorar.

“Son sentimientos encontrados porque por un lado tienes la esperanza y confías en las autoridades y por otro lado sabes que no están haciendo nada. Les diría que no se vale que mates a alguien y andes libre como si no hubiera pasado nada. Que no nada más mató a mi hija, mató a una familia y que tiene que pagar, no sé si aquí o en otra vida, pero tiene que pagar, no se puede ir así como si nada”.

*Reportaje colaborativo coordinado y elaborado por periodistas de la Red Nacional de Periodistas de Chiapas, Jalisco, Ciudad de México, Guanajuato, Hidalgo, Puebla, San Luis Potosí, Tamaulipas y Tlaxcala.

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