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‘Se están llevando a nuestra juventud’
‘Se están llevando a nuestra juventud’
El ácido sulfúrico, uno de los compuestos químicos más producidos en el mundo, al contacto con el cuerpo humano consume los tejidos, corroe las membranas y disuelve los músculos y la piel; lo que no ha logrado es disolver la indignación que sacude a Jalisco y a México en los últimos días.
Sobre la Avenida Vallarta, un contingente de cerca de 12 mil personas, la mayoría estudiantes de universidad y preparatoria, avanza entre cartulinas y consignas, la más coreada es una que se ha vuelto jingle de la resistencia y el enojo social: “No somos tres, somos todos”.
En Guadalajara van cuatro manifestaciones desde que la Fiscalía de Jalisco anunciara el fatal destino de los tres estudiantes de cine de la Universidad de Medios Audiovisuales, Javier Salomón Aceves, Jesús Daniel Díaz y Marco García, quienes fueron “levantados”, torturados, ejecutados y disueltos en ácido por parte del Cartel Jalisco Nueva Generación en medio de una guerra entre grupos delictivos en la disputa por la plaza.
La primera noticia
La primera ocurrió el mismo lunes en que se dio la noticia, cuando alrededor de 150 personas encendieron velas y veladoras afuera de Casa Jalisco; la segunda fue una concentración el martes en la Glorieta de los Niños Héroes, renombrada por los colectivos civiles como Glorieta de los Desaparecidos; la del jueves, organizada por la Federación de Estudiantes Universitarios partiendo del Paraninfo de la UdeG, de nueva cuenta hasta la glorieta donde se intersectan las avenidas Chapultepec y Niños Héroes; la cuarta ocurrió el mismo jueves apenas una hora después, cuando al mismo lugar acudió el colectivo Ayotzinapa Somos Todos. Una quinta se ha convocado, como “Marcha del Silencio”, para el próximo 4 de mayo. Las calles de la Colonia Americana están que echan fuego.
Una noche antes, en otra Glorieta, la de La Minerva, las Chivas y sus seguidores festejaban el campeonato de la Concacaf Liga de Campeones y su pase al Mundial de Clubes. El contraste puede ser aterrador pero sintomático de los claroscuros nacionales, en un lado, miles de fans que celebran la victoria del equipo más amado de México; en el otro, alrededor de un monumento que recuerda a seis cadetes que fueron masacrados por el invasor extranjero, se lamenta una derrota que pega en los sectores más vulnerables de la sociedad y en una de las problemáticas más acuciantes en los últimos dos sexenios: la de los desaparecidos.
Apenas van cuatro cuadras de caminata sobre Av. Vallarta, cuando ya los grafitis de «¿dónde están?» lanzan una pregunta que suena más a reclamo obligatorio, mientras un cilindrero suelta el soundtrack más adecuado para la tragicomedia mexicana: “El Cielito Lindo” en el que se pide cantar y no llorar, petición difícil de seguir en estos días, especialmente para las familias de las víctimas.
No están solos
Javier, Daniel y Marco no están solos en el memorial del dolor, hay madres que buscan a sus hijos desde hace varios años y dicen presente en la marcha: José Luis Arana desapareció en Tonalá en 2011; Karla Gabriela, de apenas 17 años lo hizo en Tlajomulco en 2017; Raúl Valle, de 34 años ya no regresó a su casa desde septiembre pasado; Manuel Amante fue levantado en Autlán en 2016, por mencionar algunos casos.
“Se están llevando a nuestra juventud, nos los están matando y desapareciendo, es importante que nos demos cuenta porqué o para qué, no puede ser que nada más se los llevan por llevárselos”, cuestiona Guadalupe Aguilar, madre de José Luis, quien a su llegada asciende la rampa de caracol del monumento y se dirige hacia la multitud, junto con otros activistas y líderes estudiantiles.
Queremos más paz
Las baterías de la multitud pronto se enfocan no hacia los criminales, sino a quienes consideran que deben proteger al pueblo de ellos: “¡Gobierno farsante, que matas estudiantes!”, “¡Más paz, queremos más paz!”, mientras que un par de drones vuelan sobre el gentío para lograr tomas aéreas de la protesta.
El clamor popular no se anda con sutilezas, en las pancartas, lo mismo se cuestiona la “absurda guerra vs. el narco”, que se dice “fue el Estado”. En los discursos se cuestionan las verdades históricas de las fiscalías, se duda de las pruebas que acreditan los homicidios o se pide lo que parece imposible, que regresen con vida a los que se llevaron.
El mensaje más claro, el que parece llevar a miles de jóvenes a expresarse a las calles puede ser el simple y llano hecho de que lo ocurrido con los estudiantes de cine es algo que le puede suceder a cualquiera. Esta generación no está dispuesta a que se los trague la tierra y pide un “ya basta” a la violencia y la inseguridad. La rueda se echó a andar.