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20 años del Museo de Arte Raúl Anguiano

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cristina martienez avendaño opinion

El Museo de Arte Raúl Anguiano (MURA), ubicado en Guadalajara, Jalisco, celebra su vigésimo aniversario como un espacio cultural de relevancia en la región. Este museo aporta a la memoria colectiva de generaciones, en lo personal recuerdo de pequeña con tío y mis primos ir a funciones de marionetas al Teatro Torres Bodet y al salir recorrer los murales que se encuentran en la arquería de la fachada, mismos que son ícono del edificio y han sido conservados y restaurados en todos estos años.

En un inicio el edificio donde se encuentra el MURA estuvo contemplado por el Ayuntamiento de Guadalajara para ubicar un mercado de flores, de ahí que la fachada tenga los espacios que resguardan los murales pues estaría ocupados por los vendedores, pero los locatarios nunca quisieron mudarse y el proyecto quedó cancelado. No fue hasta que el reconocido Arq. Miguel Aldana Mijares solicitara a comodato el edificio y propusiera instalar la sede del Centro de Arte Moderno (CAM) el cual logró posicionar a la ciudad con artistas mexicanos y tapatíos. Posteriormente el gobierno de Guadalajara lo convirtió por un tiempo en la Galería de Arte Moderno para después hacer una valiosa inversión y nombrarlo como el actual Museo de Arte Raúl Anguiano.

El MURA tiene una colección que en su mayoría cuenta con la obra del Mtro. Raúl Anguiano y piezas de diversos creadores como Leonora Carrington, Rufino Tamayo, Javier Campos, Fernando de Szyzlo, Gunther Gerzso y Luis Nishizawa. El museo representa un espacio que se ha mantenido con una vocación nata en la difusión del arte, pues además de sus exposiciones el museo organiza talleres, conferencias y actividades educativas para acercar al arte moderno a diferentes públicos. Este enfoque inclusivo y educativo ha contribuido a consolidar al MURA como un referente cultural en Guadalajara, generando un espacio dinámico de intercambio y aprendizaje para la comunidad.

Desde la primera dirección encabezada por Ricardo Duarte, quien posicionó al museo como un referente para generar una reflexión permanente en torno al arte moderno y al arte contemporáneo, como parte de un proceso de evolución en las artes visuales. Duarte menciona que ha sido un espacio de y para los creadores locales y ha conservado la vocación que Miguel Aldana Mijares imprimió desde su origen como Centro de Arte Moderno (CAM).

El impacto del museo trasciende sus muros, ya que su influencia se extiende a nivel nacional e internacional. Gracias a su colaboración con otros museos y galerías, así como a la participación en eventos artísticos y ferias, el Museo de Arte Raúl Anguiano ha promovido el intercambio cultural y ha posicionado a Guadalajara como un importante polo artístico en México.

Entre los rostros más queridos y conocidos en el espacio, Patricia Urzua fungió durante seis años como directora del MURA y en su gestión promovió la participación conjunta de los comités vecinales de la zona que abarcan las colonias Americana, Lafayette, Chapultepec y la Moderna, donde se ejerciera al museo como un espacio público que trabaja para la comunidad y que ofrece una oferta cultural diversa sin perder su objetivo principal. MURA extramuros resultó como un proyecto destacado que a la fecha se conserva con diferentes actividades fuera de las cuatro paredes del espacio, logrando generar un alcance significativo como formador de públicos en las comunidades.

En palabras de Julio Herrera también director que pasó por este espacio, en una de las etapas más complicadas que nos ha tocado vivir como sociedad, la pandemia de Sars CoV-2 (Covid-19) refiere en un periodo inicial con la exposición que rompió récords de audiencia: “No hay peor lucha que la que no se hace”, conjuntamente con el Consejo Mundial de Lucha Libre, que incluyó una alfombra azul en la inauguración.

Al cuestionarlo de forma personal  sobre cuál ha sido la exposición más significativa. Refiere el homenaje a Paco Barreda con la exposición llamada Juguetes Rabiosos, “fue su única y última retrospectiva en vida, fue muy importante por la gran cantidad de artistas, de todas las disciplinas que se reunieron para darle una despedida que ya se veía venir… gente del mundo de la cultura, gestores, creadores, galeros, funcionarios y ex funcionarios de todos los ámbitos de la Cultura y órdenes de gobierno… además, su postulación para recibir el Premio Ciudad de Guadalajara, fue algo muy emotivo de sus últimos días, con una salud que mermaba a cada segundo su calidad de vida. Pocos días después murió.”

La gestión de Julio Herrera en plena contingencia sanitaria nos trajo nuevas formas de atender a los públicos, las actividades se tuvieron que ejercer en nuevos formatos, se tuvo que migrar a los medios digitales para mantener el interés en el arte y la cultura, además de contribuir a la salud mental de las personas. En su último semestre de dirección, le tocó ser director interino de Cultura sin dejar la jefatura del museo, la refiere como “una etapa muy especial, con sus complejidades que más que problema siempre fueron un reto.”

Posteriormente María Fernanda Matos Moctezuma fue quien dirigió el MURA, de forma acertada, el perfil de la Mtra. Matos reconocida por su amplia trayectoria como curadora y especialista en espacios museísticos, así como su preparación como estudiosa del arte moderno y contemporáneo, logró destacar su gestión realizando una exposición para conmemorar el 50 aniversario de la creación del Centro de Arte Moderno (CAM).

Actualmente la dirección la encabeza Joao Rodríguez, reconocido en la escena tapatía como artista plástico con una propuesta fresca para continuar con la vocación del MURA, en sus palabras menciona que: “El MURA ha sido determinante en mi carrera como artista he expuesto en el museo de manera colectiva y en dos ocasiones de manera individual, en 2003 a veinte años de la apertura como museo acepto la invitación y el compromiso de llevar la dirección de espacio”.

Joao reafirma su gestión enfocada a la dirección del museo con una perspectiva de museología social, ya que se ha enfocado en proponer proyectos que incluyan no solo al comité de vecinos, sino también a las personas que conviven de forma asidua por la colonia como trabajadores de la zona e incluso las familias que visitan la glorieta de los Desaparecidos y que encuentran al museo como un espacio empático a su causa.

A 20 años del MURA, se alberga la exposición titulada Boceto para un museo de sitio, que fue creada como un ejercicio de reflexión hacia un proyecto curatorial colectivo en el que trabajadoras y trabajadores del museo hicieron una revisión de la colección del espacio y del archivo mostrando de una forma expositiva, participativa y colectiva, pinturas, esculturas y grabados en su mayoría del artista jalisciense Raúl Anguiano en conjunto con otros artistas que conforman la colección, misma que estará vigente hasta septiembre de 2023.

Sin duda un espacio querido y reconocido de la ciudad que continúa reinventándose, formando e incluyendo más públicos y compartiendo su principal vocación con la que fue inaugurado hace 20 años, la difusión del arte moderno y contemporáneo, generando experiencias que permitan a los visitantes explorar la evolución artística y su impacto en la escena cultural mexicana.

 

 

Sobre la autora
Cristina Martínez Avendaño es licenciada en Diseño para la Comunicación Gráfica por la Universidad Enrique Díaz de León y maestra Gestión y Desarrollo Cultural por la Universidad de Guadalajara.

 

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Ojo, así se roban tus datos personales

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Columna de Ana Olvera sobre el robo de datos personales

Estimado lector, para mí es un privilegio volver a escribir estas líneas luego de una muy larga ausencia. Sin embargo volveremos a encontrarnos en esta columna cada quincena, analizando los temas de actualidad relacionados con la protección de nuestros datos personales y la privacidad que acontecen tanto en nuestro País como en el mundo.

Evidentemente no podemos dejar de comentar lo sucedido en días pasados en Guadalajara, donde existía -y seguramente siguen existiendo- un call center debidamente instalado para llevar a  cabo extorsiones que se extendían no solo al resto de Jalisco, sino hasta a otros veinte estados más de nuestra República, afectando a más de 26 mil personas con llamadas fraudulentas y extorsiones.

Afortunadamente se desmanteló y según declaraciones oficiales se están realizando colaboraciones con instituciones de las demás entidades afectadas, para descubrir a todas las víctimas y por supuesto, invitarlas a denunciar, lo que resulta en una tarea titánica para las autoridades; pero al parecer no lo fue para aquellos cuyo modus vivendi consistía en realizar este tipo de nada honrosas actividades.

Datos personales de los afectados

En ese sentido caben muchas reflexiones, pero la primera es preguntarnos de dónde obtenían la materia prima, es decir, los datos personales de aquellos afectados. Aunque las respuestas pueden variar, quiero que centremos nuestra atención en dos fuentes principales.

La primera y la originaria por excelencia siempre seremos, desafortunadamente, Usted y yo, querido lector. Es decir, nosotros como titulares, dueños de esos datos personales que elegimos, muchas veces sin pararnos a reflexionar en ello, a quién, cómo y para qué le compartimos esta importantísima información.

Y digo que muchas veces sin reflexionarlo lo suficiente, porque participamos a otras personas de manera voluntaria, para poder obtener un bien o servicio; para pedir nuestros alimentos cuando no tenemos tiempo de prepararlos en casa; al inscribirnos a un curso o a nuestros hijos a la escuela, por citar ejemplos cotidianos. Pero también lo hacemos de manera involuntaria, por ejemplo cuando descargamos aplicaciones en nuestro teléfono inteligente o tableta y compartimos datos que no son necesarios; cuando somos poco discretos en una conversación o bien, ¿cuántas veces no hemos tirado a la basura documentación que contiene nuestro nombre u otros datos más sensibles, como nuestra CLABE interbancaria? Seguramente, muchas veces.

Ignoramos el valor de nuestros datos

La segunda causa de obtención de esta información es por medio de aquellos que manejan datos personales, es decir, los responsables si son particulares, o bien los sujetos obligados de orden público. Según me ha tocado atestiguar, parece que cuando la información no nos pertenece, dejamos de tener cuidado en su manejo. Se despersonaliza y solo vemos números, estadísticas, pero olvidamos que detrás de esas cifras, direcciones o palabras, se encuentra una persona que puede verse perjudicada por nuestro descuido de custodia de la información durante el ciclo de vida de los datos personales.

En fin, aunque difícilmente sabremos cómo se obtuvo esa información, es una realidad que decenas de miles de personas se vieron seriamente perjudicadas no solo en su patrimonio, sino muy seguramente hasta en su tranquilidad diaria, por este tipo de acciones ilegales. La invitación es a que le demos la importancia debida a esta información que es tan importante. La que nada más y nada menos, nos hace únicos y nos permite interactuar con el resto de quienes nos rodean. Si tenemos conciencia de la importancia de nuestros datos personales, seguramente nos daremos cuenta de la relevancia que también tiene la información relativa a otras personas. 

La tarea primordial

En un entorno tan cambiante como el que vive nuestro mundo y especialmente, nuestro Estado de Derecho, la tarea primordial con la que contamos es velar porque nuestros derechos a la protección de datos personales y la privacidad no sean violentados y es más, que puedan ser garantizados, sobre todo ante la inminente desaparición de los Órganos Garantes en la materia, de lo que hablaremos en nuestra próxima entrega.

Sobre la autora

Ana Olvera es profesora investigadora de tiempo completo en la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo, con intereses en privacidad, bioética y neuroderechos.

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La extinción de los institutos de transparencia: ¿falta de empatía o indiferencia?

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A veces, hablar de datos personales, de su protección y nuestra privacidad, resulta sumamente abstracto. Aunque incluso trabajemos con ellos, pensemos en la recepcionista de un consultorio médico o el propio profesional de la salud. O en la persona a la que le pedimos la pizza o la comida que consumiremos en ese momento.

Ahora pensemos en las veces que entramos a ciertas redes sociales, como X, Facebook o LinkedIn y encontramos explicaciones acerca de lo importante que es proteger nuestros datos personales, o bien, explicaciones de las resoluciones (que a veces se adjuntan completas) y que más bien, parecen para un público un poco más especializado, que tal vez no seremos nosotros -que solo buscamos un momento de distracción-. En no pocas ocasiones, este tipo de situaciones pasan desapercibidas hasta que somos víctimas de robo de identidad, alguna extorsión o una estafa.

En este sentido cabe preguntarnos al menos dos cosas. La primera, la razón por la que optamos por la indiferencia ante la violación de la privacidad, que se arraiga en una compleja red de factores. La omnipresencia de la tecnología ha normalizado la vigilancia, desensibilizando a muchos ante la vulneración de sus datos personales. La complejidad de las políticas de privacidad y los algoritmos opacos genera una sensación de impotencia, alimentando la resignación. Además, la gratificación inmediata de los servicios digitales y la falta de consecuencias tangibles de la pérdida de privacidad fomentan una actitud apática e incluso, indolente. A esto se suma la polarización social, que fragmenta la empatía y dificulta la acción colectiva en defensa de un derecho fundamental.

La falta de involucramiento nos aísla de nuestra comunidad. Nos desconectamos de los problemas que nos afectan a todos, como la pobreza, la desigualdad, la violencia, la inseguridad y el cambio climático. Nos volvemos indiferentes al sufrimiento de los demás, perdiendo nuestra capacidad de empatía y solidaridad.

Pero la segunda es igualmente preocupante. ¿Qué pasó con el trabajo de los organismos garantes? ¿Fue acaso incapacidad de transmitir e incluso educar al pueblo mexicano? ¿De “conectar”, empatizar? Por que los festivales, las fotos, los congresos o simposios, salvo muy honrosas excepciones, siempre iban dirigidos a cualquier público distinto a lo que han dado por llamar “el ciudadano de a pie”. O como dirían los políticos en este momento histórico, “el pueblo bueno”, ese que difícilmente, con la pobre comunicación de los “expertos” y además con pocos recursos a la mano, comprendió la importancia de un andamiaje institucional como el que logró crearse en materia de transparencia y protección de datos personales. Tal vez eso explique la indiferencia en su defensa.

No cabe duda que asistimos y en gran mayoría, las y los mexicanos solo estamos meramente atestiguando los cambios estructurales que nuestro país esta viviendo. En ese sentido, claro que vivimos una transformación. No sé cuál. Pero bien haríamos en hacer a un lado esa indiferencia, para al menos intentar entender cómo afectarán al ejercicio y garantía de nuestros derechos fundamentales.

No involucrarse en la vida del país también tiene un costo personal. Cuando nos alejamos de los asuntos públicos, renunciamos a nuestro derecho a ser escuchados y a contribuir al bienestar de nuestra sociedad. Nos convertimos en meros espectadores de nuestro propio destino, sin voz ni voto. En un mundo cada vez más interconectado, los problemas que enfrentamos son complejos y requieren soluciones colectivas. La participación ciudadana es esencial para construir un futuro más justo, próspero y sostenible para todos. No podemos permitirnos el lujo de la indiferencia.

Es hora de despertar de la apatía y asumir nuestra responsabilidad como mexicanos. Involucrémonos en los asuntos públicos, hagamos oír nuestra voz, exijamos transparencia y rendición de cuentas. Solo así podremos construir el país que queremos y merecemos.

Sobre la autora

Ana Olvera es profesora investigadora de tiempo completo en la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo, con intereses en privacidad, bioética y neuroderechos.
 

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