Opinión

Balacera, aka, conflicto armado interno

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“Balacera” es una palabra que se ha normalizado en la cotidianeidad mexicana, desde hace más de diez años la escuchamos, en algunos lugares del país con mayor frecuencia que en otros, pero permanece constante. Generalmente, se usa para indicar que hubo un enfrentamiento armado, entre “civiles” y elementos de seguridad (policía o militares).

Jalisco es claro ejemplo de lo anterior, tan solo en los pasados tres meses se ha utilizado la palabra para dar cuenta de enfrentamientos de considerable intensidad entre los llamados “civiles” y militares. El 10 de agosto de 2022 la Entidad tuvo un “narcobloqueo” estilo 2010, mediático y que despierta tremendo miedo en la sociedad; el pasado 02 de octubre (que, por cierto, no se olvida), en Zapopan se dio una “balacera” que dejó una persona fallecida, heridas y de nuevo, mucho miedo.

Pareciera que se ha regresado a los tiempos de la “Guerra contra el Narcotráfico” iniciada por el ex Presidente, Felipe Calderón Hinojosa, lo que da para pensar ¿estamos en guerra? ¿hay alguna otra forma de llamarle a estas situaciones? Posiblemente la respuesta es sí, sin embargo, las categorías jurídicas desarrolladas para eso parecen no dar respuesta a la problemática.

Decir que se está ante una guerra no es cuestión menos, su declaración puede venir tanto de la declaración que haga de esta el Congreso de la Unión en compañía del Ejecutivo Federal, pero también, cuenta con una regulación internacional desde el Derecho Internacional Humanitario. Desde este espacio, se cuenta con las categorías de conflicto armado internacional y conflicto armado no internacional (CANI, en ocasiones también catalogados como “conflicto armado interno”), el caso mexicano podría ser analizado bajo esta segunda figura. Ahora bien, dicho concepto se desprende de los Convenios de Ginebra de 1949 y sus Protocolos, de los cuales se han desarrollado elementos para determinar si se está o no ante un CANI, de entre ellos se debe contar con operaciones militares sostenidas, capacidad de organización de los grupos armados y el número de víctimas que deje el conflicto. Sobre este último elemento, generalmente se estima que el CANI debe dejar, de menos, 10 víctimas por año.

Regresando al caso de México, la Guerra contra el Narco lleva más de una década en el país y se estima que ha tenido cerca de 174 mil 652 víctimas (a 2016, recordando que se habla de ejecuciones de civiles y desaparición de personas. Se recomiendan las investigaciones que El País ha realizado sobre el tema), es decir, aproximadamente 17 mil víctimas por año…y contando. Estos elementos podrían dar lugar a que se señale la existencia de un CANI en México, sin embargo, el peso político de ello sería bastante alto. Por otro lado, la reivindicación de las víctimas y la protección de la ciudadanía podría contar con otro sentido, uno que de cuenta de los niveles de violencia que se han alcanzado tanto en Jalisco como en México.

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Como sociedad, nos toca evitar la normalización de palabras como “balacera”, “civiles armados” (que en realidad son partes combatientes) o “narcobloqueo”, sin embargo, el problema no es nuestra responsabilizar. A las autoridades les toca proteger, transaccionar a vías pacíficas, dejar la militarización y desde el espacio internacional, bien convendría comenzar a hablar del CANI que tiene más de una década en México.

 

Sobre la autora
Daniela Bonilla Castañeda es abogada por el ITESO, especializada en Derecho Internacional de los Derechos Humanos. Desempeñada en al área de investigación académica y la incidencia social para la garantía de derechos.

 

 

 

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