Opinión

Crews que resisten, faltan de apoyos

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El movimiento hip hop nace en los años setenta del siglo XX en el barrio neoyorquino del Bronx, bajo un contexto sociocultural de marginación, pandillerismo y conflictos económicos. Esta cultura se compone de cuatro elementos, el MC —maestro de ceremonias— (que se refiere a la acción de rapeár), DJing (DJ significa disc jockey, y se refiere a la acción de seleccionar y mezclar música), Graffiti (la intervención pictórica del espacio público) y el Breaking o B-boying (el baile breakdance).

El breaking ha sido una de las acciones con mayor auge y popularidad en los últimos años, ya que en 2020 la junta directiva del Comité Olímpico Internacional (COI) decidió añadirlo a las disciplinas que se disputarán en los Juegos Olímpicos y Paralímpicos de París 2024.

La facilidad con la que se han sumado bboys y bgirls a las filas del breaking, responde a la simplicidad de elementos que se requieren para poder desempeñar este tipo de expresión, pues basta con el cuerpo y la música para comenzar a desarrollar condición física y convertirse en esta fusión de atleta y artista que representa el breakdance.

En la Zona Metropolitana de Guadalajara el breaking se popularizó a principios de los años 90, donde surgieron los primeros crews (equipos de bboys y bgirls) y al ser un baile “urbano”, los espacios públicos han fungido como los puntos de entrenamiento y encuentro de sus practicantes, la disciplina es la base de la construcción de un bboy y bgirl con trayectoria, por lo cual se dan cita diferentes días de la semana previamente establecidos, donde no solo acude el crew de casa que se apropió de ese lugar, sino que son bienvenidos otros crews para compartir en el cypher (es una colaboración espontánea por turnos, donde cada uno improvisa y demuestra sus habilidades, aplicadas en el breaking y MC).

El espacio público ha sido testigo de la transición histórica e intergeneracional de esta organización autogestiva que representa el movimiento, al ser más que un espacio de entrenamiento donde las características van desde un buen piso para bailar y conexión de luz para una bocina, estos lugares se han prestado hasta para eventos internacionales.

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Por mencionar algunos de los puntos más icónicos, la estrella ubicada en Plaza Tapatía en el centro de la ciudad es considerada la cuna que vio nacer a los pioneros del breaking, el Parque San Jacinto donde en su momento se apropió de este punto Creyentes del Funk Crew, el Parque Revolución donde aún se dan cita el Crew Fucking Flavor o el kiosko de la Plaza de Atemajac que desde hace más de 20 años fue fundado por el Crew Complot Urbano y posteriormente continuaron los Súper Sonic Crew.

A decir verdad, son diversos lugares sin mencionar las academias establecidas donde los bboys y bgirls entrenan y se reúnen incluso para dar show a los transeúntes, como se expone en Paseo Chapultepec los sábados por la noche, al estar en este tipo de plataformas y ser expuestos a diferentes públicos, llama el interés de niños, jóvenes y padres de familia que piden informes para conocer más y unirse a esta manifestación cultural.

Sin embargo, un problema en común que padecen estos grupos, parte de la necesidad de lugares con un techo y paredes cuando comienza el temporal de lluvias o de invierno pues esto les implica parar sus entrenamientos.

Actualmente pasaron años de paradigmas y estigmas rotos en torno a quienes practican alguno de los cuatro elementos del hip hop, a pesar de los contratiempos es un mérito que prevalezcan este tipo de manifestaciones culturales completamente independientes y creo que la labor de las dependencias municipales donde tienen la fortuna de tener un grupo de personas de cualquier actividad cultural que se ha apropiado del espacio público y lo ha hecho suyo, tiene el compromiso de impulsar las manifestaciones que nacen y prevalece dentro de la comunidad, escuchando sus necesidades y mediando soluciones para dar cabida a mejores condiciones para las nuevas generaciones que encuentren parte de su identidad en este tipo de expresión.

 

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Sobre la autora
Cristina Martínez Avendaño es licenciada en Diseño para la Comunicación Gráfica por la Universidad Enrique Díaz de León y maestra Gestión y Desarrollo Cultural por la Universidad de Guadalajara.

 

 

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