Opinión
De la austeridad a la pobreza, mucha demagogia y pocas acciones
Desde antes de 2018, la lucha contra la corrupción ha sido una de las recetas favoritas de López Obrador, sin embargo, durante su administración, ya se volvió el platillo principal: al discurso de acabar con ella como se barren las escaleras “de arriba hacia abajo”, le añadimos el tradicional elemento de “mafia del poder”, poco de aderezo de “oposición y neoliberalismo”, para finalmente agregarle un toque de “no somos iguales”.
Si usted aún no ha probado este platillo discursivo, puede hacerlo diariamente a partir de las 7:00 horas en las transmisiones en vivo que se realizan desde Palacio Nacional.
A quienes nos dedicamos a la cobertura de la vida pública, bastaron unas semanas para ver que este “ejercicio de rendición de cuentas”, no era más que un espacio donde el presidente se vanagloria de los resultados de la administración, escucha a quien lo halaga, invalida a quien le cuestiona sobre el rumbo de su gobierno o sobre escándalos de corrupción y posibles conflictos de interés por parte de sus allegados o familiares, pero sobre todo, le habla mayormente a su base electoral a través de símbolos y discursos que pasaron de ser esperanzadores a predecibles y burdos ante la realidad que vive el País.
No obstante, si reflexionamos más allá del discurso, los símbolos y toda la faramalla que se ha montado la 4T en torno a ser una administración que cuida los recursos, no despilfarra y combate a la corrupción, habría que empezar mirando de arriba hacia abajo y sobre todo ser congruente en acciones y discurso.
El último informe del Índice de Capacidad para Combatir la Corrupción (CCC), presentado anualmente reveló que desde 2019 México siguió en su trayectoria descendente, cayendo este año del lugar 11 al 12.
A la par de esto, los escándalos relacionados con conflictos de interés, corrupción o enriquecimiento ilícito de Bartlett, Irma Eréndira, Zoé Robledo, La Casa Gris de su hijo, Pío López Obrador, por citar tan solo algunos, en estos casos de funcionarios de la Cuarta Transformación, López Obrador defendió a los acusados diciendo que se trata de complots y ataques políticos contra sus funcionarios o familiares; el mismo hecho de siempre, lavarse las manos, acusar a la oposición y redirigir la atención pública a otro lado bajo los discursos de austeridad, primero los pobres, y acciones simbólicas, como trasladarse en vuelos comerciales, carros oficiales de anteriores administraciones, reducirse el sueldo, exhibir a quienes ganan más que él y repartir culpas a diestra y siniestra sin asumir la responsabilidad, por mencionar tan solo a algunas.
El pasado 27 de julio, durante su tradicional conferencia matutina, el presidente López Obrador, anunció que la administración pública entraría en una nueva etapa, pasaría de la “austeridad republicana” a la “pobreza franciscana”, en resumen reducir aún más los gastos generales por parte de este gobierno, como disminuir viáticos, limitar viajes al extranjero y en vez de ello, tener reuniones con homólogos vía digital, entre otras medidas, las cuales no incluyen despidos de personal, porque como lo manifestó, “la nómina es sagrada”:
“Estamos haciendo ahorros, que no haya despilfarro, derroche, que sigamos con el propósito de que no puede haber gobierno rico con pueblo pobre. Vamos a alcanzar más en el plan de austeridad, independiente de lo que tiene que ver con poderes autónomos y que esto tiene que tratarse como una cuestión de Estado, es austeridad republicana de Estado para seguir manteniendo ahorros, para seguir sin deuda, sin solicitar deudas adicionales, sin aumentar impuestos, sin aumentar el precio de las gasolinas. La forma es sencilla: cero corrupción y austeridad para liberar fondos al desarrollo, entregar recursos a la gente más necesitada”, indicó el mandatario.
Todo esto previo a 2023, donde se juegan los estados de Coahuila y Edomex, entidades que son de los pocos bastiones que le quedan al PRI. Estas elecciones son la antesala rumbo a los comicios federales del 2024, donde el partido oficial busca refrendar la administración federal, estados, municipios y curules que tiene.
En las recientes elecciones, Morena se llevó 4 de los 6 estados en juego, lo que le dio el control de 21 de 32 estados en todo el territorio nacional. Para AMLO es crucial consolidar y fortalecer su partido a través de quienes desde 2012 han estado caminando de la mano con él y sostienen su proyecto, por lo tanto, la pobreza franciscana es una forma de hablarle nuevamente a la base de Morena, que principalmente es parte de los programas sociales, proyectos federales que no tocará esta nueva forma de austeridad.
Le quedan menos de 2 años a este gobierno, veremos si le alcanza a la “pobreza franciscana”, acabar con la corrupción que la austeridad republicana no pudo…. Nos leemos la siguiente semana con mejores noticias y recuerda luchar, luchar siempre, pero siempre luchar, desde espacios más informados, que construyen realidades menos desiguales y pacíficas.