Opinión
El juicio a Netanyahu
Por Mauricio Beruben
El martes 13 de febrero, la policía israelí emitió un comunicado por el cual informó que había reunido suficientes pruebas contra el primer ministro, Benjamin Netanyahu, por la comisión de los delitos de fraude, soborno y abuso de confianza.
Son dos los casos por los que Netanyahu es señalado de corrupción: el primero, tiene que ver con la recepción inapropiada de beneficios de parte de diversos empresarios, incluidos productores de Hollywood; y, el segundo, es sobre un supuesto acuerdo vinculado con el editor de un importante grupo periodístico, con la intención de pasar una legislación que debilite al principal competidor de dicho grupo a cambio de una cobertura más favorable del Primer Ministro.
Momentos después del anuncio de la policía, Netanyahu realizó una conferencia de prensa en Jerusalén, donde no solo desmintió las acusaciones como un intentó más por removerlo del cargo, sino que añadió sus intenciones de competir en las elecciones que tendrán lugar en Israel a finales de este año, en las que su partido Likud (Consolidación) encabeza las encuestas.
El fin político
Esta investigación puede ser el fin político de Benjamin Netanyahu, quien ha ocupado el cargo de Primer Ministro en cuatro ocasiones (1996-1999, 2009-2013, 2013-2015 y 2015-a la fecha). Su período ha estado marcado por la expansión de los asentamientos israelíes en los territorios ocupados –considerada ilegal por la comunidad internacional– y haber bloqueado cualquier camino para lograr la paz entre Israel y Palestina.
A pesar de haber conseguido importantes victorias en el ámbito internacional, como el reconocimiento de Jerusalén como la capital de su país o el récord de dólares en apoyo militar que recibió de la administración de Barack Obama en el 2016, Netanyahu es un lastre para la imagen internacional de Israel. Como muestras: sus intentos por sabotear el Acuerdo Nuclear con Irán, las continuas intervenciones militares de Israel en territorios vecinos como Palestina y Sira, la mencionada expansión de los asentamientos ilegales israelíes, así como los constantes abusos en materia de Derechos Humanos que sufren los palestinos que viven en los territorios ocupados a manos de las fuerzas armadas de la nación israelí.
Todo esto ha generado una mala imagen de Israel a nivel internacional. Lo mejor que puede pasar es que la investigación prospere y Netanyahu se vea obligado a renunciar. Pero Bibi –como se le llama de cariño– no solamente debe ser juzgado por sus actos de corrupción, sino que debería ser llevado al Tribunal Internacional de la Haya y enjuiciado por crímenes de guerra.