Opinión

El patrimonio cantinero de Guadalajara  

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Terminó febrero y, entre amor, desamor, festejos de la ciudad con mucha luz y nuevas esculturas de Timoteo en la ciudad, con un pertinente parecido a alguien cuyo personaje no tiene la mejor aceptación entre los tapatíos, y solo nos queda un vacío que parece que marzo puede llegar a llenar.

Comienza la primavera, las avenidas de la metrópoli se llenan de flores amarillas y jacarandas, los mangos, raspados y tejuinos son los nuevos recursos de supervivencia al calor que ya acecha el temporal, y así es como empieza la sed de la mala, la necesidad de refrescarse. Pero, ¿qué lugares son los aptos? ¿Cuáles pueden tener la magia de reunir a una diversa clientela y hacerte sentir como en casa? ¿Dónde se pueden tener situaciones surrealistas y, además, bajo discreción del honorable servicio que habita estos espacios?

Solo las cantinas de la perla tapatía tienen el encanto suficiente para acoger e invitar a los clientes y hacerlos vivir una experiencia diferente en cada visita. Ahora, gracias al trabajo de más de cuatro años de Luciano Sandoval y la Fundación Elite que lo hizo posible, se presentó el libro «Esta vida es un sufrir» dedicado a estos patrimoniales lugares. Se documentaron diferentes anécdotas y datos importantes de más de 50 cantinas de la ciudad, desde la más antigua de 1898, La Sin Rival.

El libro, con un prólogo de Antonio Ortuño, funge como un corte histórico de estos negocios y sus asiduos habitantes. Algunas de las mencionadas ya no existen desde hace años, y otras, a partir de la pandemia, desaparecieron a pesar de tener sus devotos visitantes, como lo es Luciano, en estos sacralizados lugares. La documentación y publicación de «Esta vida es un sufrir» tiene un doble propósito, ya que, gracias a la Fundación Elite, se impulsará el apoyo a casas hogar y lugares de asistencia social en todo Jalisco.

Tener gratitud hacia las cantinas es algo nato en Luciano, ya que recuerda con cariño que su padre lo llevaba sin prejuicios a él y su familia, donde compartían comida y momentos de convivencia. Quienes han visitado estos lugares saben que no es necesario el consumo de alcohol, pues la gastronomía típica y botanera que se ofrece es variada y característica.

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¿Qué serían de las Nalgas Alegres que se pueden pedir en la cantina Los Equipales sin estar acompañadas de unos cueritos con salsa o poder calmar la antes mencionada sed con unas Yerbabuenas?

Leer el libro de Luciano es un placer, ya que invita a realizar, en solitario, con amigos o amores, un recorrido obligado dependiendo del estado de tu ánimo. Pues la versatilidad de las cantinas tapatías estimula no solo el consumo, sino también la valoración del patrimonio histórico, como el que tiene La Fuente, y también vivir en experiencia propia situaciones fuera de la realidad, como apreciar la variada colección de ropa interior que posee en su barra El Morelias donde a pesar de haber ya una buena cantidad de prendas siempre se aceptan nuevas de los clientes para su exhibición.

Así son las cantinas de Guadalajara, a veces melancólicas, otras cómicas y eso si inolvidables, una experiencia imperdible si eres tapatío y ahora con el libro “Esta vida es un sufrir” se puede hacer en compañía de la voz de Luciano un itinerario para cada gusto particular y como dice el autor “… La cantina es el lugar más democrático que existe, el único sitio donde realmente todos somos iguales, y las clases sociales se desdibujan. Son el último reducto contra la modernidad, donde parece que el tiempo no transcurre jamás”.

 

 

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