Opinión
Farsa democrática en Egipto
Por Mauricio Beruben
El miércoles 24 de enero, Khaled Ali, abogado defensor de los Derechos Humanos, anunció su decisión de retirar su candidatura de las elecciones presidenciales que tendrán lugar en Egipto en marzo de este año. En conferencia de prensa, Ali declaró que sus simpatizantes estaban siendo detenidos arbitrariamente y que el proceso electoral estaba corrompido.
La renuncia de Ali no es sorpresa: el día anterior, otro candidato presidencial, el teniente general Sami Anan, fue detenido por las fuerzas armadas por haber violado el Código Militar egipcio, falsificar documentos y buscar la presidencia sin permiso.
A los dos casos mencionados con anterioridad, se suma el de Ahmed Shafik, ex Primer Ministro, quien tras perder las elecciones presidenciales de 2012, se exilió en los Emiratos Árabes Unidos, donde anunció en noviembre de 2017 su intención de participar en los comicios de este año; sin embargo, al poco tiempo fue detenido por las autoridades emiratíes y deportado a Egipto, donde fue nuevamente detenido en un hotel de El Cairo. El domingo 7 de enero anunció vía twitter que no participaría en las elecciones, ya que no se sentía la persona adecuada para ocupar el cargo debido a su ausencia de cinco años.
Todos estos casos han favorecido al actual presidente, Abdel Fatah Al Sisi, quien llegó a la presidencia a través de un Golpe de Estado en contra del entonces presidente, Mohamed Morsi, en julio de 2013.
Al año siguiente del golpe, se anunció que se realizarían elecciones presidenciales. Al Sisi renunció a su puesto militar y anunció que participaría en las mismas como candidato independiente. La mayoría de los partidos políticos boicotearon las elecciones; no obstante, Al Sisi resultó electo con el 96.91% de los votos, legitimando así el Golpe de Estado.
De acuerdo con la organización Human Rights Watch, desde la llegada al poder de Al Sisi, la policía y las agencias de seguridad nacional han utilizado la tortura y las desapariciones forzadas en contra de supuestos criminales y oponentes políticos. El Ejército ha cometido una cantidad de abusos en su lucha contra el Estado Islámico en Sinaí del Norte. Y, por conducto de una nueva legislación, Al Sisi busca coartar libertades y erradicar así una sociedad civil independiente.
Nada de esto debería sorprendernos. Un mes después de derrocar a Morsi, Al Sisi mostró la forma en que trataría a la oposición con la Masacre de Rabaa, cuando reprimió a quienes se manifestaron en contra del Golpe de Estado. De acuerdo con las cifras oficiales del gobierno egipcio, 638 personas murieron.
Hoy, con la celebración de supuestas elecciones libres, Al Sisi busca disfrazar su dictadura y consolidar su poder. Todo esto con el apoyo silencioso de Estados Unidos y la Unión Europea, quienes con el pretexto de la Guerra contra el Terror, incluso le han vendido armamento.
Éste es el triste desenlace de la Revolución Egipcia de 2011 (parte de la llamada “Primavera Árabe”), cuando los ciudadanos salieron a las calles exigiendo una mayor democracia y la salida del presidente Hosni Mubarak, quien llevaba casi 30 años en el poder. Hoy nos damos cuenta que no hay mucha diferencia entre Mubarak y Al Sisi.