Opinión

Jalisco bajo el yugo de Alfaro: ¿Dónde quedó el contrapeso democrático?

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Este 31 de octubre, la diputada Mara Robles puso el dedo sobre la llaga en su segundo informe legislativo. Con audacia, denunció que el gobernador Enrique Alfaro parece ser intocable, casi un monarca moderno, en un Congreso que, en lugar de servir como contrapeso, actúa como una corte complaciente. ¿La razón? El omnipresente partido Movimiento Ciudadano, que parece más interesado en respaldar al gobernador que en representar al pueblo.

Robles ha destapado la caja de Pandora, mostrando un Jalisco que, detrás de su rica tradición y cultura, sufre una democracia de fachada, con ecos ominosos del autoritarismo del pasado. ¿Cómo puede ser que un estado tan emblemático esté atrapado en esta farsa?

Se supone que el control y equilibrio entre poderes es el pilar de nuestra democracia, un baluarte contra la tiranía. Pero lo que Robles ha desvelado es una tragicomedia política: un Congreso que, en teoría, debería vigilar al Ejecutivo, pero que en la práctica se comporta como un fanático ciego.

La ironía es casi cómica si no fuera tan alarmante. Jalisco, armado hasta los dientes con herramientas constitucionales, se está ahogando en un pantano de corrupción y opacidad. Y las cifras no mienten: un escalofriante 84.6% de la población grita «¡corrupción!» mientras un 95% señala con dedo acusador a sus líderes. ¿Dónde quedó el ideal de servir al pueblo? ¿Se perdió en algún cajón del Congreso?

Aunque parece un panorama apocalíptico, hay un grupo rebelde en el horizonte: el partido Hagamos. Son la resistencia en un mar de conformismo. A pesar de ser minoritarios, su voz retumba en los pasillos del Congreso, desafiando la muralla de la mayoría parlamentaria que, hasta ahora, ha demostrado tener oídos sordos.

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Jalisco está en el filo de la navaja. Ostenta las herramientas para un verdadero equilibrio de poder, pero le falta el coraje para usarlas. La evasión y el secretismo son una bofetada a la democracia y un insulto al pueblo.

Los ciudadanos no deben quedarse de brazos cruzados. La democracia no es un espectáculo, es un deporte de contacto. El clamor de Robles resuena: es momento de despertar, de exigir responsabilidades, de retomar las riendas.

El Congreso de Jalisco tiene dos opciones: seguir en su cómodo silencio o finalmente alzar la voz y actuar. El veredicto, tarde o temprano, lo dictará el pueblo. La decisión es suya, pero el reloj no se detiene.

 

 

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Sobre el autor
Humberto Mendoza es un profesional comprometido en el campo del diseño y evaluación de políticas públicas en Jalisco. Es licenciado en Administración Gubernamental y Políticas Públicas Locales por la Universidad de Guadalajara con un Máster en Antropología en la Universitat Autònoma de Barcelona. Actualmente, lidera el Órgano Técnico de Administración y Planeación Legislativa en el Congreso de Jalisco.

 

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