Opinión
La paz se construye, pero también se aprende y se enseña
La Asamblea General de las Naciones Unidas define a la cultura de paz como: “Conjunto de valores, actitudes y comportamientos que reflejan el respeto a la vida, al ser humano y su dignidad; poniendo en primer plano los derechos humanos, el rechazo a la violencia en todas sus formas y la adhesión a los principios de libertad, justicia, solidaridad y tolerancia, así como la comprensión entre los pueblos, los colectivos y las personas”.
¿De qué manera construimos paz?
Mucho se ha hablado y dicho sobre la cultura de paz, pero a la fecha, la gran mayoría no entiende de qué va, ni con que se come… La cultura de paz, como su nombre lo dice, está integrada por dos palabras tan complejas y extensas, con muchas variantes y significados, según el contexto que se utilicen. Para no meternos en complicaciones, retomaremos las definiciones que usa la RAE:
Cultura:
2. f. Conjunto de conocimientos que permite a alguien desarrollar su juicio crítico.
3. f. Conjunto de modos de vida y costumbres, conocimientos y grado de desarrollo artístico, científico, industrial, en una época, grupo social, etc.
Paz:
2. f. Relación de armonía entre las personas, sin enfrentamientos ni conflictos.
Podemos entonces afirmar que la cultura de paz es un conjunto de conocimientos/prácticas/formas de vida/etc, que buscan la armonía entre las personas. De esta forma, podemos ver que esta definición es tan amplia como las palabras que la componen, sin embargo es aquí donde es indispensable ponerle los puntos a las “i” y dejar de ser tan abstracto, porque caemos el riesgo de que cultura para la paz sea todo y a la vez nada, lo que se refleja en la ausencia de políticas públicas, currícula escolar, proyectos sociales, leyes, buenas prácticas, entre tantas acciones que se pueden generar desde los distintos ámbitos donde las personas convivimos, que nos lleven a re educarnos y aprender nuevas formas de relacionarnos, para en consecuencia, transformar el entorno donde habitamos.
Hace unas décadas, las calles y los espacios públicos eran puntos de encuentro para la ciudadanía; en distintos lugares podían convivir personas de distintas clases sociales, gustos, afinidades e intereses. Sin embargo, hoy nuestras dinámicas de vida son muy distintas, nos trasladamos de la casa al trabajo y viceversa, nos encerramos en nuestras casas por seguridad y procuramos evitar ciertos sitios o no pasar en algún horario por determinado lugar, ya que lo sabemos como un punto de riesgo. La violencia nos ha orillado a no confiar casi en nadie y dudar incluso de las buenas intenciones, el ejemplo más claro es que si hacemos un ejercicio de conciencia, nos daremos cuenta de que no sabemos el nombre de más de 5 vecinos a la redonda…
Por eso, hoy más que nunca necesitamos que la educación tenga un enfoque para la paz, en todos los ámbitos, no solamente el escolar, ya que como mencionamos en el artículo anterior, la situación de México es tan compleja, que requiere un abordaje integral, en el que ciudadanía, academia, gobierno, iniciativa privada y organismos de la sociedad civil, conformen una serie de políticas, iniciativas, leyes, proyectos y lo necesario para trabajar temas de justicia, igualdad, solidaridad, democracia, diversidad cultura, libertad, respeto a las diferencias, resolución de conflictos, mediación, equidad de género, violencia de género, nuevas masculinidades, autoconciencia, meditación, inteligencia emocional, por mencionar tan solo algunos de los saberes y conocimientos que nos pueden llevar a replantearnos nuestra manera de ser y actuar con los demás, por más mínimo que parezca, pero gran parte de los patrones de violencia que se magnifican y replican allá afuera, tienen su origen en un determinado contexto, donde las maneras de relacionarse tienen su raíz en la violencia, y si realmente queremos un cambio, se debe ir a la raíz para hacer un tratamiento de la enfermedad, no solamente dar aspirinas para tratar un tumor cancerígeno que se sigue reproduciendo todos los días…
Nos leemos la siguiente semana con mejores noticias y recuerda luchar, luchar siempre, pero siempre luchar, desde espacios más informados, que construyen realidades menos desiguales y pacíficas.
Sobre el autor
Luis Sánchez Pérez es doctorante y maestro en Políticas y Seguridad Públicas en IEXE Universidad, abogado por la Universidad de Guadalajara. Profesor de asignatura en la Universidad de Guadalajara y en la Universidad Enrique Díaz de León. Investigador de medios de comunicación y participación ciudadana en el Laboratorio de Innovación Democrática. Colaborador semanal en Milenio, El Occidental y El Semanario.