Opinión
La primera infancia también es público

Hemos sido acostumbrados a escuchar que los eventos culturales generalmente son para TODO PÚBLICO o PÚBLICO GENERAL y hasta hace pocos años lo normalizaba como gestora y consumidora de manifestaciones artísticas.
No fue hasta que mi querida maestra Nubia Macías nos explicó que la generación de contenidos para públicos específicos garantizaba una gran parte del éxito de un proyecto cultural. Compartirnos su trayectoria en FIL — que ya está próximo — y cómo lograba con su equipo reflexionar los múltiples perfiles que visitan la feria y que, sí en común todos tienen los libros, permitía diseñar actividades que fueran atractivas dependiendo más factores que solo el género o la edad.
Ahora yo, mamá de un pequeño de dos años me aparecen muchos algoritmos en las redes sobre contenidos de crianza y demás; como nueva en esto me he dado a la tarea de encontrar actividades atractivas para él y que puedan enriquecer su crecimiento con experiencias que marquen su infancia, como a mí en su momento lo hicieron los museos.
La metrópoli tapatía, está plagada de eventos con y sin costo para diversos perfiles, algunos de creadores independientes y otros con respaldo de instituciones y que tienen numerosas ediciones como el Festival Papirolas que forma parte de los proyectos artísticos de la Universidad de Guadalajara, este evento por su naturaleza y formato habitó varias ediciones en la expo Guadalajara ya que dura 5 días y actualmente se realiza en el Centro Cultural Universitario (frente a CUCEA).
Papirolas es un magno evento dirigido por Marcela García Batiz y su equipo, que coordinan en un mismo lugar actividades segmentadas desde 0 a 18 años, talleres, espectáculos, exposiciones, pabellones temáticos, concursos, conferencias con invitados especiales donde se capacitan docentes y padres de familia, así como stands de patrocinadores que hacen posible el proyecto.
Este festival es inclusivo, ya que también atiende a infancias que tienen alguna condición intelectual, motora o visual ofreciendo actividades para las minorías.
Tuve la oportunidad de visitar los talleres dirigidos para pequeños de 0 a 5 años donde los usuarios por obvias razones necesitan tener contenidos que capten rápidamente su atención, visitamos los cuatro talleres por la tarde y desde el ingreso al recinto nos unimos a una comparsa de personajes marinos con música en vivo y muchos niños en fila bailando en una fiesta pensada para ellos.
Los talleres para primera infancia me conmovieron pues la audiencia en esa edad es muy curiosa y se sorprende al estimular sus sentidos, en específico el taller del CUCosta que los invitaba a encontrar entre módulos de arena las diferentes especies que viven en el mar, esto logró que todos los pequeños participantes se divirtieran y los papás observáramos la convivencia en un campo de juego tierno e inocente.
Para cerrar la fiesta diaria el DJ César Cosío amenizó en la plazoleta del CAE con sus mezclas, luces y muchas burbujas en una tarde noche que unió a los adultos con el público infantil a reír, bailar y gozar deseando que Papirolas tenga más ediciones y crezca con nuestros hijos año con año.
Otro evento completamente escénico que tiene 8 años entre el público tapatío es FITPA Festival Internacional de Teatro para los Primeros Años. Que se conforma de una programación donde diversas compañías de teatro se dirigen a los más pequeños, ya sean obras participativas, conciertos o talleres para docentes y papás que priorizan la crianza respetuosa que se basa en el entendimiento profundo de las necesidades emocionales y físicas de los niños, abogando por una conexión emocional sólida entre padres e hijos.
En este contexto, los eventos culturales para bebés se convierten en un campo de juego perfecto para cultivar esta conexión. Estos eventos están cuidadosamente diseñados para estimular los sentidos y nutrir la creatividad innata de los niños, creando una experiencia compartida que fortalece los lazos familiares desde el principio.
El Festival es encabezado por la artista escénica Susana Romo y su equipo, que presenta en diferentes sedes de la ciudad las actividades, en nuestro caso pudimos comprar boletos para la obra El viaje del río de la compañía de teatro Dulce de Leche, que se llevó a cabo en el Foro de Arte y Cultura. Como papás estábamos expectantes a la reacción de los niños y cómo ellos también tenían cabida a este tipo de manifestaciones culturales pues generalmente en el teatro se guarda silencio y se pone atención (con excepción de formatos participativos). Al ingresar al Foro había un área de juegos con artefactos caseros donde se pudieron entretener mientras nos daban acceso a la sala, sobre el escenario ya había cojines para sentarnos y estar todos en primera fila para gozar de un espectáculo que sobrepaso las expectativas, ya que la música experimental con instrumentos que nunca había visto, creó un ambiente tranquilo, así como las dos artistas que se presentaron danzando y cantando atrajeron la atención de todos para que después de su acto, invitaran a los pequeños a unirse a jugar y tocar flores, tinas de agua con caracoles, conchas, coladores y cucharones que les permitían capturar en ellos los materiales orgánicos.
Fue toda una experiencia mágica pues la representación escénica de un inicio creo el ambiente propicio para que la segunda parte interactiva generara la confianza en el público de admirar elementos simples como flores y agua como algo maravilloso digno de reflexionar en sus formas, colores y suaves aromas que desprendían.
Conmovidos como papás terminó la función y esperamos estar pendientes el siguiente año para otra edición de FITPA ya que, al ser audiencias reducidas, el boletaje es mínimo y se agota rápidamente.
Estos eventos no solo tienen un impacto en las familias individuales, sino también en el tejido social y cultural de Guadalajara en su conjunto. Fomentan una comunidad que valora el arte y la creatividad, y que reconoce la importancia de nutrir el espíritu humano desde la infancia. Además, al promover la crianza respetuosa, se están sentando las bases para una generación futura de individuos compasivos y empáticos, que entienden la importancia de respetar las diferencias y celebrar la diversidad.
En última instancia, los eventos culturales para la primera infancia en Guadalajara no solo ofrecen una experiencia enriquecedora para los más pequeños, sino que también están moldeando el futuro de nuestra ciudad y de nuestra sociedad en su conjunto. Al invertir en estos eventos y en la crianza respetuosa, estamos cultivando una generación de individuos creativos, comprensivos y apasionados que llevarán consigo el amor por el arte y la empatía hacia los demás a medida que avanzan en la vida. En esta semilla del arte y el respeto, encontramos la promesa de un futuro culturalmente rico y emocionalmente conectado para Guadalajara y más allá.
Sobre la autora
Cristina Martínez Avendaño es licenciada en Diseño para la Comunicación Gráfica por la Universidad Enrique Díaz de León y maestra Gestión y Desarrollo Cultural por la Universidad de Guadalajara.
Opinión
Ojo, así se roban tus datos personales

Estimado lector, para mí es un privilegio volver a escribir estas líneas luego de una muy larga ausencia. Sin embargo volveremos a encontrarnos en esta columna cada quincena, analizando los temas de actualidad relacionados con la protección de nuestros datos personales y la privacidad que acontecen tanto en nuestro País como en el mundo.
Evidentemente no podemos dejar de comentar lo sucedido en días pasados en Guadalajara, donde existía -y seguramente siguen existiendo- un call center debidamente instalado para llevar a cabo extorsiones que se extendían no solo al resto de Jalisco, sino hasta a otros veinte estados más de nuestra República, afectando a más de 26 mil personas con llamadas fraudulentas y extorsiones.
Afortunadamente se desmanteló y según declaraciones oficiales se están realizando colaboraciones con instituciones de las demás entidades afectadas, para descubrir a todas las víctimas y por supuesto, invitarlas a denunciar, lo que resulta en una tarea titánica para las autoridades; pero al parecer no lo fue para aquellos cuyo modus vivendi consistía en realizar este tipo de nada honrosas actividades.
Datos personales de los afectados
En ese sentido caben muchas reflexiones, pero la primera es preguntarnos de dónde obtenían la materia prima, es decir, los datos personales de aquellos afectados. Aunque las respuestas pueden variar, quiero que centremos nuestra atención en dos fuentes principales.
La primera y la originaria por excelencia siempre seremos, desafortunadamente, Usted y yo, querido lector. Es decir, nosotros como titulares, dueños de esos datos personales que elegimos, muchas veces sin pararnos a reflexionar en ello, a quién, cómo y para qué le compartimos esta importantísima información.
Y digo que muchas veces sin reflexionarlo lo suficiente, porque participamos a otras personas de manera voluntaria, para poder obtener un bien o servicio; para pedir nuestros alimentos cuando no tenemos tiempo de prepararlos en casa; al inscribirnos a un curso o a nuestros hijos a la escuela, por citar ejemplos cotidianos. Pero también lo hacemos de manera involuntaria, por ejemplo cuando descargamos aplicaciones en nuestro teléfono inteligente o tableta y compartimos datos que no son necesarios; cuando somos poco discretos en una conversación o bien, ¿cuántas veces no hemos tirado a la basura documentación que contiene nuestro nombre u otros datos más sensibles, como nuestra CLABE interbancaria? Seguramente, muchas veces.
Ignoramos el valor de nuestros datos
La segunda causa de obtención de esta información es por medio de aquellos que manejan datos personales, es decir, los responsables si son particulares, o bien los sujetos obligados de orden público. Según me ha tocado atestiguar, parece que cuando la información no nos pertenece, dejamos de tener cuidado en su manejo. Se despersonaliza y solo vemos números, estadísticas, pero olvidamos que detrás de esas cifras, direcciones o palabras, se encuentra una persona que puede verse perjudicada por nuestro descuido de custodia de la información durante el ciclo de vida de los datos personales.
En fin, aunque difícilmente sabremos cómo se obtuvo esa información, es una realidad que decenas de miles de personas se vieron seriamente perjudicadas no solo en su patrimonio, sino muy seguramente hasta en su tranquilidad diaria, por este tipo de acciones ilegales. La invitación es a que le demos la importancia debida a esta información que es tan importante. La que nada más y nada menos, nos hace únicos y nos permite interactuar con el resto de quienes nos rodean. Si tenemos conciencia de la importancia de nuestros datos personales, seguramente nos daremos cuenta de la relevancia que también tiene la información relativa a otras personas.
La tarea primordial
En un entorno tan cambiante como el que vive nuestro mundo y especialmente, nuestro Estado de Derecho, la tarea primordial con la que contamos es velar porque nuestros derechos a la protección de datos personales y la privacidad no sean violentados y es más, que puedan ser garantizados, sobre todo ante la inminente desaparición de los Órganos Garantes en la materia, de lo que hablaremos en nuestra próxima entrega.
Sobre la autora
Ana Olvera es profesora investigadora de tiempo completo en la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo, con intereses en privacidad, bioética y neuroderechos.
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Opinión
La extinción de los institutos de transparencia: ¿falta de empatía o indiferencia?

A veces, hablar de datos personales, de su protección y nuestra privacidad, resulta sumamente abstracto. Aunque incluso trabajemos con ellos, pensemos en la recepcionista de un consultorio médico o el propio profesional de la salud. O en la persona a la que le pedimos la pizza o la comida que consumiremos en ese momento.
Ahora pensemos en las veces que entramos a ciertas redes sociales, como X, Facebook o LinkedIn y encontramos explicaciones acerca de lo importante que es proteger nuestros datos personales, o bien, explicaciones de las resoluciones (que a veces se adjuntan completas) y que más bien, parecen para un público un poco más especializado, que tal vez no seremos nosotros -que solo buscamos un momento de distracción-. En no pocas ocasiones, este tipo de situaciones pasan desapercibidas hasta que somos víctimas de robo de identidad, alguna extorsión o una estafa.
En este sentido cabe preguntarnos al menos dos cosas. La primera, la razón por la que optamos por la indiferencia ante la violación de la privacidad, que se arraiga en una compleja red de factores. La omnipresencia de la tecnología ha normalizado la vigilancia, desensibilizando a muchos ante la vulneración de sus datos personales. La complejidad de las políticas de privacidad y los algoritmos opacos genera una sensación de impotencia, alimentando la resignación. Además, la gratificación inmediata de los servicios digitales y la falta de consecuencias tangibles de la pérdida de privacidad fomentan una actitud apática e incluso, indolente. A esto se suma la polarización social, que fragmenta la empatía y dificulta la acción colectiva en defensa de un derecho fundamental.
La falta de involucramiento nos aísla de nuestra comunidad. Nos desconectamos de los problemas que nos afectan a todos, como la pobreza, la desigualdad, la violencia, la inseguridad y el cambio climático. Nos volvemos indiferentes al sufrimiento de los demás, perdiendo nuestra capacidad de empatía y solidaridad.
Pero la segunda es igualmente preocupante. ¿Qué pasó con el trabajo de los organismos garantes? ¿Fue acaso incapacidad de transmitir e incluso educar al pueblo mexicano? ¿De “conectar”, empatizar? Por que los festivales, las fotos, los congresos o simposios, salvo muy honrosas excepciones, siempre iban dirigidos a cualquier público distinto a lo que han dado por llamar “el ciudadano de a pie”. O como dirían los políticos en este momento histórico, “el pueblo bueno”, ese que difícilmente, con la pobre comunicación de los “expertos” y además con pocos recursos a la mano, comprendió la importancia de un andamiaje institucional como el que logró crearse en materia de transparencia y protección de datos personales. Tal vez eso explique la indiferencia en su defensa.
No cabe duda que asistimos y en gran mayoría, las y los mexicanos solo estamos meramente atestiguando los cambios estructurales que nuestro país esta viviendo. En ese sentido, claro que vivimos una transformación. No sé cuál. Pero bien haríamos en hacer a un lado esa indiferencia, para al menos intentar entender cómo afectarán al ejercicio y garantía de nuestros derechos fundamentales.
No involucrarse en la vida del país también tiene un costo personal. Cuando nos alejamos de los asuntos públicos, renunciamos a nuestro derecho a ser escuchados y a contribuir al bienestar de nuestra sociedad. Nos convertimos en meros espectadores de nuestro propio destino, sin voz ni voto. En un mundo cada vez más interconectado, los problemas que enfrentamos son complejos y requieren soluciones colectivas. La participación ciudadana es esencial para construir un futuro más justo, próspero y sostenible para todos. No podemos permitirnos el lujo de la indiferencia.
Es hora de despertar de la apatía y asumir nuestra responsabilidad como mexicanos. Involucrémonos en los asuntos públicos, hagamos oír nuestra voz, exijamos transparencia y rendición de cuentas. Solo así podremos construir el país que queremos y merecemos.
Sobre la autora
Ana Olvera es profesora investigadora de tiempo completo en la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo, con intereses en privacidad, bioética y neuroderechos.
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