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La Libertina, ubicada en la Capital Mundial del Libro

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Capital Mundial del Libro es una designación anual que otorga la Unesco a una ciudad en reconocimiento de la calidad de sus programas para promover la difusión del libro, fomentar la lectura y la industria editorial.

Guadalajara tiene merecido el título ya que dentro de las cinco ferias más importantes del mundo hispano está la FIL, sin embargo, en la Perla Tapatía existen espacios autónomos que fungen como refugios de pensamiento y generación de conocimiento a partir de la difusión de material editorial independiente y a pesar de esta gran aportación son poco conocidos.

Cuerpos Parlantes: espacio feminista y de investigación urbana cumple 10 años con la intención de generar encuentros que propicien herramientas, saberes, vínculos afectivos y políticos para enfrentar la actualidad. Lo que sucede dentro de Cuerpos Parlantes es la organización de eventos culturales y musicales, ciclos de cine, conversatorios, seminarios etc. Ya que esta organización concibe a la cultura como una vía de transformación, entendimiento y experimentación que permite acercarse a otras miradas; por ello consideran importante planificar encuentros con esos tintes para repensar y resignificar en comunidad y después esto se convierta en acciones políticas para enfrentar injusticias creando redes de acompañamiento y fraternidad.

En este espacio la parte de formación política empezó con círculos de estudio y lectura, a su vez se convirtió en una escuela feminista llamada Feminario: Aterrizajes teóricos para la acción colectiva, que cumple su quinta edición en 2023 y destaca la importancia frente a la fragmentación del movimiento feminista, la transfobia, los miedos y guerra de identidades. Los proyectos que suceden en Cuerpos Parlantes, atienden a la falta espacios de formación política donde se entienda que las vinculaciones entre luchas es un tema urgente, frente a la envestida global que marca la agenda en términos de competencia y conservadurismo para preparar a entender lo que pasa y compartirlo en la organización barrial, en las universidades, las cooperativas y sobre todo en calle.

Lirba Cano, agitadora cultural que forma parte de Cuerpos Parlantes me platicó sobre La libertina: librería especializada en feminismo y pensamiento crítico, que nace desde hace 5 años con la intención de acercar materiales políticos, reflexivos, inspiradores, textos y ensayos de pensadoras para tenerlos cerca como herramientas de acción colectiva para la agitación. Este proyecto autogestivo, se sostiene con compra de libros o pago de cursos, a veces participan en subvenciones, como la que actualmente llevan a cabo en una campaña contra los discursos de odio, que gracias a la organización chilena Derechos Digitales es posible, todo a raíz de unos ataques que se hicieron en las redes sociales de Cuerpos y La Libertina sufridos el año pasado.

La selección de libros de La Libertina se basa en la experiencia de los 10 años que tiene Cuerpos y en las necesidades contextuales que necesitamos aprender, apoyado de varias editoriales independientes que también tienen posicionamiento político con la liberación de conocimiento. También esta librería tiene bibliografía liberada en pdf, un catálogo politizado desde los anarquismos, movimientos sociales, feminismos, novela gráfica, ciencia ficción feminista, música, narrativa de una mirada crítica del mundo y que a través de la ficción de ideas es un sostén para salir de la violencia.

Una visión a mediano plazo es que se derive a una editorial feminista, ya que en los consejos editoriales hay muy poca presencia de compañeras, la idea se sustenta en respetar las relaciones con los escritores partiendo de una manera más justa sin expropiar sus derechos de autor.

Parte del contenido propio, es lo que se va editando de lo que sucede en Cuerpos Parlantes como los conversatorios de pensadoras que van pasando por el espacio: Silvia Federici, María Galindo, Raquel Gutiérrez, Yásnaya Aguilar, entre otras, donde son transcritos los conversatorios para transformarlos en folletos con edición de texto y portada, este material se puede adquirir en La Libertina.

 Lirba menciona que es gustoso ver como el pensamiento feminista ha compenetrado en la producción de pensamiento en las editoriales, considera que hay un boom importante y se está poniendo atención a lo que escriben las mujeres en América Latina sobre la narrativa, ensayo etc.

Por eso destaca que las librerías son una parte importante de este engranaje haciendo que el contenido llegue a las y los lectores, siendo un puente para defender y preservar, porque frente a la venta de libros en las grandes plataformas como Amazon o Mercado Libre es difícil que una librería como ésta pueda subsistir, a diferencia de ellos, el valor de que existan estos espacios se acentúa, ya que los libros que tienen como acervo dialogan entre ellos y no es una librería con miles de títulos, pero si es una donde se encuentra un discurso político que es importante comprender y escuchar, difundir estas iniciativas hace que la gente que aprecia este espacio y le ha servido de inspiración siga asistiendo para continúe su existencia.

 

Sobre la autora
Cristina Martínez Avendaño es licenciada en Diseño para la Comunicación Gráfica por la Universidad Enrique Díaz de León y maestra Gestión y Desarrollo Cultural por la Universidad de Guadalajara.

 

 

 

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Ojo, así se roban tus datos personales

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Columna de Ana Olvera sobre el robo de datos personales

Estimado lector, para mí es un privilegio volver a escribir estas líneas luego de una muy larga ausencia. Sin embargo volveremos a encontrarnos en esta columna cada quincena, analizando los temas de actualidad relacionados con la protección de nuestros datos personales y la privacidad que acontecen tanto en nuestro País como en el mundo.

Evidentemente no podemos dejar de comentar lo sucedido en días pasados en Guadalajara, donde existía -y seguramente siguen existiendo- un call center debidamente instalado para llevar a  cabo extorsiones que se extendían no solo al resto de Jalisco, sino hasta a otros veinte estados más de nuestra República, afectando a más de 26 mil personas con llamadas fraudulentas y extorsiones.

Afortunadamente se desmanteló y según declaraciones oficiales se están realizando colaboraciones con instituciones de las demás entidades afectadas, para descubrir a todas las víctimas y por supuesto, invitarlas a denunciar, lo que resulta en una tarea titánica para las autoridades; pero al parecer no lo fue para aquellos cuyo modus vivendi consistía en realizar este tipo de nada honrosas actividades.

Datos personales de los afectados

En ese sentido caben muchas reflexiones, pero la primera es preguntarnos de dónde obtenían la materia prima, es decir, los datos personales de aquellos afectados. Aunque las respuestas pueden variar, quiero que centremos nuestra atención en dos fuentes principales.

La primera y la originaria por excelencia siempre seremos, desafortunadamente, Usted y yo, querido lector. Es decir, nosotros como titulares, dueños de esos datos personales que elegimos, muchas veces sin pararnos a reflexionar en ello, a quién, cómo y para qué le compartimos esta importantísima información.

Y digo que muchas veces sin reflexionarlo lo suficiente, porque participamos a otras personas de manera voluntaria, para poder obtener un bien o servicio; para pedir nuestros alimentos cuando no tenemos tiempo de prepararlos en casa; al inscribirnos a un curso o a nuestros hijos a la escuela, por citar ejemplos cotidianos. Pero también lo hacemos de manera involuntaria, por ejemplo cuando descargamos aplicaciones en nuestro teléfono inteligente o tableta y compartimos datos que no son necesarios; cuando somos poco discretos en una conversación o bien, ¿cuántas veces no hemos tirado a la basura documentación que contiene nuestro nombre u otros datos más sensibles, como nuestra CLABE interbancaria? Seguramente, muchas veces.

Ignoramos el valor de nuestros datos

La segunda causa de obtención de esta información es por medio de aquellos que manejan datos personales, es decir, los responsables si son particulares, o bien los sujetos obligados de orden público. Según me ha tocado atestiguar, parece que cuando la información no nos pertenece, dejamos de tener cuidado en su manejo. Se despersonaliza y solo vemos números, estadísticas, pero olvidamos que detrás de esas cifras, direcciones o palabras, se encuentra una persona que puede verse perjudicada por nuestro descuido de custodia de la información durante el ciclo de vida de los datos personales.

En fin, aunque difícilmente sabremos cómo se obtuvo esa información, es una realidad que decenas de miles de personas se vieron seriamente perjudicadas no solo en su patrimonio, sino muy seguramente hasta en su tranquilidad diaria, por este tipo de acciones ilegales. La invitación es a que le demos la importancia debida a esta información que es tan importante. La que nada más y nada menos, nos hace únicos y nos permite interactuar con el resto de quienes nos rodean. Si tenemos conciencia de la importancia de nuestros datos personales, seguramente nos daremos cuenta de la relevancia que también tiene la información relativa a otras personas. 

La tarea primordial

En un entorno tan cambiante como el que vive nuestro mundo y especialmente, nuestro Estado de Derecho, la tarea primordial con la que contamos es velar porque nuestros derechos a la protección de datos personales y la privacidad no sean violentados y es más, que puedan ser garantizados, sobre todo ante la inminente desaparición de los Órganos Garantes en la materia, de lo que hablaremos en nuestra próxima entrega.

Sobre la autora

Ana Olvera es profesora investigadora de tiempo completo en la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo, con intereses en privacidad, bioética y neuroderechos.

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La extinción de los institutos de transparencia: ¿falta de empatía o indiferencia?

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A veces, hablar de datos personales, de su protección y nuestra privacidad, resulta sumamente abstracto. Aunque incluso trabajemos con ellos, pensemos en la recepcionista de un consultorio médico o el propio profesional de la salud. O en la persona a la que le pedimos la pizza o la comida que consumiremos en ese momento.

Ahora pensemos en las veces que entramos a ciertas redes sociales, como X, Facebook o LinkedIn y encontramos explicaciones acerca de lo importante que es proteger nuestros datos personales, o bien, explicaciones de las resoluciones (que a veces se adjuntan completas) y que más bien, parecen para un público un poco más especializado, que tal vez no seremos nosotros -que solo buscamos un momento de distracción-. En no pocas ocasiones, este tipo de situaciones pasan desapercibidas hasta que somos víctimas de robo de identidad, alguna extorsión o una estafa.

En este sentido cabe preguntarnos al menos dos cosas. La primera, la razón por la que optamos por la indiferencia ante la violación de la privacidad, que se arraiga en una compleja red de factores. La omnipresencia de la tecnología ha normalizado la vigilancia, desensibilizando a muchos ante la vulneración de sus datos personales. La complejidad de las políticas de privacidad y los algoritmos opacos genera una sensación de impotencia, alimentando la resignación. Además, la gratificación inmediata de los servicios digitales y la falta de consecuencias tangibles de la pérdida de privacidad fomentan una actitud apática e incluso, indolente. A esto se suma la polarización social, que fragmenta la empatía y dificulta la acción colectiva en defensa de un derecho fundamental.

La falta de involucramiento nos aísla de nuestra comunidad. Nos desconectamos de los problemas que nos afectan a todos, como la pobreza, la desigualdad, la violencia, la inseguridad y el cambio climático. Nos volvemos indiferentes al sufrimiento de los demás, perdiendo nuestra capacidad de empatía y solidaridad.

Pero la segunda es igualmente preocupante. ¿Qué pasó con el trabajo de los organismos garantes? ¿Fue acaso incapacidad de transmitir e incluso educar al pueblo mexicano? ¿De “conectar”, empatizar? Por que los festivales, las fotos, los congresos o simposios, salvo muy honrosas excepciones, siempre iban dirigidos a cualquier público distinto a lo que han dado por llamar “el ciudadano de a pie”. O como dirían los políticos en este momento histórico, “el pueblo bueno”, ese que difícilmente, con la pobre comunicación de los “expertos” y además con pocos recursos a la mano, comprendió la importancia de un andamiaje institucional como el que logró crearse en materia de transparencia y protección de datos personales. Tal vez eso explique la indiferencia en su defensa.

No cabe duda que asistimos y en gran mayoría, las y los mexicanos solo estamos meramente atestiguando los cambios estructurales que nuestro país esta viviendo. En ese sentido, claro que vivimos una transformación. No sé cuál. Pero bien haríamos en hacer a un lado esa indiferencia, para al menos intentar entender cómo afectarán al ejercicio y garantía de nuestros derechos fundamentales.

No involucrarse en la vida del país también tiene un costo personal. Cuando nos alejamos de los asuntos públicos, renunciamos a nuestro derecho a ser escuchados y a contribuir al bienestar de nuestra sociedad. Nos convertimos en meros espectadores de nuestro propio destino, sin voz ni voto. En un mundo cada vez más interconectado, los problemas que enfrentamos son complejos y requieren soluciones colectivas. La participación ciudadana es esencial para construir un futuro más justo, próspero y sostenible para todos. No podemos permitirnos el lujo de la indiferencia.

Es hora de despertar de la apatía y asumir nuestra responsabilidad como mexicanos. Involucrémonos en los asuntos públicos, hagamos oír nuestra voz, exijamos transparencia y rendición de cuentas. Solo así podremos construir el país que queremos y merecemos.

Sobre la autora

Ana Olvera es profesora investigadora de tiempo completo en la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo, con intereses en privacidad, bioética y neuroderechos.
 

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