Opinión
¡Qué fácil es marchar!
En México, desde el 13 de noviembre se han estado presenciando marchas y protestas que ponen de manifiesto diversas situaciones, conflictos e intenciones políticas, pero sobre todo permiten afirmar que es muy fácil marchar, pero ¿en todos los casos? Esta interrogante se responde revisando el contenido, propósitos y organización de cada manifestación, hablando particularmente de las llamadas “marcha por la democracia” (marcha “por el INE”), la “mega marcha universitaria” de la Universidad de Guadalajara (UdeG), la “protesta contra la FIL”, liderada por el Gobernador de Jalisco, Enrique Alfaro, y la “marcha del pueblo”, impulsada por el Presidente López Obrador.
Las citadas manifestaciones corresponden a respuestas que se dan por el enfrentamiento de grupos de poder considerables tanto a nivel federal como a nivel estatal. La primera en surgir fue la “marcha por la democracia”, organizada por la derecha de la política mexicana y se proponía protestar en contra de la reforma electoral promovida por López Obrador; sin embargo, una buena parte de las personas que asistieron dejaron ver que era más un foro en contra del actual gobierno federal que una pugna por instituciones democráticas e independientes. Se desarrolló sin mayores contratiempos. Como respuesta a la “marcha por la democracia”, el 27 de noviembre tuvo lugar la “marcha por el pueblo”, protagonizada por AMLO, a ella asistieron cerca de 1.2 millones de personas y fue el escenario para que actoras y actores políticos de Morena aprovecharan para posicionar sus (aún no oficiales) candidaturas presidenciales para 2024.
En Jalisco, el 23 de noviembre se desarrolló la “mega marcha universitaria”, en la que la UdeG, una vez más, se movilizó en contra de Enrique Alfaro por los alegados recortes presupuestales que este último ha propagado. Seguidamente, el 26 de noviembre, se dio la “protesta contra la FIL”, mediante la cual Alfaro alegaba el mal uso de recursos por parte de la UdeG. En suma, dos manifestaciones de grupos políticos y de bastante poder de la Entidad.
Las cuatro manifestaciones tuvieron elementos en común como ser organizadas por personas insertas en cúpulas de poder y con capacidad de representación, que quienes organizan tienen intenciones políticas tanto a corto como a mediano plazo, la facilidad de gestión de las concentraciones, la falta de claridad en los propósitos de las marchas, la manipulación de información sobre los fines por los que protestaban y el hecho de que se desarrollaron sin ninguna dificultad.
Ante marchas privilegiadas y que lidera la política en lugar de exigencias sociales reales, es posible afirmar, que marchar en efecto es sencillo, pero solo cuando tu causa viene desde el poder.
Es difícil marchar cuando no se tiene privilegios, como sucede con el feminismo, las y los familiares de personas desaparecidas o de víctimas, toda vez que las temáticas incomodan, ponen en evidencia a las autoridades y tienen capacidad de incidencia. Por si fuera poco, la carga emocional que representan las verdaderas manifestaciones las hace más complicadas que el solo asistir a petición de actores políticos.
Las manifestaciones, como parte de la libertad de expresión, son legítimas en tanto no violenten derechos de terceros, sin embargo, no está de más valorar su legitimidad en tanto su trasfondo y aquellos grupos de poder que llegan a tener injerencias sobre ellas.
Sobre la autora.
Daniela Bonilla Castañeda es abogada por el ITESO, especializada en Derecho Internacional de los Derechos Humanos. Desempeñada en al área de investigación académica y la incidencia social para la garantía de derechos.