Opinión

Sociedad preparada para las víctimas

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El pasado 8 de junio fue condenado a 16 años y ocho meses de prisión el líder de “La Luz del Mundo”, Naasón Joaquín García, una noticia que ha sido altamente conocida por la gravedad de los delitos por los que fue procesado y la figura que representa Naasón tanto en la sociedad tapatía como en la mexicana.

Como también se sabe, la condena se da en Estados Unidos a partir de un acuerdo entre la Fiscalía de California y la defensa de Naasón, quien había aceptado los cargos que se le imputaron; como era de esperar, en redes sociales y medios estalló la noticia, se compartieron comunicados de personas que lo defienden, opiniones sobre la pena impuesta y mensajes de repudio ante el personaje, lo cual es completamente comprensible. Sin embargo, poco se habló de quienes verdaderamente protagonizan este caso y con quienes tanto las autoridades como la sociedad deberían tener mayor cercanía: las víctimas.

Ser víctima, en cualquier sociedad, no es algo sencillo, mucho menos al tratarse de mujeres víctimas de abusos y violencia sexual de un líder -hombre- religioso que será protegido a toda costa. Poco se sabe de las necesidades que presentan las víctimas de Naasón y seguramente fue de gran dificultad exponer sus casos, tanto por el desgaste emocional como por la presión y riesgos que esto implica. En buena medida, eliminar estas barreras es algo que nos toca de manera comunitaria, aunque actores como medios de comunicación y autoridades, por supuesto, que tendrán mayor responsabilidad.

Creerles, no cuestionar, evitar la revictimización, centralizarlas en los procesos y noticias, acompañarles, protegerles, darles espacios para la expresión y dejar de mediatizar a sus agresores en lugar de sus necesidades podrían ser algunas de las medidas que desde lo individual se pueden implementar cuando se está ante una persona víctima. Esto no solo en referencia a las víctimas de Naasón, sino a las de todos los casos, de manera que se tenga una sociedad empática con ellas y en la que se deje de lado la narrativa que prioriza a sus agresores.

Contar con lo anterior no solo propicia un ambiente en el que una persona tenga la confianza de exponer las violencias que ha vivido, se habla de una precondición para evitar que estas sigan ocurriendo, para cambiar la perspectiva de las autoridades y, en general, para construir un mensaje en el que los victimarios sepan que no se trata de ellos.

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Complementando, con esto se comienza a pasar de un paradigma punitivista a uno que privilegia las reparaciones para las víctimas, sin que esto signifique impunidad para los agresores.

Regresando al caso de Naasón, sabemos la pena que se le ha impuesto a él, pero ¿cuáles reparaciones se les han otorgado a las víctimas?, si bien no se debe dejar de lado su privacidad, protección y consentimiento (que ya bastante dañado está), su protagonismo es necesario si se quiere una transformación de la forma en que se hace “justicia”.

Naasones Joaquínes hay bastantes, la violencia sexual y por razón de género, como la que él ejerció en contra de tantas mujeres, se vive todos los días y no únicamente en espacios como “La Luz del Mundo”. Ideal y utópicamente, debe llegar un punto en el que ya no se tengan víctimas de ningún tipo, pero mientras tanto, debemos ser una sociedad preparada para ellas.

 

 

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Sobre la autora
Daniela Bonilla Castañeda es abogada por el ITESO, especializada en Derecho Internacional de los Derechos Humanos. Desempeñada en al área de investigación académica y la incidencia social para la garantía de derechos.

 

 

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