Opinión

Un llamado por la paz

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Revivir las imágenes presentadas este fin de semana en los diversos medios de comunicación genera escalofríos. Se trata de la mayor ofensiva bélica por parte de Hamás, grupo sociopolítico de origen musulmán que controla la Franja de Gaza, uno de los dos territorios que aún forman parte de lo que se conoce como Palestina, contra Israel, quien a su vez ha vulnerado y pisoteado sistemáticamente al pueblo palestino desde su creación como Estado moderno tras la resolución de las Naciones Unidas en 1947.

La complejidad de este conflicto es mucho mayor de lo que los medios nos muestran y permiten comprender. Por un lado, Israel representa a un sector que sufrió crímenes de lesa humanidad, pero que ahora es también responsable de acciones represivas y opresivas las cuáles constituyen crímenes de guerra hacia otro pueblo igualmente marginado y repudiado: el palestino.

Cuestiones poco conocidas por muchos como el infierno que se vive en la franja de Gaza según las propias palabras del Secretario General de Naciones Unidas, Antonio Guterres, donde de acuerdo a Amnistía Internacional, el 38% de la población vive en situación de pobreza, el 54% padece inseguridad alimentaria, y donde más del 90% del acuífero de Gaza no es potable, nos permiten dimensionar un poco mejor la situación que atraviesa la población palestina, que se encuentra aislada del resto de los territorios debido a un bloqueo Israelí.

La realidad va más allá de tomar una postura a favor o en contra de determinado grupo involucrado en este conflicto, sino de evidenciar que, como suele suceder en las guerras y conflictos bélicos, los principales afectados son los civiles, aquellos que sufren las hostilidades recurrentes entre fuerzas militares israelíes y palestinas, aquellos que deben lidiar con las muertes, pobreza, desempleo, inseguridad alimentaria y la incertidumbre.

La intención es ampliar tu perspectiva crítica, estimado lector, para resaltar que en estos conflictos no existen los buenos y los malos, sino evidenciar que, por mucho empeño que pongan aquellos que toman decisiones para justificar la violencia, esta nunca tendrá una justificación válida. Al final, si queremos un mundo de paz y de justicia, debemos dejar de ser indiferentes, y exigir a nuestros líderes que en lugar de levantar muros, construyan puentes. Nos leemos la siguiente semana, y recuerda luchar, luchar siempre, pero siempre luchar desde espacios más informados que construyen realidades menos desiguales y pacíficas.

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Sobre el autor
Luis Sánchez Pérez es doctorante y maestro en Políticas y Seguridad Públicas en IEXE Universidad, abogado por la Universidad de Guadalajara. Profesor de asignatura en la Universidad de Guadalajara y en la Universidad Enrique Díaz de León. Investigador de medios de comunicación y participación ciudadana en el Laboratorio de Innovación Democrática. Colaborador semanal en Milenio, El Occidental y El Semanario.

 

 

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