Ciudad Erótica

El aparatito

Publicada

Por Carmen Larracilla

El amor y el deseo que se encuentran en la cama, son la pareja perfecta.  Pero hay un tercero que sin duda aporta una intensidad indescriptible a una experiencia sexual placentera: un aparatito que al rozar las zonas erógenas las estimula apresurando e incrementando cada una de las sensaciones que entre dos se comparten.

En realidad me tomó por sorpresa la intromisión de un objeto hasta entonces extraño en mi relación. Había experimentado únicamente con otro tipo de instrumentos, pero nunca con uno al que pudieran regulársele las velocidades, intensidad y ritmo. Su tamaño era perfecto, pero incluso antes de introducirlo, o sin necesidad de hacerlo, logra catapultarte al infinito del placer.

Comenzamos como siempre y terminamos como nunca. No imaginé que incluso pudiera prescindir de mi acompañante en varios momentos, aunque ese calor humano no te lo dé ningún aparato que funcione con pilas. Comenzó a probar el modo vibrador en velocidad moderada sobre mis pezones, pero la sensación se volvió de otro nivel cuando se combinó con su saliva, sus mordiscos y su respiración agitada. En la completa penumbra, perdimos el vibrador en varias ocasiones sobre la cama, pero lo buscábamos a fuerza de deseo y curiosidad.

El siguiente punto a explorar fue su miembro y testículos. Apenas rozaban su piel, la erección se volvía mucho más fuerte y así comenzó a penetrarme. Sentí que no podía llegar más adentro y así era. En definitiva había llegado al fondo y la acción repetida en combinación con el movimiento de aquel objeto que funcionaba con un par de baterías, resultó la tierra prometida con ríos de humedad.

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Utilizamos el aparato muchas veces, en todas las posiciones, de todas las formas imaginables. Cuando terminamos exhaustos y satisfechos, me pregunté dónde había estado una maravilla como esa en el transcurso de mi vida sexual. Querría utilizarlo todo el tiempo, con o sin mi pareja, en mis ratos libres o hacerme el tiempo necesario para darme placer.

Nada hasta entonces me había dejado tan complacida, con tantas ganas de querer más. Era tarde para saber sobre las bondades de este tipo de cosas “del diablo”, lo sabía, pero nunca antes se me había presentado la oportunidad de probarlo. Tener un complemento perfecto para una relación de dos, te lleva de inmediato a no querer conformarte con los placeres de siempre, a experimentar cada vez con más cosas, y mientras tanto, él y yo esperamos que llegue el próximo acompañante que ya pedimos por Internet.

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