Ciudad Erótica
¿Nos masturbamos?
¿Nos masturbamos?…
Le dije que estaba a punto de meterme a bañar y enseguida preguntó: ¿No me invitas? La verdad es que jamás pensaría en decir que no, sobre todo cuando es algo que he pensado durante muchos meses. Qué hermoso sería darnos una ducha juntos y terminar haciendo el amor. Hasta le dije que podríamos empezar por hacerlo en la regadera, luego en la cama, y después tomar de nuevo un baño.
Peligro
La tentación era un peligro latente. Cada que teníamos conversaciones cachondas por WhatsApp, me prendía de una manera increíble. Casi podía sentirlo ahí, acariciándome.
Terminé diciéndole que antes de tomar mi baño tendría que masturbarme o terminaría con un dolor terrible en la zona baja del abdomen. Me preguntó que cómo lo haría, si totalmente desnuda en mi cama o durante la ducha, que cómo lo disfrutaba más. Como tenía que irme a trabajar, dije que sería algo rápido, pero que por la noche me tomaría mi tiempo.
—Qué rico—, atinó a decir antes de mencionar que su miembro estaba erecto únicamente de imaginar lo que conversamos.
Tuve que retrasar un poco mis planes y terminé describiéndole la manera en la que lo hacía.
—Si me desnudo totalmente, comienzo por tocarme los senos con movimientos circulares, hasta que logro que mis pezones se levanten. Para entonces mi vagina ya está lo suficientemente húmeda como para introducir mis dedos y realizar movimientos circulares en mi clítoris que me permitan llegar al orgasmo de una manera deliciosa—, dije.
Por supuesto que mi explicación terminó por excitarnos mucho más. Yo, al decirle lo que sentía y trasladarme a esos momentos imaginando que él estaba ahí conmigo, sentí que era urgente que lo hiciéramos realidad.
Él, al sentirse erecto y pensar en las posibilidades, hubiera querido aparecer de pronto en mi cama y embestirme sin piedad.
Le recordé que cada que llegaba al clímax, la intensidad era tal, que terminaba por mojar la cama. Me dijo que sólo pensar en eso, le provocaba estar ahí conmigo y saborear ese líquido que salía a presión, mientras yo me retorcía en sus brazos.
Imaginación
Pregunté por la forma en la que él lo haría. Si al llegar a casa también se tocaría, y si pensaría en mí. Me dijo que sí, y que lo haría en su cama, tal vez escuchando un tango, o quizá llevado sólo por la excitación que le provocaba escuchar su propia respiración acelerada recordando mis palabras e imaginándome desnuda, tibia y temblorosa a su merced.
La imaginación lo era todo para un par de locos que se anhelaban. A veces era una tortura pensar en ese momento y saber que en la realidad sólo eran nuestras manos las que nos llevaban al orgasmo, las ganas y el deseo que iba más allá de nuestras posibilidades a corto plazo.
Llegué a casa y tal como le prometí, me toqué de nuevo. Pensé en él y ese líquido caliente mojó mis sábanas. Pensaba en su miembro, en su esperma, su deseo y su excitación. Pensaba en que esa noche y tal vez en ese mismo momento, él también se había venido con tal intensidad que también había mojado todo. Pensé en tenerlo dentro, pensé en aprisionarlo en mi vagina y dejarlo ahí todo el tiempo necesario. Pensé en mojarnos juntos y luego soñé con el mar.
Ciudad Erótica Carmen Larracilla
<ESS>