Ciudad Erótica
Taxi plus, sexo en el camino
Esa noche Moi no ligó en el Californias. Borracho y dolido, caminó por Pedro Moreno en busca de un taxi amarillo de esos horribles que hoy nadie quiere, pero que hace cinco años eran casi la única opción a las 4:30 de la madrugada. Tomó el primero que ofreció el servicio. El chofer no era feo. Moreno, fornido, “chacaloso” y con bigote; el conductor no le pedía nada a los que Moi había visto en el antro y lo habían ignorado olímpicamente. El frío se filtraba por la ventana cerrada del Tsuru de cuatro puertas que ya había tomado rumbo a Cruz del Sur.
— ¿Siempre trabajas de madrugada? —le dijo Moi a su último tren de la noche—.
— Nomás viernes y sábados —respondió el taxista—.
Las lámparas de la Ciudad, encendidas a medias, daban un aspecto amarillo verdoso a los pedazos de acera sobre los que arrojaban su luz destemplada.
— ¿Y qué es lo que más subes?
— Borrachos, putas, jotos y travestis.
— ¿Y qué, los travestis son buena paga o te quieren pagar con cuerpo?
— Sí, pero yo vengo a trabajar.
— Ah.
Pronto iba a amanecer. A las siete de la mañana Moi tenía que estar de vuelta en la oficina. De haber sabido se hubiera quedado en su casa.
— Todavía si me dieran una propina, me la pensaba —soltó el chofer—.
— ¿Sí? ¿Por cuánto te la pensabas?
— No sé, depende, unos… 100 pesos, y el taxímetro.
No se habló más. Moi sacó los 100 pesos y acto seguido el taxista parecía viajar sin pasaje. La luz de la calle acariciaba la nuca de Moi mientras su boca se hundía entre las piernas de aquel tapatío casado y con hijos que acababa de agenciarse un dinerito extra.
Iban sobre 8 de Julio y Niños Héroes. Todo ocurrió con naturalidad, se respetaron los semáforos, se condujo a buen ritmo. A la altura de Lázaro Cárdenas un borboteo regresó a Moi a su asiento. Luego vino un largo silencio, seguido de una animosidad contenida y una sonrisa cómplice que los acompañó durante todo el camino.
— Mi teléfonos es tal, si quieres ponle «Gerardo-Taxi». No me mandes mensajes comprometedores porque estoy casado. Nomás dime que quieres servicio de taxi plus y nos arreglamos.
Por supuesto que se arreglaron. Hubo otros dos servicios, ambos muy similares. Luego le robaron el celular a Moi y perdió el contacto de Gerardo-Taxi.
Otra noche, igualmente borracho y con el ego descalabrado, Moi abordó un amarillo y luego de sus preguntas de preámbulo sacó cien pesos, otro taxi plus habría de dejarlo, reconfortado y contento, en su casa.