Altavox
Reloj, no marques las horas
«No quiero ser mayor jamás —dijo con vehemencia—. Quiero ser siempre un niño y divertirme. Así que me escapé a los jardines de Kensington y viví mucho, mucho tiempo, entre las hadas».Peter PanJ.M. Barrie
P. tiene 7 años y se ha dado cuenta que algún día va a morir. En su diminuta humanidad, sólo centrada hasta el momento en existir, disfrutar y quejarse cuando una necesidad física aflora, ha surgido la preocupación. De repente la conciencia de la finitud de su ser le ha dado su primera angustia existencial, que la acompañará durante toda la vida.
Como es lógico de suponer, P. no pensará en ello durante la mayor parte de su tiempo. Por el momento, jugar, estudiar, hacer sus tareas, convivir con sus amigos serán sus prioridades. Vendrán después ver qué hacer con su vida, tal vez una carrera o un oficio, buscar el amor, encontrarlo y luego perderlo, tratar de viajar, divertirse, soportar a un jefe, llegar molida del trabajo, echar andar un negocio, quizás hacer una familia, quizás no.
«Mamá no quiero ir al colegio» / Klaus y Kinski
Pero de cuando en cuando, en algún momento de tranquilidad, en una caminata, sentada mirando el paisaje, tras una crisis y una aciaga tarde de lágrimas, tal vez luego de la pérdida de un ser querido, o posiblemente al mirarse el espejo y ver cómo su rostro refleja el andar del reloj, será ahí cuando esa primera duda y vacilación regrese, puede que la angustie de nuevo o puede que la haga pensar y reflexionar de su propia fragilidad, depende de ella.
La cuestión es ontológica, está ahí desde hace centurias, incluso en ésta era digital y se ha convertido en un bien negociable en la sociedad de consumo: El combate sin fragor a los estragos que nos ocasiona el paso del tiempo, huellas indelebles marcadas en nuestro propio cuerpo.
«Getting Older»/ Anni B Sweet
Forever 21, dice el nombre de una marca de ropa, apelando a uno de los deseos más frecuentes y que la publicidad trata de cultivar en el sexo femenino, la permanencia de la belleza y de la juventud a costa de lo que nos pongamos encima.
Cremas rejuvenecedoras, cirugías faciales, estiramientos e incluso hasta un grado enfermizo de deformidad se cuentan entre las batallas perdidas en esta épica gesta en contra de las arrugas. Sus víctimas se cuentan por millones, unos caen con estilo, otros se convierten en iconos de la ridiculez.
Como Pasa el Tiempo / Cuarteto de Nos
Otras batallas más valiosas habría que desarrollar en nuestro fuero interno. Es ocioso querer derrotar a Cronos. Más allá de la frase de cartel promocional de película «con mensaje» —esa categoría la encontré al pasar por un puesto de piratería en un tianguis—, aquella de que la edad está en la mente, lo cierto es que hay maderas que toman consistencia con los años.
Uno de los grandes triunfos de la civilización es la capacidad de registrar el tiempo no sólo biológicamente, sino poder transformarlo en historia, llevarlo a la dimensión de lo trascendente. Ante la evidencia de la irreversibilidad de los acontecimientos, pudiéramos llevar esta intención al plano individual, que nuestro tiempo en el mundo sea mítico y no suframos la pesadumbre provocada por el desgaste natural que todos, sin excepción, padeceremos.
«Forever Young» / Bob Dylan