Altavox
Sedúceme cerebro
“Tu cabeza se derrumbará cuando no haya nada dentro. Y te preguntarás: ¿Dónde está mi mente?”.
“Where is My Mind” / Pixies
Desde hace años, pensar es el verbo a conjugar en la era de la información. Pero lo limitamos a un saber técnico, metódico, matemático y sistémico. Este pensamiento ha logrado todo lo que tenemos actualmente, especialmente el invento de la década: el smartphone, ese seductor reproductor de algoritmos que nos vuelve absortos y conectados al mundo que nos incumbe, pero desconectados al entorno.
Lo que poco hacemos es pensar en el acto de pensar, razonar sobre lo que nuestro ambiente genera al interior de nuestras conexiones cerebrales, escudriñar los mecanismos de la mente y cómo actúan estos ante los estímulos externos. El cerebro es un cofre aún con joyas por descifrar, aunque los neurocientíficos ya han dado bastantes líneas claras al respecto.
“La realidad es producto de la imaginación”. Este axioma, en apariencia contradictorio, tiene mucho de lógica si escudriñamos hasta el fondo de nuestro complejo cerebro. El aforismo está ligado a la idea kantiana de que no podemos hacernos una idea completa de cómo son las cosas, pues el filtro de nuestra mente distorsiona la realidad.
En Leer la Mente, Jorge Volpi (un ensayo sobre cómo funciona nuestra psique ante la ficción) argumenta, citando a Francis Crick, que sólo conocemos la realidad a través de la imagen que de la misma hace nuestro cerebro, es decir, vivimos el mundo como representación como alegaba Arthur Schopenhuauer, no como voluntad.
“Where is My Mind” / Pixies
A raíz de esta disertación, se puede decir que la mente crea estructuras autorreferenciales que dan lugar a la idea de conciencia o del yo, la idea de belleza, por ejemplo, dependerá de los patrones y símbolos culturales, familiares y de experiencias propias a las que nos hemos visto sometidos; eso que llamamos la realidad se halla grabado en letras doradas en una red de millones de neuronas reunidas en nuestra corteza cerebral.
Un descubrimiento que ha fascinado a sabios y neófitos en los últimos años es lo que Giacomo Rizzolatti definió como neuronas espejo, descubiertas en 1995, ubicadas en lo que se denomina la corteza premotora.
Estas neuronas son las imitadoras, generan las herramientas para situarnos al nivel de los demás; es ahí donde se gestan sentimientos como la empatía y son también las culpables de que, cuando estamos en contacto con una historia de ficción, aunque nuestro cerebro las distinga de la realidad tangible, nos involucramos, emocionamos, entristecemos, encolerizamos o alegramos.
“Brain Damage” / Pink Floyd
En su libro Vivir, Pensar, Mirar, la novelista estadounidense Siri Hustvedt, explica que al igual que todas las actividades que hay que aprender, leer altera nuestra organización cerebral: “Cuando leemos recurrimos a la capacidad de diálogo interior, asumimos las palabras escritas por el autor como propias”, explica.
El cerebro es un órgano fascinante, es nuestro único filtro ante el mundo, en él, además del acto de percibir, reside el de imaginar y también de recordar, algo no tan distinto a lo primero. La memoria es uno de los actos más subjetivos del universo.
Hustvedt nos explica que la mente no funciona como un CPU que recupera algún hecho real almacenado en su propio disco duro, sino que traemos la última versión de ese recuerdo, es decir, la memoria es tramposa, y cambia producto de la conveniencia o del desgaste natural del tiempo. Por ello necesitamos de las de las ideas y de los conceptos para reconocer y organizar todo ese inmenso material acumulado al paso de los años.
“Human Behaviour” / Björk
Pensar también es gozar, ahí está nuestra fascinación con la ficción, pero también con un fenómeno como la música, una de las creaciones humanas que más modifica nuestras realidades neurobiológicas, arte que el escritor y psicoanalista Oliver Sacks, en su texto Musicofilia, denomina como “la más íntimamente unida a las emociones”.
Nuestro cerebro es así, capaz de asimilar no sólo ideas y conceptos, sino impulsos totalmente abstractos que carecen de toda capacidad formal de representación, que sí, pueden poseer una intensidad desgarradora sin que necesariamente haya un significado semántico incluido. Menuda máquina es nuestra mente.
“Cerebro Eletronico” / Marisa Monte
“Anna Freud” / The National