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El hombre que recorrió el país en busca de carteles de cine mexicano
Carteles, muchos carteles de cine mexicano…
El anuncio se extendía por el caserío.
«¡No se pierda esta noche la gran función de cine!, ¡por cada refresco que usted compre obtenga una entrada para el espectáculo!», voceaba el camión de bebidas mientras transitaba por las pedregosas calles de Tenamaxtlán, Jalisco.
A punto de culminar la década de los cincuenta, cuando el cine nacional vivía su mejor época, sobraban, a lo largo y ancho del País; almas ávidas de presenciar una proyección cinematográfica, asegura don Luis Uriel Jiménez (1953), dueño de una amplia colección de carteles de cine mexicano.
Apenas caía la noche y la plazoleta de Tenamaxtlán hervía de lugareños prestos a disfrutar del Séptimo Arte, recuerda; terminado el filme se organizaba una rifa de enseres domésticos, la entrega de vasos, jarras, charolas y destapadores coronaban la noche.
»Yo entonces estaba chico, uno se llevaba su banco, su piedra, lo que fuera, les entregaba la corcholata del refresco que compró y lo dejaban sentarse ahí en la plaza. Proyectaban la película sobre una pared blanca», recuerda.
En busca de carteles
La respuesta de los lugareños incitó al abuelo de Jiménez a asociarse con una distribuidora de publicidad cinematográfica; los afiches, que por lo general se rentaban y se devolvían a la empresa, comenzaron a acumularse en el local del empresario hasta alcanzar 100 mil ejemplares.
»Me acuerdo que me pasaba horas viendo los fotomontajes, cartones de 32 por 42 centímetros a los que les pegaban una litografía hecha previamente a mano y luego una foto original de la película», explica.
Luego de culminar las carreras de Contaduría Pública y Derecho, Jiménez viajó por el País en busca de viejos carteles que enriquecieran la colección heredada en la década de los 70. El largo itinerario se extendió a través de 10 años de viajes.
A partir de 1987 los cines comenzaron a resentir la aparición del videocasete, la renta de películas con fines domésticos abarató de tal forma los costos del consumo cinematográfico que provocó el cierre de numerosos cines en México y el mundo.
Según los cálculos de Jiménez, su colección supera el millón de carteles y afiches de cine nacional que datan de 1931 a 1956.
Entre sus «joyas» se encuentran la colección completa de carteles de las películas de «El Santo» —426 afiches distintos de las 53 películas—; y cuatro fotomontajes de «Santa» (1931), la primera película sonora del cine mexicano, por mencionar algunas.
Publicado en Mural.