Cine
La eterna Rosario: ‘Los Adioses’ de Natalia Beristáin
La eterna Rosario: “Los Adioses” de Natalia Beristáin.
Para Sagrario Díaz, una guerrera.
Todavía sigue en cartelera “Los Adioses”, la segunda película de la joven realizadora mexicana Natalia Beristáin. Tras debutar como directora de largometraje en 2012 con “No Quiero Dormir Sola”, Beristáin continúa su exploración de las distintas facetas de la mujer: sus pasiones, sus contradicciones y, en este caso, su papel en la sociedad mexicana. Sin ser un biopic en estricto sentido, la película retrata dos etapas de la vida de Rosario Castellanos, una de las figuras intelectuales más importantes de nuestro país y una escritora fundamental para entender la narrativa latinoamericana de la segunda parte del siglo XX.
Protagonizada por Tessa Ia y Karina Gidi (quienes interpretan a Castellanos en su juventud y adultez, respectivamente), la cinta se construye en torno a la relación que Rosario entabla con el filósofo Ricardo Guerra (interpretado en cada época por Pedro de Tavira y Daniel Giménez Cacho); desde su primer encuentro en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, hasta los últimos días de un matrimonio que se extendería durante trece años. De manera paralela a la relación de la escritora con Guerra, el largometraje se toma su tiempo para indagar en las barreras que imponía la academia de los años sesenta a las mujeres y el permanente compromiso de Rosario con la emancipación femenina.
Exploración de lo íntimo
Valiéndose de un personaje que se sale de la pantalla, la directora estudia en lo más íntimo la evolución de una pareja que va del enamoramiento más potente al tedio más destructivo. Somos testigos de los primeros besos robados, los intercambios intelectuales en los pasillos de la universidad, los encuentros apasionados en el dormitorio y las férreas discusiones domésticas. En una de las primeras escenas de la película, presenciamos una pelea entre la protagonista y Ricardo Guerra que, casi de manera inevitable, desemboca en un encuentro sexual donde todos los reproches se diluyen entre las sábanas.
Vemos en la película a una poeta resuelta que, pese su vocación feminista, no es ajena a las obvias contradicciones humanas. Pero es justo el retrato de esas contradicciones lo que impide que la película se vuelva un vehículo de la condescendencia, tan dañina como la falta de representación. Natalia Beristáin se sirve de un guión co-escrito por María Renée Prudencio (de la celebrada “Tercera Llamada”) y Javier Peñalosa para modelar un personaje de carne y hueso; para retratar a una mujer en pleno ejercicio de su sexualidad (una bocanada de aire fresco en el panorama cinematográfico nacional), cuya erudición no la exenta de mostrar lo que realmente siente por un hombre del cual se ha enamorado. Rosario ama a Ricardo hasta donde sus fuerzas le permiten, pero con esas mismas fuerzas teclea en su máquina de escribir hasta altas horas de la madrugada.
El machismo expuesto
Lo mismo ocurre cuando la película contrasta la vida académica de la novelista con su etapa como madre. La felicidad que experimenta tras el nacimiento de su hijo, pronto se desdibuja cuando Rosario se entera de que su esposo decidió, junto con su jefe en la universidad, que ésta debe abandonar su labor docente para estar en casa con el niño. Las conductas machistas de Ricardo, junto con su racha de infidelidades, provocan que la autora de “Balún Canán” realice una defensa apasionada de su libertad y reivindique su condición de mujer total: “no voy a dejar de ser mamá, no voy a dejar de ser maestra y no voy a dejar de escribir”, dice en uno de los momentos más poderosos de la película.
De ese modo, Rosario Castellanos salda la deuda histórica que ella misma identifica frente a sus estudiantes de la UNAM, en aquellas escenas donde la vemos como catedrática. Impaciente, se pregunta en las aulas el por qué “Hombres Necios” de Sor Juana sigue siendo un referente de la confrontación femenina frente a su condición marginal. ¿Cómo es posible que un poema del siglo XVII siga estando vigente? ¿Nada habrá cambiado, desde entonces, para la mujer mexicana? Más aún, ¿acaso se ha censurado la indignación femenina en la literatura? ¿Dónde están los miles de reclamos que deberían surgir por todas partes? Esa invitación que hace a sus estudiantes para entender su condición de ajenos, indignarse y eventualmente denunciar la desigualdad que padecen, es tan magnética como arrolladora gracias a Karina Gidi.
La protagonista
La actriz construye un personaje que se cimienta sobre la imagen que ya tenemos sobre la escritora, pero expande su esencia y transforma el ícono en una mujer tridimensional. La originaria de Veracruz, quien ganó el premio Ariel de este año por su interpretación, también es responsable de dar voz a los textos de la autora que escuchamos en distintos momentos. Cada elección interpretativa de Gidi se vuelve una pincelada dentro del retrato vívido que conservamos en la memoria cuando abandonamos la sala de cine: los movimientos enérgicos de sus manos cuando da clase, la mirada penetrante cuando imparte sus conferencias, la contemplación silenciosa de la lluvia sobre su ventana, el apego tímido a su sábana para cubrir su desnudez y hasta la manera de descolgar el teléfono.
Pero más importante aún es el roce de sus dedos con las teclas de su máquina de escribir. Como un símbolo de su descarga emocional y la fuerza de sus argumentos; la voz de la poeta se hace escuchar con cada cuartilla terminada. Porque si escribir es una necesidad vital para Rosario; la película y su protagonista se encargan de convertir los golpeteos sobre el teclado en un coro; quizá la verdadera banda sonora de la película.
https://www.youtube.com/watch?v=hKt_p0Etzv0
¿Vale la pena?
Certera, emotiva y apasionante. “Los Adioses” es una de las mejores películas del año y otro logro del cine mexicano de alto calibre; ese que parece eternamente confinado a las pocas salas de arte de las grandes cadenas de cines. Ese que apenas sobrevive en exhibición, en medio de las comedias románticas inspiradas en las fórmulas de Hollywood.
“Que si tú me dices no, es no. Que si tú me dices llueve, para mí está lloviendo. Y si me dices amor, para mí es amor.”
«Autoretrato»
Cristian J. Vargas Díaz es licenciado en Relaciones Internacionales por la Universidad de Guadalajara, e “intrigoso” como consecuencia. Les debe a Ray Bradbury, Juan Rulfo y Thomas Mann su gusto por la literatura y su vejez prematura. Cinéfilo y “seriéfago” enfermizo, sigue aprendiendo a escribir.
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