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‘La Favorita’, entre conejos y desdichas

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El pasado fin de semana se estrenó en salas mexicanas “La Favorita” (The Favourite, 2018). La cinta es el séptimo largometraje del director Yorgos Lanthimos.

Tras triunfar en el Festival de Venecia, donde obtuvo el Gran Premio del Jurado y la Copa Volpi a la mejor actriz, la cinta llega a nuestros cines comerciales faltando unas semanas para que se entreguen los Premios de la Academia, en los cuales empató con Roma en cuanto al número de nominaciones (posicionando a sus tres actrices en las respectivas ternas, además de contender a Mejor Película y Mejor Director, entre otras).

Ambientada en los primeros años del siglo dieciocho, la película explora un pasaje del reinado de Ana Estuardo (o Anne of Great Britain, interpretada por Olivia Colman) donde Gran Bretaña se encuentra enfrascada en una guerra con Francia como resultado de la Guerra de Sucesión Española.

Con el conflicto europeo de fondo, Lanthimos esboza el retrato de la monarca británica sirviéndose de la cercana relación que esta mantiene con Sarah Churchill (Rachel Weisz), esposa del primer Duque de Marlborough (Mark Gatiss).

Este último, según dice la historia, fue una de las figuras políticas y militares prominentes de la época, al grado de encabezar las fuerzas Aliadas en dicha guerra.

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Sarah era la favorita

Pero, contrario a lo que podría inferirse, quien resultó beneficiado con el matrimonio fue el propio Marlborough, pues Lady Churchill ya era para entonces quien tenía las llaves del reino.

Literal y figurativamente. ¿La razón? Mantenía una estrecha relación con la Reina Anne y ejercía sobre ella una decisiva influencia, enraizada en una profunda amistad que devino en romance.

Como tantas figuras históricas de su tipo –en contextos donde la vida en la corte era el único camino para la movilidad social–, Sarah era la favorita.

Si bien la sexualidad de Anne continúa siendo tema de debate historiográfico, el guión de Deborah Davis y Tony McNamara evita los rodeos y permite que su director construya, sobre la tesis de la relación sexual, una pieza de época sardónica, perversa y triste a partes iguales.

Los afectos de la soberana

En su centro, la película es un duelo cadencioso entre Sarah y su prima Abigail (Emma Stone), quien acaba de llegar a la corte para trabajar como mucama de trascocina luego de que su familia perdiera su fortuna y su rango.

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Inteligente y ambiciosa, Abigail descubre por accidente uno de los encuentros sexuales de su prima con la reina y decide poner en marcha un oportuno juego de seducciones que le permitan ganar los favores de la soberana y elevar su posición.

Consciente de que su privilegiada situación está siendo amenazada, Sarah toma cartas en el asunto desatando entre ambas primas una feroz competencia por el oído (y la cama) de la monarca.

Emma Stone y Rachel Weisz (ambas nominadas al Oscar por su trabajo) ejecutan así un pas de deux compuesto de crueldades cuyo fin último es desacreditarse mutuamente y asumir, de manera definitiva, el rol de la favorita.

Como ya lo hiciera en “La Langosta” (The Lobster, 2015) –donde también colaboró con Colman y Weisz– el realizador griego desentraña una institución social (la monarquía, en este caso) para explorar con las herramientas del humor negro aquellas convenciones que surgen a partir de una estructura de poder tan rígida y hermética como la vida en la corte.

Aún cuando la reina es la Jefa de Estado y su posición jerárquica es la primera, son sus propias inseguridades las que permiten que tanto Sarah como Abigail se disputen sus afectos con tal de avanzar sus propias agendas.

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Tres protagonistas

El análisis de este triángulo permite que el también director de Dogtooth ponga bajo los reflectores una película que se sale de la norma: no sólo es protagonizada por tres mujeres, quienes llevan todo el peso de la trama, sino que las tres son personajes con pocas cualidades redentoras que explotan la relación lésbica en la que se encuentran con tal de obtener un beneficio propio.

Aún así, esta es quizá la película más accesible de Yorgos Lanthimos en cuanto que presenta al espectador, desde los primeros minutos, todos los elementos de la trama con los que habrá de jugar a lo largo de unas fugaces dos horas de duración.

La ejecución, por otro lado, es la que aporta las mayores sorpresas.

Un drama de época nada convencional

Aunque a simple vista nos encontramos frente a un drama de época, la película tira por la borda los recursos estilísticos que tradicionalmente se asocian con dicho cine.

En “La Favorita” los movimientos de cámara no reflejan solemnidad, los diálogos no provienen del recato, el diseño de vestuario no es un desfile de piezas de museo, ni su fotografía tiende al preciosismo.

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No obstante, y este es el verdadero logro estético de la cinta, esa ruptura con las convenciones del género ocurre de manera muy sutil.

Por ejemplo, el diseño de producción es suntuoso (fue filmada en locación en Hatfield House, uno de los palacios en los que vivió Elizabeth I), pero los ángulos poco tradicionales en los que se coloca la cámara casi producen una sensación de claustrofobia; refuerzan el argumento de que estamos frente a un mundo encerrado en sí mismo.

Como en su momento lo hiciera Kubrick en «Barry Lyndon», la iluminación proviene de fuentes naturales (el sol, la luz de las velas en aquellas escenas nocturnas y en interiores), pero la velocidad de la puesta en escena le impide tener una sola escena “contemplativa”.

Su música, finalmente, fusiona piezas barrocas con las inquietantes composiciones de Luc Ferrari y hasta un clásico de Elton John.

Lanthimos logra recrear una época con los suficientes detalles como para adentrarnos en ella, pero dejando las esquinas sin pulir, permitiendo que el espectador se sienta, al mismo tiempo, fuera de lugar.

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De no haber ocurrido así, quizá la disección de la vida cortesana (y de las motivaciones de su trío protagonista) habría perdido fuerza. Fiel al estilo de su director, la película parte de una perspectiva retorcida que es producto de un anacronismo deliberado y bastante efectivo.

Larga vida a la Reina

En el apartado interpretativo, los excelentes Joe Alwyn, Nicholas Hoult (a quien seguramente veremos en futuras películas de Lanthimos) y un contenido Mark Gatiss (cuyo personaje es casi un cameo), redondean un reparto de primer orden.

Pero su protagonista merece claramente una mención aparte, aun cuando la modestia británica de Olivia Colman le impide considerarse a sí misma por encima de un reparto coral.

Su interpretación de la última monarca de los Estuardo en sentarse sobre el trono de Inglaterra, es un logro mayúsculo.

En manos menos hábiles, la Reina Anne se habría convertido en una fácil caricatura: es emocionalmente dependiente, le abruman sus responsabilidades (memorable, la escena en el parlamento), es una voraz consumidora de postres azucarados y padece un terrible caso de gota que le resta movilidad conforme avanza la trama.

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Olivia Colman

Pero, a pesar de todo aquello, el espectador no puede sino empatizar con una mujer que recientemente perdió a su esposo y que parece vivir un duelo perpetuo.

La muerte de 17 hijos y sus respectivas transfiguraciones en conejos; –sus mascotas, que cuida como si fuesen los herederos que perdió–; son suficientes para entender por qué sus carencias emocionales la vuelven tan vulnerable cuando se desata una competencia por ganarse sus favores.

La mujer poco agraciada que siempre fue blanco de los infortunios, de repente se vuelve el centro de atención; quizá pagando un precio alto al volverse esclava de sus propias necesidades.

Sus gritos escandalosos, sus ojos vagabundos y su perpetua expresión de llanto hacen de esta interpretación un retrato redondo. Quizá la mejor actuación hasta el momento en la carrera de Olivia Colman.

Si bien está nominada al Oscar, es muy probable que el galardón se lo lleve a casa Glenn Close. Por cierto, Close también firma su mejor trabajo en The Wife).

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Pero esto apenas comienza, porque el 2019 será el año de la también protagonista de Broadchurch. En unos meses veremos su debut  interpretando a una monarca bastante diferente: la Reina Elizabeth II en The Crown.
No hay duda. Larga vida a Olivia Colman.

 


*Cristian J. Vargas Díaz. Es licenciado en Relaciones Internacionales por la Universidad de Guadalajara, e “intrigoso” como consecuencia. Les debe a Ray Bradbury, Juan Rulfo y Thomas Mann su gusto por la literatura y su vejez prematura. Cinéfilo y “seriéfago” enfermizo, sigue aprendiendo a escribir.

 

 

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Etiquetas:        Cine      Estrenos     México

 

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