Cine

La trilogía de Caperucita Roja

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Háganse a un lado Lord of the Rings, Trilogy Cornetto, Back to the Future, The Godfather y Batman: The Dark Knight, hay una trilogía inolvidable que ha estado frente a nosotros desde hace muchísimos años y no nos dábamos cuenta de ella: Las Aventuras de Caperucita Roja, de Roberto Rodríguez, no se confunda con el director de Sim City (2005) y Spy Kids (2001).
Según el Instituto Mexicano de Cinematografía, todo empezó con La Caperucita Roja (1959), le siguió Caperucita y sus tres amigos (1960) y la última, un viaje extraño, divertido y original, fue llamada Caperucita y Pulgarcito contra los Monstruos (1960).
No puedo imaginar el cine mexicano sin el trabajo y entrega de Roberto Rodríguez; este señorón nos dio historias de un valor nostálgico que no podríamos imaginar. Él, junto a su hermano, inventó el primer aparato de grabación óptico en Estados Unidos, al cual se le denominó Rodríguez Sound Recording System; tecnología que trajeron a México para filmar películas en los años treinta. Digamos que Rodríguez se encargó, por muchos años, de ser el que le contaba cuentos en el cine y la televisión a la familia mexicana.
Ustedes dirán:
“Sí, bueno, él era parte del sistema represor mediático retrogrado de la época; hacía películas serviles, cursis, que hacían olvidarnos de los problemas que sólo los chairos de corazón podríamos recordarles porque debemos rescatar a México y el cine viejito mexicano es malo si no habla del 68”.
A lo anterior, solo puedo decirles lo siguiente: Mamá nos quita los novios (1951), Baile mi rey (1951), Todos son mis hijos (1951), Una calle entre tú y yo (1952), Yo soy gallo dondequiera (1952) Venganza en el circo (1953), Lo que no se puede perdonar (1953), Qué bravas son las costeñas (1954), La culpa de los hombres (1954), El Gato con Botas (1960), Tres balas perdidas (1960), Los espadachines de la reina (1961), Sangre en el Bravo (1965) y más, muchísimas películas están atadas a la dirección y filmografía de un hombre que nos contó siempre una historia, cliché, pero también humana.
Roberto Rodríguez hizo un cine que contaba con personajes entendibles, los conocíamos y hasta llegamos a amar por su elemento humano, a la vez satírico y fantasioso. Desde bobos valientes con corazón de oro hasta reinas brujas con hermanas no tan malas en el fondo. Hizo, a pesar de que algunos lo odien y otros les divierta, que el Loco Valdés se pusiera un traje de lobo y nos entretuviera a nivel legendario.
Y es aquí cuando tenemos que hablar de la trilogía, que es por muchos recordada, como una serie de piezas ridículas y ñoñas de nuestra infancia: la trilogía de Caperucita Roja.

La primera película de la trilogía se lanzó en 1959.

 

Ambientada en un estilo “alemán” o europeo posterior a la Edad Media en escenario y atmósfera, la primera (La Caperucita Roja) aborda la clásica historia de la caperuza (María Gracia “La Niña México”) acosada por el Lobo Feroz (Loco Valdés). Al final, el malo cambia su corazón gracias a la ayuda de su odioso y disléxico Zorrillito (Muñoz Santanón). El Lobo aprenderá que no es tan malo, el pueblo que le teme lo aceptará y se hará amigo de caperucita. ¡Ah! Hay una hada madrina y vale madre, no hace mucho. Pura pinche miel que te causará diabetes.
La cinta ganó harto premio y una gran aceptación entre el público tanto infantil como adulto.
Entonces llegó la segunda parte: Caperucita Roja y sus tres amigos. El pueblo se vuelve en contra del Lobo Feroz y su Zorrillito (mismos actores) tras un mal entendido y regresan a la vida salvaje; en este inter una mordedura de serpiente lastima a Roja y es curada por unos gitanos que se la llevan para que baile en la feria. Los dos únicos animales del bosque, que pueden hablar y caminar en dos patas, deberán salvar a la niña de la esclavitud infantil y recuperar la confianza de los sucios aldeanos de los Alpes suizos mexicanos.
Por último, tenemos el crossover Caperucita y Pulgarcito contra los Monstruos, seguimos las aventuras de Roja (misma actriz) y Pulgarcito (Cesáreo Quezadas); deben salvar al Lobo Feroz (mismo actor) y el Ogro (José Elías Moreno) de la malvada Reina Bruja (Ofelia Guilmáin) y su legión de hombres gordos y peludos en malos disfraces de Halloween que dicen ser “mostros”. Ambos antihéroes han sido juzgados por sus crimines contra el mal y serán asesinados. Sí, todavía hay un hada madrina y no hace nada.
Aderezadas con malos diálogos, sacados de la manga y otros de cuentos de niños, molestas voces, canciones que no se entienden y las cantan horrible (retan la paciencia de cualquiera), estas historias clásicas tenían un elemento interesante. Hablaban del mal y del bien, de manera cursi y blanda, sí, no obstante, también tocaban temas serios como la aceptación, confianza, amistad, redención, amor, imaginación, religión en un cuento de hadas (eso es raro, en un mundo mágico había un Dios, okay), valentía y daban en el clavo al mantener cierta esencia del material original.
Las historias para niños tienen mucho que enseñarnos y la trilogía cumple como película infantil y más o menos entretiene al adulto. Los actores, no están mal; entregan lo que les piden y dan lo mejor de ellos en cintas que pasaron de cuento de hadas a tratar temas morales profundos y luego se vuelven peleas contra luchadores vestidos de monstruos.
Con sets baratos, efectos especiales y prácticos más baratos, es un producto de su tiempo; una visita extraña a una época de experimentación que deseaba ser original e inolvidable y lo logró… más o menos. Seguro ustedes recuerdan esta clase de historias y una sonrisa se dibuja en su rostro, o una mueca de dolor y sorpresa aparece entre sus labios, cada quien sus gustos.
No son obras maestras, no son piezas que merecen un lugar en el salón de la fama, sin embargo, tampoco son un crimen, hemos visto, apenas, lo peor del séptimo arte.
Sin importar lo que pase, estas chistosas, extrañas y pueriles entregas continuarán en la “memoria colectiva” del mexicano, son referentes en el extranjero y, sin importar el paso del tiempo, se han vuelto clásicos de “lo nuestro”. Traten de revisitarlas para recuperar ese sabor a sesentas que nos trajo la magia del cine mexicano.
Hasta entonces, saludos y recuerden: así como en la vida, todo pasa en el cine.

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