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El arte de escuchar, la música desde un enfoque holístico

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The Art of Listening (El arte de escuchar) es un documental dirigido por Michel Coleman y Emmanuel Moran que explora la música desde un enfoque holístico.  En él se entrevista a músicos, productores, ingenieros de sonido y constructores de instrumentos con la finalidad de abordar el proceso de la creación musical. The art… hace un recorrido por el trayecto que sigue un álbum, desde la fabricación de instrumentos hasta llegar a su forma final (medios físicos o digitales). Todo esto para reflexionar sobre la vivencia estética de la escucha y la búsqueda expresiva de los compositores.

En la antigüedad escuchar música era un acto inevitablemente ligado a su ejecución en vivo. La invención de dispositivos para registrar flujos sonoros, facilitó el acceso a la música a muchas personas —a un público de masas— que no siempre la tuvo a su alcance más allá de sus formas populares. Como Theodor Adorno apuntó, con su masificación el arte sonoro se convirtió en un producto a la carta, una mercancía más. Con ello se dejaron atrás sus aspectos artesanales únicos y con ello se ocultaron sus más altos intereses estéticos.

A pesar de esta característica negativa derivada de tal mercantilización, se ha facilitado en gran medida que la música sea parte de la vida cotidiana de millones de personas. Para un número incontable de individuos está predilección es producto de un amor genuino por el placer sensitivo, intelectual o emotivo que provoca la música, prescindiendo aquí del género o popularidad de la misma.

El sonido

Una de las primeras reflexiones del documental gira en torno a los sonidos particulares de un instrumento. Las posibilidades prácticamente interminables que ofrecen cada uno de ellos y la meticulosidad con la que son construidos.  The art… nos lleva de la mano desde su concepción y a conocer como cada material es clave para los sonidos que de él emergen al ser tocados. 

Esto no solamente referido a instrumentos tradicionales, sino también aquellos que son producto del matrimonio tradición-tecnología: sintetizadores y computadoras son herramientas de igual valor. No se hacen juicios de superioridad de un artefacto sobre otro. No importa el medio, cada instrumento se vuelve una extensión comunicativa de cada ejecutante y está en relación recíproca o dinámica con cada uno de los músicos que participan en un concierto o grabación.

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La relación entre este último elemento se liga con el papel del estudio: la tríada artista-productor-ingeniero. El productor como encargado de pulir y darle la presentación óptima al trabajo musical y el ingeniero como su intérprete, comisionado de los detalles técnicos.

Una de las cuestiones que se problematizan en The art… es como recibimos la obra de los músicos tras la ardua labor que supone un producto acabado. Las posibilidades actuales de reproducción de sus trabajos son sumamente variables. Se puede optar por medios análogos o digitales, pero sobre estos últimos recae el cuestionamiento.

Los medios digitales

Actualmente podemos tocar música en un teléfono, computadora o tablet que probablemente no reproduzca fielmente los sonidos registrados. Quizás éste sea uno de los puntos más polémicos de los entrevistados: el proponer que sea necesario tener dispositivos de alta fidelidad para escuchar nuestra música favorita. Ser melómano no siempre está asociado con la audiofilia, ya que esto último requiere invertir cantidades de dinero que no todo el mundo dispone.  En su favor, parece más razonable cuestionar la compresión —y con ello pérdida de fidelidad— de la música en mp3 que influye significativamente en la transmisión de los sonidos y su espacialidad.

Ahora se ofrecen opciones de alta resolución que permiten apreciar detalles y texturas que normalmente pasan inadvertidas en resoluciones bajas.  Probablemente, esto último también puede ser objetado por muchos. Gran parte de nuestros primeros acercamientos a la música posiblemente se dan por medios de baja fidelidad (cintas en mal estado, mp3, pequeñas grabadoras, etc.) que distan mucho de cumplir con los requisitos necesarios para apreciar los sonidos como se pensaron. Al final podemos considerar que lo único que importa es la emoción que produce en nosotros y el valor que le asignamos.

La distracción constante

Otro cuestionamiento interesante es el que se hace respecto a los lugares y situaciones en las que normalmente oímos música. Por ejemplo: en la calle o en el transporte público con la sinfonía urbana de autos, gente y demás ruidos incidentales que nos rodean. Esto no parece ser una disposición adecuada que permita la experiencia estética.

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Estamos inmersos en un estilo de vida que fomenta la distracción constante y la inmediatez. El uso de celulares y computadoras que nos permiten hacer múltiples tareas, casi simultaneas, mientras de fondo suenan nuestros artistas favoritos. Todo esto inhibe la escucha atenta y receptiva. Lo anterior es válido para cualquier otra actividad que implique la atención plena y nos permita vivir algo en la dimensión del aquí y el ahora. Sea una conversación cara a cara, comer, contemplar un cuadro o un paisaje. The art… es un documental que nos invita sobre todo a replantear nuestra relación con la música: “This is an oportunity to listen. Find a quiet space and enjoy”.

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