Altavox

Sueños, angustias… y Dolores

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“Entonces toma mis manos y ven conmigo

nosotros cambiaremos la realidad

Entonces toma mis manos y rezaremos

ellos no te llevaran

Ellos nunca me harán llorar, no

ellos nunca me harán morir”.

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Animal Instinct / The Cranberries

 

Vivíamos aquellos años 90, en los que la furia e inconformidad del áspero grunge de Seattle se enfrentaba al dulzón y melódico sonido del britpop británico y a los restos del sonido madchester, en un duelo de proporciones interoceánicas.

En medio, en la región católica de la Europa insular, (en la ciudad irlandesa de Limerick), como emanada de las potentes caricias del mar céltico, una joven famélica de 18 años, de mirada triste y cabello al ras, tomaba el micrófono y se ponía al frente de una banda para cantar, con guitarrazos acústicos y suspiros pop, sobre sueños y los ciclos del amor y el desamor.

Era la amiga de la novia del vocalista de un grupo que no parecía destinado a nada extraordinario, la adolescente que admiraba a Sinead O’Connor, la tímida niña rara del colegio que cantaba en un coro de iglesia, hasta que, con su afable y acaramelada voz, convirtió a The Cranberries, en un fenómeno mundial que se fue diluyendo a lo largo de sus primeros cuatro álbumes.

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Wanted

Pero, como todo ser humano con matices y complejidades, Dolores Mary Eileen O’Riordan, tenía su lado luminoso y, sobre todo, su lado oscuro que cargaba como lastre: vivió el dolor de ver a su padre paralítico la mayor parte de su vida; enfrentó el abuso sexual infantil, la anorexia, la angustia de la fama, la depresión y el trastorno bipolar. Dolores sufría y a la vez cantaba.

Mientras, en distintas latitudes del planeta, esos jóvenes de pantalones roídos, en la intimidad de sus habitaciones, obtenían un respiro del “Smells Like Teen Spirit” con el almíbar de “Dreams” y “Ode to My Family”, sonidos tersos de los que renegaban en público, pero que regalaban a sus novias con poemas de amor.

Ode to My Family

La chica extraña pasó del aromático “Linger” del Everybody Else Is Doing It, So Why Can’t We? (1993), al destrozador “Zombie” de No Need to Argue (1994); del melancólico “When You’re Gone” de To The Faithful Departed (1996) al rítmico “Animal Instict” de Bury The Hatchet (1999), y un disco más, Wake up and Smell the Coffee (2001), antes de que su banda se desintegrara y ella, pese a dos discos en solitario, fuera absorbida por la vorágine millennial.

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Animal Instinct

The Cranberries volvería en 2009, luego vendría una gira y otro disco, Roses (2012), antes de la reversión y revisión acústica de sus mayores éxitos en Something Else (2017), parecía un renacimiento, pero Dolores no podía dejar de hacer honor a su acta de nacimiento. Una espalda atormentada la obligó a cancelar una gira, y apenas comenzando la semana, la niña rara de 46 años apareció sin vida en la habitación de un hotel londinense, estando en plena grabación, dejando tres hijos y un legado musical contundente. La mozuela tímida, capaz de modularse con suavidad o de pegar un alarido desgarrador, si fuera necesario, esa de la euforia estimulante, se escapó a recitar sus odas hacia otras existencias. En este mundo terrenal queda su labor.

When You’re Gone

Ridiculous Thoughts

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