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The Grinch, la cinta animada: no tan peor que la de Jim Carrey
The Grinch (2018) es una película olvidable; tiene el sello de calidad de Illumination Studios: ser flojos en todos los sentidos y tratar de conseguir, con el menor esfuerzo, el mayor capital posible.
Sin embargo, no me adelantaré. The Grinch es una animación norteamericana y china… (¿quién lo hubiera dicho?) del género comedia, animación y fantasía; es dirigida por Yarrow Cheney y Scott Mosier; en ésta prestan sus voces Rashida Jones, Benedict Cumberbatch, Pharrell Williams y Cameron Seely.
La trama. Basada, casi fielmente, en la obra del Dr. Seuss se nos presenta el cuento que se ha vuelto un clásico en la cultura popular: el Grinch, que—por razones de poco peso o interés—odia la navidad y decide robarle la festividad a la Villa de los Who. Así de simple.
Ésta es la octava película del estudio y Universal Pictures. Debo decir que no es tan descarada como las otras entregas—¡oh es descarada, sólo les interesa vender productos del Grinch! —pero al menos trata de entregar un mensaje, uno sobre la unión familiar y el dejar ir al pasado, sin ser hipócritas como el Lorax (2012).
Es más digna que la live action de Jim Carrey, del año 2000, ya que no se enfoca en malas bromas (besos negros a perros) o acción (explosiones de autos), es de hecho colorida, con animación divertida, sí simplona, e ideas interesantes que la hacen—al menos—entretenida por un rato; el niño que llevas dentro se mantendrá distraído.
Su soundtrack es olvidable; lleno de música popera y aburrida, no tiene gran cosa que ofrecer.
Por otro lado, es poco relevante, no ofrece nada nuevo o diferente y la motivación de nuestro personaje principal, como dije, es poco fuerte; el pasado del Grinch es bobo y poco imaginativo e innecesario; por supuesto prefiero esta versión a la del año 2000 que es, digamos, vulgar.
En la parte del doblaje es una pena, Benedict Cumberbatch (hace la voz del Grinch) es desaprovechado de manera titánica; parece como si no estuviera interesado en lo que hace, no tiene una voz, una personalidad para el principal, lo que es una lástima porque el señor es increíble en el departamento de doblaje.
No hablaré sobre Eugenio Derbez y su doblaje en la cinta. Es escuchar a Burro de Shrek, sólo con un timbre más agudo y chillón, lo que nadie debería dejar que Derbez haga frente a un micrófono. Es desagradable.
¿Hay qué verla?
Es la película obligada para iniciar las festividades decembrinas supongo. Yo llevaría a mi hijo, no es mala, hueca ni insulsa como sus predecesoras de Illumination, tampoco es gran cosa. Es sólo una más del montón. Lleve a sus hijos el miércoles de 2X1. Yo me quedaré con la versión clásica de 1966, muchas gracias, porque este Grich, de plano, no sirvió para robar ni a un ratón.
Hasta entonces, saludos y recuerden, así como en la vida, todo pasa en el cine.
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