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Opinión

Ciudadano ¿cómo va tu cierre de año con el gobierno?

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 ¿Cómo va tu cierre de año con el gobierno?

Sin duda, las fechas que se aproximan nos ubican bajo una racionalidad tanto individual como colectiva, a pensar lo que nos dejó este 2017 y lo que viene para 2018.

Usualmente, este ejercicio lo hacemos a partir de ritos específicos, como aquel de las uvas y los deseos para el año que viene. En esta perspectiva, el listado de deseos forma parte de una agenda individual, a veces íntima, sobre lo que queremos para nosotros mismos y la gente que nos rodea.

Fundamentamos en estas semanas un preámbulo sobre las reflexiones que nos permitirán ser mejores, según la usanza, tanto en el plano personal, familiar, profesional y cualquier otro ámbito relevante en nuestra visión sobre cómo funcionamos en este mundo.

En otros casos, también, no reflexionamos a gran escala sobre lo vivido en este año calendario y, sinceramente, aprovechamos simplemente para descansar, celebrar, vacacionar y hacer todas esas cosas que nos llenan desde dentro. Aprovechando el periodo festivo.

Foto: Cuartoscuro y EFE

Gobierno y sociedad como entes monolíticos

Hemos apropiado un ejercicio reflexivo que nos cultiva en el plano individual y social, a partir de una premisa del prójimo -entre pares- dentro de un proceso cultural e histórico que consolidamos con las tradiciones de navidad y el año nuevo. Sin duda, los que abonamos a esta práctica hemos encontrado con los años algunos puntos para redimensionar el ejercicio.

Si bien el gobierno y la sociedad como entes monolíticos es algo a debatir ampliamente, desde la perspectiva individual, personal, también cabría una dimensión de reflexión sobre nuestra relación con ellos. Me explico.

El paradigma que primero cabría revisar es aquel de los deseos en esta época de reflexión. En caso que nuestro punto de partida sea poco autocrítico, incluso para las aspiraciones personales, caemos en reflexiones tan puntuales como determinar si el 2017 nos trató bien o mal; en esta visión, también nuestros deseos se enfocan más a peticiones, invocaciones, incluso exigencias al universo o nuestras creencias, desde una construcción que a veces deja de lado la intención o el esfuerzo para el logro de ciertos propósitos.

Relación proactiva

En este paradigma, definitivamente, no cabría hacer un cierre con nuestra relación como individuo, frente a la sociedad y al gobierno en este año. Honestamente, nos posicionaría automáticamente en una perspectiva poco proactiva, donde lo que podríamos acumular son pendientes y expectativas mal formadas sobre lo que viene para el próximo año. Sobre todo, con el gobierno, si reconocemos que 2018 es un año electoral.

Me refiero a un ejercicio como ciudadano. Es decir, como este individuo que colabora en un acuerdo social tácito, donde todos formamos parte de unas reglas del juego en las cuáles necesariamente convivimos con un gobierno y entre nosotros; donde también, necesariamente tenemos derechos y obligaciones para funcionar en conjunto; si, también entre pares.

No como seres humanos, sino entre pares como ciudadanos, como aquellos que compartimos premisas tan básicas como respetar la vida, la libertad y colaborar, en el ámbito de nuestras obligaciones, con este acuerdo para que el gobierno también marche y se renueve. Para que la sociedad y su funcionamiento no sea algo ajeno a nosotros, sino algo que nos incumbe de manera directa e inmediata.

¿Cómo fue o será mi relación con el gobierno?

Desde esta perspectiva, si les apetece, las reflexiones que generen les llevarán a pensar al menos dos ámbitos: ¿cómo fue o será mi relación con el gobierno? y ¿cómo fue o será mi relación con la sociedad?

A nuestro alrededor, en las noticias, en nuestras casas, dentro del trabajo y en los distintos espacios que experimentamos de forma cotidiana, se siente que la complejidad de las problemáticas que nos incumben invitan a un cambio de enfoque. No dejemos pasar estas fechas de reflexión, para abonar en una perspectiva que sin duda nos ayudará a todos. El reto no es menor, pero ya que estamos en este país juntos ¿no creen que valdría la pena intentarlo?  Felices fiestas.

 

Mauricio Hernández estudió políticas públicas, ha trabajado en temas de rendición de cuentas, educación y democracia desde el gobierno. Actualmente está vinculado en proyectos del LID, relacionados con participación ciudadana y transparencia.

 

 

 

Bolígrafo      Laboratorio de Innovación

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Opinión

Ojo, así se roban tus datos personales

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Columna de Ana Olvera sobre el robo de datos personales

Estimado lector, para mí es un privilegio volver a escribir estas líneas luego de una muy larga ausencia. Sin embargo volveremos a encontrarnos en esta columna cada quincena, analizando los temas de actualidad relacionados con la protección de nuestros datos personales y la privacidad que acontecen tanto en nuestro País como en el mundo.

Evidentemente no podemos dejar de comentar lo sucedido en días pasados en Guadalajara, donde existía -y seguramente siguen existiendo- un call center debidamente instalado para llevar a  cabo extorsiones que se extendían no solo al resto de Jalisco, sino hasta a otros veinte estados más de nuestra República, afectando a más de 26 mil personas con llamadas fraudulentas y extorsiones.

Afortunadamente se desmanteló y según declaraciones oficiales se están realizando colaboraciones con instituciones de las demás entidades afectadas, para descubrir a todas las víctimas y por supuesto, invitarlas a denunciar, lo que resulta en una tarea titánica para las autoridades; pero al parecer no lo fue para aquellos cuyo modus vivendi consistía en realizar este tipo de nada honrosas actividades.

Datos personales de los afectados

En ese sentido caben muchas reflexiones, pero la primera es preguntarnos de dónde obtenían la materia prima, es decir, los datos personales de aquellos afectados. Aunque las respuestas pueden variar, quiero que centremos nuestra atención en dos fuentes principales.

La primera y la originaria por excelencia siempre seremos, desafortunadamente, Usted y yo, querido lector. Es decir, nosotros como titulares, dueños de esos datos personales que elegimos, muchas veces sin pararnos a reflexionar en ello, a quién, cómo y para qué le compartimos esta importantísima información.

Y digo que muchas veces sin reflexionarlo lo suficiente, porque participamos a otras personas de manera voluntaria, para poder obtener un bien o servicio; para pedir nuestros alimentos cuando no tenemos tiempo de prepararlos en casa; al inscribirnos a un curso o a nuestros hijos a la escuela, por citar ejemplos cotidianos. Pero también lo hacemos de manera involuntaria, por ejemplo cuando descargamos aplicaciones en nuestro teléfono inteligente o tableta y compartimos datos que no son necesarios; cuando somos poco discretos en una conversación o bien, ¿cuántas veces no hemos tirado a la basura documentación que contiene nuestro nombre u otros datos más sensibles, como nuestra CLABE interbancaria? Seguramente, muchas veces.

Ignoramos el valor de nuestros datos

La segunda causa de obtención de esta información es por medio de aquellos que manejan datos personales, es decir, los responsables si son particulares, o bien los sujetos obligados de orden público. Según me ha tocado atestiguar, parece que cuando la información no nos pertenece, dejamos de tener cuidado en su manejo. Se despersonaliza y solo vemos números, estadísticas, pero olvidamos que detrás de esas cifras, direcciones o palabras, se encuentra una persona que puede verse perjudicada por nuestro descuido de custodia de la información durante el ciclo de vida de los datos personales.

En fin, aunque difícilmente sabremos cómo se obtuvo esa información, es una realidad que decenas de miles de personas se vieron seriamente perjudicadas no solo en su patrimonio, sino muy seguramente hasta en su tranquilidad diaria, por este tipo de acciones ilegales. La invitación es a que le demos la importancia debida a esta información que es tan importante. La que nada más y nada menos, nos hace únicos y nos permite interactuar con el resto de quienes nos rodean. Si tenemos conciencia de la importancia de nuestros datos personales, seguramente nos daremos cuenta de la relevancia que también tiene la información relativa a otras personas. 

La tarea primordial

En un entorno tan cambiante como el que vive nuestro mundo y especialmente, nuestro Estado de Derecho, la tarea primordial con la que contamos es velar porque nuestros derechos a la protección de datos personales y la privacidad no sean violentados y es más, que puedan ser garantizados, sobre todo ante la inminente desaparición de los Órganos Garantes en la materia, de lo que hablaremos en nuestra próxima entrega.

Sobre la autora

Ana Olvera es profesora investigadora de tiempo completo en la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo, con intereses en privacidad, bioética y neuroderechos.

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La extinción de los institutos de transparencia: ¿falta de empatía o indiferencia?

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A veces, hablar de datos personales, de su protección y nuestra privacidad, resulta sumamente abstracto. Aunque incluso trabajemos con ellos, pensemos en la recepcionista de un consultorio médico o el propio profesional de la salud. O en la persona a la que le pedimos la pizza o la comida que consumiremos en ese momento.

Ahora pensemos en las veces que entramos a ciertas redes sociales, como X, Facebook o LinkedIn y encontramos explicaciones acerca de lo importante que es proteger nuestros datos personales, o bien, explicaciones de las resoluciones (que a veces se adjuntan completas) y que más bien, parecen para un público un poco más especializado, que tal vez no seremos nosotros -que solo buscamos un momento de distracción-. En no pocas ocasiones, este tipo de situaciones pasan desapercibidas hasta que somos víctimas de robo de identidad, alguna extorsión o una estafa.

En este sentido cabe preguntarnos al menos dos cosas. La primera, la razón por la que optamos por la indiferencia ante la violación de la privacidad, que se arraiga en una compleja red de factores. La omnipresencia de la tecnología ha normalizado la vigilancia, desensibilizando a muchos ante la vulneración de sus datos personales. La complejidad de las políticas de privacidad y los algoritmos opacos genera una sensación de impotencia, alimentando la resignación. Además, la gratificación inmediata de los servicios digitales y la falta de consecuencias tangibles de la pérdida de privacidad fomentan una actitud apática e incluso, indolente. A esto se suma la polarización social, que fragmenta la empatía y dificulta la acción colectiva en defensa de un derecho fundamental.

La falta de involucramiento nos aísla de nuestra comunidad. Nos desconectamos de los problemas que nos afectan a todos, como la pobreza, la desigualdad, la violencia, la inseguridad y el cambio climático. Nos volvemos indiferentes al sufrimiento de los demás, perdiendo nuestra capacidad de empatía y solidaridad.

Pero la segunda es igualmente preocupante. ¿Qué pasó con el trabajo de los organismos garantes? ¿Fue acaso incapacidad de transmitir e incluso educar al pueblo mexicano? ¿De “conectar”, empatizar? Por que los festivales, las fotos, los congresos o simposios, salvo muy honrosas excepciones, siempre iban dirigidos a cualquier público distinto a lo que han dado por llamar “el ciudadano de a pie”. O como dirían los políticos en este momento histórico, “el pueblo bueno”, ese que difícilmente, con la pobre comunicación de los “expertos” y además con pocos recursos a la mano, comprendió la importancia de un andamiaje institucional como el que logró crearse en materia de transparencia y protección de datos personales. Tal vez eso explique la indiferencia en su defensa.

No cabe duda que asistimos y en gran mayoría, las y los mexicanos solo estamos meramente atestiguando los cambios estructurales que nuestro país esta viviendo. En ese sentido, claro que vivimos una transformación. No sé cuál. Pero bien haríamos en hacer a un lado esa indiferencia, para al menos intentar entender cómo afectarán al ejercicio y garantía de nuestros derechos fundamentales.

No involucrarse en la vida del país también tiene un costo personal. Cuando nos alejamos de los asuntos públicos, renunciamos a nuestro derecho a ser escuchados y a contribuir al bienestar de nuestra sociedad. Nos convertimos en meros espectadores de nuestro propio destino, sin voz ni voto. En un mundo cada vez más interconectado, los problemas que enfrentamos son complejos y requieren soluciones colectivas. La participación ciudadana es esencial para construir un futuro más justo, próspero y sostenible para todos. No podemos permitirnos el lujo de la indiferencia.

Es hora de despertar de la apatía y asumir nuestra responsabilidad como mexicanos. Involucrémonos en los asuntos públicos, hagamos oír nuestra voz, exijamos transparencia y rendición de cuentas. Solo así podremos construir el país que queremos y merecemos.

Sobre la autora

Ana Olvera es profesora investigadora de tiempo completo en la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo, con intereses en privacidad, bioética y neuroderechos.
 

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