El espejo y la boleta: reflexiones en torno al 1 de julio

En 1960, el gobierno de la república que encabezó Adolfo López Mateos, conmemoró el 50 aniversario de la Revolución Mexicana, con una compilación de ensayos sobre los logros del movimiento y sus tareas pendientes. En un ambicioso e inusitado ejercicio –que combinó la autocrítica con la promoción–, el propio López Mateos prologó el volumen resultante, que fue editado por el Fondo de Cultura Económica.
Mediante la revisión de cuatro ejes (economía, sociedad, política y cultura), la gesta de 1910 fue analizada a medio siglo de su puesta en marcha; en sus páginas se desmenuzan los alcances revolucionarios, “tanto en lo que atañe a lo material como a lo espiritual”[1]. Para cumplir con la tarea, en la obra se dieron cita las plumas de Edmundo O’Gorman, Jorge Castañeda, Jesús Reyes Heroles, Emilio Portes Gil, Jaime Torres Bodet, Pablo González Casanova, José Luis Martínez y muchos otros. Ha sido de mis hallazgos más afortunados en una librería de viejo.

México entonces, México ahora
Pero si algo salta a la vista en aquellos textos –encargados por el llamado “último presidente popular de México”, quizá porque todavía le aplaudían–, es la perpetuidad que tienen en la agenda nacional temas como el combate a la pobreza, la desigualdad o el rezago educativo. Temas que, a más de cien años del inicio de la Revolución, continúan presentes.
En el sexenio de López Mateos, nuestro país crecía en un promedio de 6% anual; en el de Enrique Peña Nieto, el promedio ha sido de 2%, según los datos del Fondo Monetario Internacional. Pese a las obvias diferencias macroeconómicas y de contexto, entre un periodo y otro, los retos a superar son gravemente coincidentes.

Foto: Archivo Casasola, Autor: Casasola, Lugar de asunto: México, 1961
El país impostergable
Quien sea que se convierta esta semana en presidente, tiene frente a sí un cúmulo de retos que exigen soluciones razonadas. Pero como ciudadanos, también tenemos por delante un ejercicio de introspección impostergable. Hoy inicia la veda electoral que marca el INE y que culminará en la elección del domingo. Quizá es buen momento para aprovechar los tres días en que gozaremos del silencio de las campañas, para construir reflexiones en el mismo espíritu de aquel libro.
En los últimos tres años, por ejemplo, los feminicidios en el país se han incrementado hasta alcanzar no menos de 7 por día, según las estadísticas que recogen ONU Mujeres y el Instituto Nacional de las Mujeres. Pese a que vivimos en una alerta de género perpetua, estos actos de violencia siguen encontrando voces que los justifican hasta alcanzar extremos tan absurdos como peligrosos. Al hacerlo, las mujeres que los padecen sufren una doble victimización. A ello se le añade la desigualdad de oportunidades laborales, que restringe el acceso de las mujeres a ciertos sectores o profesiones, y la disparidad de salarios.
En otra tendencia violenta, esta contienda electoral nos deja, hasta el día de hoy, 140 políticos asesinados. Del total, 47 fueron candidatos a un puesto de elección popular. Al estar sobreexpuestos frente a la brutalidad criminal, comenzamos a ver como “normales” este tipo de homicidios. Pese al gran número de candidatos muertos, la atención parece concentrarse en otros aspectos de la contienda, y las autoridades estatales o municipales tampoco parecen muy interesadas en encontrar a los responsables. La pérdida del asombro se combina con nuestro escepticismo hacia el sistema de partidos. Pero esa normalización de la violencia política no sólo cuartea nuestros procesos democráticos, sino que se lleva vidas humanas en el proceso.
La violencia no sabe de sexenios.
https://www.facebook.com/cuarta.mx/videos/405212019957620/
Desde la raíz
Por otro lado, siguiendo la máxima que vincula los índices delictivos y de violencia con el rezago educativo, no sorprende que nuestro país mantenga índices de escolarización bajos, en el nivel medio superior. De acuerdo con el diagnóstico de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), aunque la cobertura de educación básica es casi universal, el índice de escolarización de quienes tienen 15 a 19 años, es de apenas 54%. México ocupa el puesto más bajo en un grupo de países cuya media se ubica en el 84%. Parte de la solución se encuentra desde la etapa formativa básica; es decir, en el preescolar, la primaria y la secundaria. Los maestros de esos niveles desempeñan un papel fundamental en la construcción de ciudadanía y, desde luego, en la formación en todas las disciplinas académicas.
Teniendo en cuenta lo anterior, es indispensable que continuemos formando a los formadores. Que garanticemos en las aulas la presencia de profesoras y profesores capacitados, en constante actualización. Si bien sería un error dar marcha atrás a la Reforma Educativa, por ejemplo, también es necesario que a los docentes se les otorguen incentivos para continuar en la ruta de la profesionalización. Tal como está, la reforma le otorga un peso importante a la evaluación docente (lo cual es fundamental), pero no plantea la suficiente retribución a quienes dedican su vida a la enseñanza.
Una legislación persecutoria es incompatible con la meta de una educación de calidad. Pero si una educación de calidad es la raíz del progreso en todas sus dimensiones, entonces el Estado debe liberarla de las maquinaciones políticas y sindicales. Los maestros, por su parte, deben refrendar su compromiso ante la tarea que les fue encomendada. Y las familias, finalmente, tenemos la responsabilidad de involucrarnos y reforzar lo aprendido en las aulas, con una genuina formación en valores.
En casa y afuera
Pero además de la confrontación de cifras y leyes, también es urgente el fortalecimiento de nuestras instituciones, que se encuentran bajo una especie de asedio. No importa cuántas veces propongamos, aprobemos o deroguemos; si las instituciones están cojas, las reformas estarán mancas. No se puede operar sin un andamiaje institucional adecuado y libre de corrupción.
Combatir esta última es otro de los grandes retos que enfrentamos. El Sistema Nacional Anticorrupción es clave para lograr, entre otros objetivos, la desarticulación de redes de sobornos y la vigilancia del gasto público. Dándole entrada, además, a la sociedad civil en su conjunto. Para lograrlo, también los sistemas estatales deberán servir el propósito para el que fueron creados; deben evitar convertirse en vehículos del revanchismo político, como llega a suceder en algunas entidades.

Foto: EFE
En suma, unas instituciones fuertes contribuyen a enviar el mensaje de que el país no es presa de intimidaciones. Algo de lo que puede beneficiarse, por ejemplo, la renegociación del Tratado de Libre Comercio con América del Norte, o todo aquello que se enmarque en la relación bilateral con Estados Unidos. Si bien el presidente Donald Trump lo dejó claro desde la elección estadounidense de 2016, la actual crisis migratoria que se vive en la frontera, reafirma la complejidad de la situación.
Pese a que las condiciones son disparejas, es evidente que contamos con capacidad de negociación. Este es un buen momento para hacer un despliegue de la diplomacia cultural de nuestro país, por ejemplo, que ha sido gravemente desaprovechada. Teniendo en cuenta que la renegociación del TLCAN se enfrenta con obstáculos aún mayores que cuando el tratado fue firmado, el próximo presidente deberá reforzar nuestra capacidad negociadora; la diplomacia cultural es el puente ideal para ayudar en la creación de consensos y el mantenimiento del diálogo. Ante la retórica del odio, la sagacidad diplomática. Frente a la obstinación, la diversificación de relaciones y el multilateralismo.
El México que viene
Hace algunas semanas (en una entrevista para El País), el ministro de la Suprema Corte José Ramón Cossío, señalaba que en México está en juego una recomposición de las élites (económicas, políticas, sociales, culturales, etc.). Bajo esta lógica, no sólo son cuatro los proyectos de nación y sus respectivos candidatos, los que se enfrentan en la elección. Sino que la disputa también es entre los grupos que ven representados sus intereses en esas cuatro opciones.
Es verdad que el 1 de julio podríamos presenciar el cambio de unas élites por otras, o bien el mantenimiento del status quo; percibo difícil pensar en escenarios alternos. Pero, en cualquier caso, tendríamos la ocasión justa de aprovechar una coyuntura de ese carácter. A riesgo de parecer ingenuo, me atrevo a decir que ello abre la puerta para exigir más a la clase política y levantar la mano para incidir en la agenda nacional. Si tal recomposición es posible, existiría la oportunidad de avanzar en la lucha por los derechos LGBT, la equidad de género, la exigencia de soluciones sustentables en los sectores productivos, el combate eficaz al crimen organizado, la reducción de la pobreza y un larguísimo etcétera.

Foto: Especial
Cambiando el sentido de lo anterior, tampoco sería descabellado pensar en relajar un poco nuestro rígido sistema presidencialista, para ensayar con los gobiernos de coalición. Pese a que la Reforma Político-Electoral de 2014 contempla esta figura, no contamos con un terreno adecuado ni la voluntad de echarla a andar. Dice el texto emitido por el Gobierno de la República, a propósito de la aprobación de la reforma, que “en un gobierno de coalición los acuerdos construidos serán públicos y transparentes. Irán más allá de los temas de coyuntura, al tiempo que su implementación será más eficiente, más expedita y con beneficios concretos para los mexicanos”.
El México deseable
Si ya estamos enfrascados en “coaliciones Frankenstein” durante el proceso electoral (donde conviven fuerzas políticas heterogéneas y con objetivos dispares), quizá es el momento propicio para no quedarnos sólo en el pragmatismo electoral y plantear opciones colaborativas de gobernabilidad. Es célebre la hazaña de Abraham Lincoln cuando, tras convertirse en presidente de Estados Unidos, decidió integrar en su gabinete a quienes habían sido sus rivales en las contiendas electorales donde participó. Ese “equipo de rivales” fue decisivo durante la Guerra Civil estadounidense, como lo apunta Doris Kearns Goodwin, en su libro de 2005 sobre el tema.
Evidentemente, replicar algo así en México no es tan sencillo como cabría esperar; menos aún, teniendo actores políticos que se distinguen por su intransigencia o su tendencia a atacar a sus rivales políticos. Pero es innegable que nos merecemos un gobierno que genuinamente integre distintas visiones en su práctica. Que demuestre su voluntad de trabajar en conjunto con otras fuerzas políticas, buscando logros compartidos. Que se aleje de los ataques socarrones y las descalificaciones pueriles, que no contribuyen en nada al debate público. Aunado, por supuesto, a un Congreso de la Unión que cumpla a cabalidad su papel como contrapeso efectivo al poder ejecutivo. Si tales escenarios son posibles, ello nos daría una señal de que vamos alcanzando la madurez política.
Al cruzar el Rubicón
Este domingo, vayamos a votar por el proyecto de nación que más nos convenza. Votemos teniendo en mente el abandono del anacronismo y pensando en soluciones modernas y pertinentes, que resuelvan los problemas urgentes a los que nos enfrentamos. La agenda de lo absurdo la podemos olvidar, cuando tengamos las seis papeletas en la mano. Pensemos en el candidato, pero también en el gabinete que se conformará, el cual diseñará y ejecutará la dirección que la administración decida tomar. Ejerzamos el sufragio a favor del estado de derecho.
Pero eso sí, votemos por la convicción de hacerlo. Por ejercer nuestro derecho inalienable como ciudadanos. No acudamos a las urnas por miedo, o a raíz de las intimidaciones. Quien recurre al miedo como herramienta para convocar al voto, daña nuestra democracia y pone en evidencia las carencias del proyecto que defiende. Eso es inaceptable y es una forma de terrorismo.
Cuando tuve la fortuna de colaborar por primera vez en Cuarta, me prometí no hablar sobre ningún tema electoral hasta el fin de las campañas. No obstante, la situación que vivimos es apremiante y pudieron más mis ganas de contribuir al debate con algunas reflexiones.
Si tenemos suerte, quizá en cincuenta o cien años también se conmemore otro tipo de revolución: la de las conciencias.
Cristian J. Vargas Díaz es Licenciado en Relaciones Internacionales por la Universidad de Guadalajara, e “intrigoso” como consecuencia. Les debe a Ray Bradbury, Juan Rulfo y Thomas Mann su gusto por la literatura y su vejez prematura. Cinéfilo y “seriéfago” enfermizo, sigue aprendiendo a escribir.
[1] Beltrán E. et al., (1963), México a 50 años de Revolución. México Distrito Federal: Fondo de Cultura Económica.
Por la justicia y la libertad de México

¡Ciudadanos de México! ¡Colegas profesionistas!
Hoy, en este momento crucial para nuestra nación, ya no basta con la indignación pasiva. Es imperativo que el pueblo de México salga a las calles. Nuestros profesionistas están abandonando el País, nuestros empresarios viven en la zozobra, y el pueblo vive con miedo.
Estamos envueltos en una espiral de narco-gobierno. Nos deslizamos por un tobogán sin salida, atrapados en un túnel sin fondo donde no se ve la luz.
Y en esa oscuridad, al que alza la voz, al que resulta incómodo, le quitan la vida.
Hablamos de ‘gobernabilidad’ como si fuera un concepto abstracto, ¡pero tiene un rostro! Tiene el rostro de las madres buscadoras, el rostro del empresario extorsionado, el rostro del joven reclutado a la fuerza. ¡El régimen le ha fallado a las víctimas! Ha reemplazado la balanza de la justicia por el silencio de la complicidad.
¡Por eso hoy nos tenemos que levantar en honor a Carlos Manzo! Él fue aquel David que perdió la vida enfrentando a Goliat, por la falta de apoyo que imploró a gritos a una presidencia que lo ignoró.
¡Esta Presidencia es una analogía de Díaz Ordaz en pleno siglo XXI! ¡Qué terrible ironía! Cuando eran oposición, marchaban cada 2 de octubre recordando la masacre. Sin embargo, ahora que están en el poder, han salido peores que Díaz Ordaz y que todos los gobiernos priistas juntos.
Este movimiento trasciende partidos y colores. Es imperativo llamar a todos los miembros de la oposición, a todos los partidos sin distinción, a los ex integrantes del Poder Judicial, a los ex ministros de la Corte, a los médicos, a los agricultores, a los emprendedores, y a todos los disidentes del actual régimen que no están de acuerdo con la forma de gobierno. Hacemos un llamado a los militares que, en silencio, tampoco están de acuerdo con este régimen.
Esta lucha afecta a todos, desde el señor que vende fruta en la esquina hasta el dueño de las grandes empresas. Las compañías mexicanas, y las transnacionales con presencia en nuestro País, también se ven afectadas. La falta de certeza jurídica pone en riesgo las inversiones, los empleos y la estabilidad económica. La unión de todas estas voces y la fuerza de la sociedad civil es la única vía para enfrentar el totalitarismo y defender los pilares de la República.
Hago un llamado urgente a los colegios de abogados, de contadores, de ingenieros, de arquitectos y de médicos.
¡Deben despertar! Deben dejar atrás sus cómodos estatutos de «no intervención en cuestiones políticas». Les pregunto: ¿De qué sirve todo su conocimiento? ¿De qué sirven sus investigaciones, sus congresos y sus ponencias académicas, si la Nación se desmorona ante sus ojos?
Todo ese conocimiento se vuelve en vano si no lo comparten, si no lo usan para defender a la sociedad. Ese velo de supuesta neutralidad que cubre a las barras y colegios es, a todas luces, un acto de cobardía. Se vuelven profesionales que venden humo.
Son muy cómodos al estar «investigando» o «dando asesorías», pero no asesoran al pueblo. Y lo más grave: le fallan a la Generación Z, que tanto necesita de nosotros. Esos jóvenes, olvidados por el gobierno, son el futuro de México y necesitan nuestra guía, no nuestra omisión.
¿Y dónde están los intelectuales? ¿Dónde están los académicos que escriben sobre la democracia desde la comodidad de sus cubículos? ¿Dónde están las voces que antes eran críticas y hoy callan por privilegio o por miedo?
¡Su silencio es una traición! El conocimiento que no se usa para defender al pueblo es un lujo inútil. ¡La pluma que no se atreve a señalar al tirano es una pluma muerta!
El régimen actual presume eventos internacionales mientras el País se desangra. Por ello, ante la flagrante falta de gobernabilidad en México, hacemos un llamado a la comunidad internacional y a la FIFA.
Es imperativo exigir la cancelación del Mundial de Fútbol.
La lógica es simple y brutal: si el gobierno de México no puede proteger a sus propios habitantes, ¡mucho menos podrá proteger a sus visitantes!
El cambio de rumbo en México es una responsabilidad de todos. La marcha de este 15 de noviembre tiene que ser el parteaguas que nos permita, por fin, ver la luz al final del túnel.
No podemos permitir que, de cara al 2030, nuestro país siga secuestrado por los pensamientos comunistas fallidos del siglo XX. Eso ya debe quedar atrás.
Hablamos de la Generación Z como nuestra esperanza. ¡Y lo son! Pero seamos claros: no podemos pedirles a ellos que arreglen el desastre que nuestra generación está permitiendo. Antes de pedirles que tomen la estafeta, debemos preguntarles: ¿Qué país les estamos heredando? ¿Un país de fosas o un país de oportunidades?
¡La lucha de hoy no es solo por nosotros, es para poder mirarlos a los ojos mañana y decirles que no fuimos cobardes!
Es el momento de que, de la mano de esta nueva generación, tomemos con rumbo y con responsabilidad el cambio que México necesita.
¡Pero que la marcha no sea el fin, que sea el principio! Que sea el nacimiento de un nuevo pacto social, donde los profesionistas, los jóvenes y los ciudadanos de bien nos unamos para proponer el México que sí queremos. ¡Basta de resistir, es hora de construir!
¡Por la justicia, por la libertad y por el futuro de México!
Sobre el autor
Fernando Arango Ávila es jurista y académico. Doctor en Ciencias de lo Fiscal, y actualmente cursa un posdoctorado en Derecho. Actualmente, combina su experiencia práctica con su labor investigativa. Escribe: drarango83@gmail.com.
Gavin Newsom y la ‘nación’ de los 60 millones de mexicanos

El anuncio de las intenciones del gobernador de California, Gavin Newsom, de contender en las próximas elecciones presidenciales de Estados Unidos, marca un punto de inflexión con profundas implicaciones para el electorado de origen mexicano y la redefinición del poder en el país.
Este movimiento no sólo abre un camino de esperanza para millones de personas y New Mexicans, sino que consolida el liderazgo de un frente político que busca darle voz a la “nación” demográfica y cultural que emerge en el suroeste del país.
Este movimiento se respalda en la masa demográfica de 60 millones de mexicanos en Estados Unidos, una fuerza que, sumada al apoyo de una gran cantidad de mexicanos en México, podría representar una base electoral sin precedentes para Newsom.
El concepto de “The New Mexicans States of America” no es una propuesta secesionista, sino una etiqueta conceptual para describir una realidad demográfica y cultural irreversible.
En los estados de Nuevo México, Arizona y California, el poder del soft power mexicano ha gestado una diáspora (comunidad) con millones de personas que, juntas, suman una fuerza monumental entre esos 60 millones de mexicanos en Estados Unidos.
Esta “nación” latente ha conquistado silenciosamente el tejido social, económico y cultural del país a través de su influencia en la música, la gastronomía, el deporte y el comercio. A pesar de las persecuciones y el trauma generado por el uso del ICE como herramienta de presión demográfica, la cultura se ha convertido en la armadura y el motor de resistencia de esta población.
La conexión geográfica y la herencia común han permitido que California, Nuevo México y Arizona funcionen como un corredor cultural y económico. Esta alianza natural de estados del suroeste se convierte en el epicentro de esta nueva fuerza política.
Es aquí, en la cuna histórica del territorio mexicano en Estados Unidos, donde la diáspora ha mantenido viva su identidad, demostrando que las fronteras políticas no han logrado contener la unificación cultural. La cristalización de este poder es la respuesta pacífica a cualquier intento de alienación.
El ascenso de líderes como Gavin Newsom y la potencial vicepresidencia de Alex Padilla, es la constatación de que la revolución demográfica ha reescrito el mapa político desde dentro. La “Nación de los New Mexicans” está pasando de ser un poder cultural latente a una fuerza política activa. Al convocar a gobernadores clave y utilizar el soft power mexicano como estrategia, este movimiento busca construir una “barrera azul” de resistencia, transformando la resiliencia cultural en una palanca de poder electoral decisiva para las próximas elecciones presidenciales.
Newsom, al frente de California la cuarta economía mundial, se posiciona como un líder con la experiencia y la frescura necesarias para dirigir a los Estados Unidos. Su gestión como gobernador de California no solo se define por su capacidad para manejar una economía masiva, sino por una serie de logros progresistas que lo proyectan como el principal líder de la oposición a las políticas de la administración Trump.
Logros Clave de Gavin Newsom en California:
Protección de derechos reproductivos y sociales: Newsom ha consagrado protecciones en la Constitución de California para el aborto y las libertades reproductivas. Ha utilizado la autoridad de California para adquirir medicamentos clave y responder a interrupciones del suministro por motivos políticos.
Impulso a la clase trabajadora: Su administración ha impulsado legislaciones históricas para fortalecer a los trabajadores independientes, buscando mejorar las condiciones de vida de los californianos. Su oposición a la abolición de los acuerdos de contratación colectiva lo ha posicionado como un firme defensor de los derechos laborales.
Inversiones sociales masivas: Ha liderado la implementación de programas ambiciosos como el Pre-kínder universal y el financiamiento completo de comidas escolares gratuitas para todos los niños en California. También ha impulsado la expansión de programas de alfabetización y cursos de verano.
Abordando la crisis humanitaria y económica: Pese a las críticas por el alto costo de vida, la administraciónNewsom ha impulsado un enfoque progresista en la lucha contra la falta de vivienda. Más allá de la inversión récord en vivienda, el gobernador ha defendido la implementación de programas sociales innovadores, como el Care Court (Tribunal de Atención), diseñado para brindar tratamiento de salud mental y adicciones a personas sin hogar. Este tipo de políticas sociales complejas y audaces demuestran su disposición a enfrentar los problemas más difíciles del país, lo cual contrasta con las soluciones simplistas y punitivas que a menudo ofrece la oposición.
Resistencia y defensa migratoria: Newsom se ha convertido en una voz influyente a favor de los derechos de los inmigrantes, desafiando públicamente al gobierno federal. Ha movilizado a la Guardia Nacional para asistir en bancos de comida en respuesta a recortes federales y ha criticado duramente el despliegue de militares para tareas migratorias, advirtiendo que los regímenes autoritarios “empiezan por atacar a las personas con menos capacidad de defensa”.
Defensa del comercio transfronterizo y advertencia anti-Aranceles: Ha alertado consistentemente que las promesas de Trump de imponer un arancel del 25% a las importaciones mexicanas infligirían un daño económico devastador a California y a los consumidores. Al defender el libre comercio con México, Newsom protege el sustento de millones de New Mexicans que trabajan en sectores dependientes de este comercio transfronterizo.
El histórico gesto de Newsom al declarar el Día de Fernando Valenzuela el 1 de noviembre, cobra un significado póstumo aún más profundo. Fue una jugada maestra, ya que el 2 de noviembre es el tradicional Día de Muertos, enlazando dos celebraciones con un profundo toque mexicano.
Este acto de poder político y celebración cultural contrasta directamente con la retórica anti-inmigrante. Al honrar a un ícono que unió a mexicanos a ambos lados de la frontera, Newsom solidifica su apoyo en un electorado mexicano crucial, utilizando este reconocimiento como un acto de diplomacia interna que fortalece los lazos con la comunidad.
La posible postulación de Newsom también catapulta al senador Alex Padilla hijo de padres, uno de Chihuahua y otro de Jalisco, a la posición de potencial vicepresidente de los Estados Unidos. Padilla, quien representa la herencia y la base demográfica de los New Mexicans, podría convertirse en el primer mexicano-estadounidense en ocupar dicho cargo.
Hipotéticamente, esto lo colocaría como el candidato natural para ser el primer presidente de los Estados Unidos de ascendencia mexicana, un símbolo de la cristalización del poder político de esta población, muy a pesar del trauma que genera la alienación demográfica del presidente Donald Trump.
La juventud y el voto del mañana: El senador Padilla no solo representa la herencia; también encarna la voz de una nueva generación de New Mexicans. Su perfil conecta directamente con el voto joven y la alta tasa de natalidad de la diáspora (comunidad), que garantiza que su influencia política seguirá creciendo. Su posible ascenso a la vicepresidencia enviaría el mensaje de que el futuro de la democracia estadounidense no se definirá en Washington, sino en la energía, la juventud y la demografía del Suroeste.
Para enfrentar la presión del gobierno federal y el uso de ICE como brazo de presión contra las comunidades mexicano-americanas, es indispensable un frente de resistencia o «barrera azul» con el apoyo de gobernadores demócratas clave: Gobernadora Katie Hobbs (Arizona), gobernadora Michelle Lujan Grisham (Nuevo México), gobernadora Tina Kotek (Oregón), gobernador J. B. Pritzker (Illinois), gobernadora Kathy Hochul (Nueva York) y gobernador Bob Ferguson (Washington).
El Pacífico Noroeste (PNW), que incluye a Washington y Oregón, es una región fundamental para el concepto de los New Mexicans, extendiendo su alcance más allá del suroeste tradicional. Contrario a la percepción popular, estados como Washington han experimentado un crecimiento exponencial de la población de origen mexicano, la cual se ha convertido en una fuerza laboral crítica en la agricultura, la tecnología y el comercio.
El gobernador de Washington, Bob Ferguson, ha demostrado su reconocimiento a esta diáspora (comunidad) al declarar la semana de la herencia mexicana, un gesto que resuena profundamente con el soft power de la comunidad.
Este frente en el PNW es estratégico, pues no solo suma votos, sino que le da a Newsom una base de apoyo que abarca toda la Costa Oeste, desde la frontera con México hasta Canadá. La diáspora (comunidad) mexicana en esta región es un testimonio de la expansión y la diversidad económica de los New Mexicans, que apoyarán a Newsom por sus políticas a favor de los derechos laborales, la protección de los inmigrantes y la defensa de la diversidad cultural.
El PNW solidifica la narrativa de que el apoyo a Newsom no es un fenómeno local de California, sino un movimiento de alcance nacional.
El Poder de la cultura como arma política: La fuerza de este frente radica en el uso estratégico del soft power mexicano. La resistencia no se limita a decretos. Se ejerce en cada plato de comida, en la música regional y en la popularidad de íconos deportivos.
El Mundial de 2026 y los juegos olímpicos de Los Ángeles 2028 no serán solo eventos deportivos, sino escaparates globales donde la cultura de los New Mexicans dictará la tendencia, demostrando que aquello que Trump intentó marginar es, de hecho, el capital cultural y económico más vibrante de la nación. Este soft power es la prueba de que, mientras ICE siembra miedo, la cultura siembra influencia y poder.
El ascenso de Gavin Newsom a la palestra presidencial no es simplemente la historia de un político ambicioso; es la manifestación política de una profunda revolución demográfica y cultural liderada por los New Mexicans.
Sobre el autor
Fernando Arango Ávila es jurista y académico. Doctor en Ciencias de lo Fiscal, y actualmente cursa un posdoctorado en Derecho. Actualmente, combina su experiencia práctica con su labor investigativa. Escribe: drarango83@gmail.com.
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