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Opinión

El Zócalo en disputa

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Luis Sánchez Pérez

El próximo año, 30 de las 32 entidades federativas tendrán elecciones para alguno de sus poderes estatales o municipales: Chiapas, Guanajuato, Jalisco, Morelos, Puebla, Tabasco, Veracruz, Yucatán y la CDMX, elegirán nuevo titular del Poder Ejecutivo y se renovarán las Cámaras Legislativas, con la votación de 500 diputados y 128 senadores.

Además, 31 congresos locales renovarán a sus miembros, al igual que 1580 ayuntamientos y 16 alcaldías. Por lo anterior, lo que se juega en 2024 no es cosa menor, prácticamente es una reconfiguración del mapa electoral en el país y por ende, eso afectará en el ejercicio de la gobernanza para la siguiente administración.

Morena buscará refrendar el triunfo y con ello darle continuidad al proyecto de López Obrador, aunque no se sabe aún quién será la candidata o candidato a la presidencia, los posibles aspirantes se encuentran realizando actos disimulados de precampaña en distintos estados del país, a través de invitaciones a reuniones, foros, entrevistas, bardas pintadas, espectaculares etc. Por otro lado, y no menos importante, Morena busca conservar las gubernaturas que actualmente tiene (CDMX, Chiapas, Puebla, Tabasco y Veracruz) y ampliar su dominio nacional hacia los otros estados en juego (Jalisco, Guanajuato, Morelos, Yucatán), tarea que no será nada sencilla, debido a los bajos números que el partido guinda ha tenido en elecciones anteriores; además de la falta de candidatos fuertes para hacerle frente a la maquinaria estatal de los partidos en el poder, que buscarán darle continuidad a su proyecto político.

Por su parte, la oposición partidaria (PAN, PRI, PRD, MC) sigue sin definir si va a ir como una alianza en 2024 o si cada partido postulará a su propio candidato; lo cierto es que tampoco existen figuras fuertes que representen un perfil competitivo para las posibles cartas de Morena. En el ámbito legislativo, es poco probable que Morena logre aumentar su presencia en ambas cámaras, sobre todo en el Congreso de la Unión, debido a las reformas y propuestas de ley que su bancada ha presentado, las cuales han sido duramente criticadas y cuestionadas, el caso más claro y reciente es la Reforma Electoral.

La Reforma Electoral sacó a las calles a miles de ciudadanos que no coinciden con las ideas del régimen actual; las marchas por la “Defensa del INE”, además de ser una protesta legítima en contra de las reformas al árbitro electoral, han sido cobijo para distintas expresiones en contra del presidente y su gobierno, en las cuales, se contó con la presencia de los principales actores políticos de oposición y distintos grupos sociales que abarrotaron el zócalo los pasados 13 de noviembre de 2022 y 26 de febrero de 2023

Por su parte, el presidente convocó a dos mítines que tuvieron lugar en el zócalo, el 27 de noviembre del 2022 y el 18 de marzo del 2023, a tan solo unas semanas de las marchas en “Defensa del INE”. El mensaje era muy claro: mostrar el músculo político y movilizar a las bases partidistas hacia el zócalo: la plaza emblemática donde AMLO ha vivido sus mejores momentos como figura política, esa plancha de concreto de gran importancia para el Movimiento de Regeneración Nacional y otros movimientos políticos sociales en la historia de nuestro país.

Desde la década de los años sesenta, el Zócalo ha sido escenario de innumerables manifestaciones, plantones, marchas, mítines, celebraciones oficiales y demás eventos políticos. Debido a su gran superficie de más de 46 mil 800 metros cuadrados, llenarlo representa una victoria simbólica importante alrededor de un tema y su relevancia dentro de la agenda pública; eso lo sabe muy bien López Obrador, por ello, aunque parezca que de primera instancia no gana nada con este tipo de actos multitudinarios, la disputa del espacio público desde lo institucional, es una victoria importante para el régimen, porque fortalece el discurso de que el pueblo respalda al presidente, en la misma o mayor medida que quienes lo critican o que están en desacuerdo con su gobierno y que semanas antes, también abarrotaron la plaza pública y pusieron en la agenda, el descontento de un importante sector de la población hacia el actual gobierno.

Nos leemos la siguiente semana y recuerda luchar, luchar siempre, pero siempre luchar, desde espacios más informados, que construyen realidades menos desiguales y pacíficas.

 

 

Sobre el autor
Luis Sánchez Pérez es doctorante y maestro en Políticas y Seguridad Públicas en IEXE Universidad, abogado por la Universidad de Guadalajara. Profesor de asignatura en la Universidad de Guadalajara y en la Universidad Enrique Díaz de León. Investigador de medios de comunicación y participación ciudadana en el Laboratorio de Innovación Democrática. Colaborador semanal en Milenio, El Occidental y El Semanario.

 

 

 

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Opinión

Ojo, así se roban tus datos personales

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Columna de Ana Olvera sobre el robo de datos personales

Estimado lector, para mí es un privilegio volver a escribir estas líneas luego de una muy larga ausencia. Sin embargo volveremos a encontrarnos en esta columna cada quincena, analizando los temas de actualidad relacionados con la protección de nuestros datos personales y la privacidad que acontecen tanto en nuestro País como en el mundo.

Evidentemente no podemos dejar de comentar lo sucedido en días pasados en Guadalajara, donde existía -y seguramente siguen existiendo- un call center debidamente instalado para llevar a  cabo extorsiones que se extendían no solo al resto de Jalisco, sino hasta a otros veinte estados más de nuestra República, afectando a más de 26 mil personas con llamadas fraudulentas y extorsiones.

Afortunadamente se desmanteló y según declaraciones oficiales se están realizando colaboraciones con instituciones de las demás entidades afectadas, para descubrir a todas las víctimas y por supuesto, invitarlas a denunciar, lo que resulta en una tarea titánica para las autoridades; pero al parecer no lo fue para aquellos cuyo modus vivendi consistía en realizar este tipo de nada honrosas actividades.

Datos personales de los afectados

En ese sentido caben muchas reflexiones, pero la primera es preguntarnos de dónde obtenían la materia prima, es decir, los datos personales de aquellos afectados. Aunque las respuestas pueden variar, quiero que centremos nuestra atención en dos fuentes principales.

La primera y la originaria por excelencia siempre seremos, desafortunadamente, Usted y yo, querido lector. Es decir, nosotros como titulares, dueños de esos datos personales que elegimos, muchas veces sin pararnos a reflexionar en ello, a quién, cómo y para qué le compartimos esta importantísima información.

Y digo que muchas veces sin reflexionarlo lo suficiente, porque participamos a otras personas de manera voluntaria, para poder obtener un bien o servicio; para pedir nuestros alimentos cuando no tenemos tiempo de prepararlos en casa; al inscribirnos a un curso o a nuestros hijos a la escuela, por citar ejemplos cotidianos. Pero también lo hacemos de manera involuntaria, por ejemplo cuando descargamos aplicaciones en nuestro teléfono inteligente o tableta y compartimos datos que no son necesarios; cuando somos poco discretos en una conversación o bien, ¿cuántas veces no hemos tirado a la basura documentación que contiene nuestro nombre u otros datos más sensibles, como nuestra CLABE interbancaria? Seguramente, muchas veces.

Ignoramos el valor de nuestros datos

La segunda causa de obtención de esta información es por medio de aquellos que manejan datos personales, es decir, los responsables si son particulares, o bien los sujetos obligados de orden público. Según me ha tocado atestiguar, parece que cuando la información no nos pertenece, dejamos de tener cuidado en su manejo. Se despersonaliza y solo vemos números, estadísticas, pero olvidamos que detrás de esas cifras, direcciones o palabras, se encuentra una persona que puede verse perjudicada por nuestro descuido de custodia de la información durante el ciclo de vida de los datos personales.

En fin, aunque difícilmente sabremos cómo se obtuvo esa información, es una realidad que decenas de miles de personas se vieron seriamente perjudicadas no solo en su patrimonio, sino muy seguramente hasta en su tranquilidad diaria, por este tipo de acciones ilegales. La invitación es a que le demos la importancia debida a esta información que es tan importante. La que nada más y nada menos, nos hace únicos y nos permite interactuar con el resto de quienes nos rodean. Si tenemos conciencia de la importancia de nuestros datos personales, seguramente nos daremos cuenta de la relevancia que también tiene la información relativa a otras personas. 

La tarea primordial

En un entorno tan cambiante como el que vive nuestro mundo y especialmente, nuestro Estado de Derecho, la tarea primordial con la que contamos es velar porque nuestros derechos a la protección de datos personales y la privacidad no sean violentados y es más, que puedan ser garantizados, sobre todo ante la inminente desaparición de los Órganos Garantes en la materia, de lo que hablaremos en nuestra próxima entrega.

Sobre la autora

Ana Olvera es profesora investigadora de tiempo completo en la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo, con intereses en privacidad, bioética y neuroderechos.

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La extinción de los institutos de transparencia: ¿falta de empatía o indiferencia?

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A veces, hablar de datos personales, de su protección y nuestra privacidad, resulta sumamente abstracto. Aunque incluso trabajemos con ellos, pensemos en la recepcionista de un consultorio médico o el propio profesional de la salud. O en la persona a la que le pedimos la pizza o la comida que consumiremos en ese momento.

Ahora pensemos en las veces que entramos a ciertas redes sociales, como X, Facebook o LinkedIn y encontramos explicaciones acerca de lo importante que es proteger nuestros datos personales, o bien, explicaciones de las resoluciones (que a veces se adjuntan completas) y que más bien, parecen para un público un poco más especializado, que tal vez no seremos nosotros -que solo buscamos un momento de distracción-. En no pocas ocasiones, este tipo de situaciones pasan desapercibidas hasta que somos víctimas de robo de identidad, alguna extorsión o una estafa.

En este sentido cabe preguntarnos al menos dos cosas. La primera, la razón por la que optamos por la indiferencia ante la violación de la privacidad, que se arraiga en una compleja red de factores. La omnipresencia de la tecnología ha normalizado la vigilancia, desensibilizando a muchos ante la vulneración de sus datos personales. La complejidad de las políticas de privacidad y los algoritmos opacos genera una sensación de impotencia, alimentando la resignación. Además, la gratificación inmediata de los servicios digitales y la falta de consecuencias tangibles de la pérdida de privacidad fomentan una actitud apática e incluso, indolente. A esto se suma la polarización social, que fragmenta la empatía y dificulta la acción colectiva en defensa de un derecho fundamental.

La falta de involucramiento nos aísla de nuestra comunidad. Nos desconectamos de los problemas que nos afectan a todos, como la pobreza, la desigualdad, la violencia, la inseguridad y el cambio climático. Nos volvemos indiferentes al sufrimiento de los demás, perdiendo nuestra capacidad de empatía y solidaridad.

Pero la segunda es igualmente preocupante. ¿Qué pasó con el trabajo de los organismos garantes? ¿Fue acaso incapacidad de transmitir e incluso educar al pueblo mexicano? ¿De “conectar”, empatizar? Por que los festivales, las fotos, los congresos o simposios, salvo muy honrosas excepciones, siempre iban dirigidos a cualquier público distinto a lo que han dado por llamar “el ciudadano de a pie”. O como dirían los políticos en este momento histórico, “el pueblo bueno”, ese que difícilmente, con la pobre comunicación de los “expertos” y además con pocos recursos a la mano, comprendió la importancia de un andamiaje institucional como el que logró crearse en materia de transparencia y protección de datos personales. Tal vez eso explique la indiferencia en su defensa.

No cabe duda que asistimos y en gran mayoría, las y los mexicanos solo estamos meramente atestiguando los cambios estructurales que nuestro país esta viviendo. En ese sentido, claro que vivimos una transformación. No sé cuál. Pero bien haríamos en hacer a un lado esa indiferencia, para al menos intentar entender cómo afectarán al ejercicio y garantía de nuestros derechos fundamentales.

No involucrarse en la vida del país también tiene un costo personal. Cuando nos alejamos de los asuntos públicos, renunciamos a nuestro derecho a ser escuchados y a contribuir al bienestar de nuestra sociedad. Nos convertimos en meros espectadores de nuestro propio destino, sin voz ni voto. En un mundo cada vez más interconectado, los problemas que enfrentamos son complejos y requieren soluciones colectivas. La participación ciudadana es esencial para construir un futuro más justo, próspero y sostenible para todos. No podemos permitirnos el lujo de la indiferencia.

Es hora de despertar de la apatía y asumir nuestra responsabilidad como mexicanos. Involucrémonos en los asuntos públicos, hagamos oír nuestra voz, exijamos transparencia y rendición de cuentas. Solo así podremos construir el país que queremos y merecemos.

Sobre la autora

Ana Olvera es profesora investigadora de tiempo completo en la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo, con intereses en privacidad, bioética y neuroderechos.
 

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