Opinión
Guadalajara consume local

En medio del bullicio y la vida cotidiana de la zona metropolitana de Guadalajara, los bazares locales emergen como auténticos tesoros, tanto para los habitantes de la región como para aquellos que tienen la suerte de visitarla. Estos eventos se han convertido en una ventana a un mundo de creatividad, talento y emprendimiento que no solo brindan una experiencia única, sino que también generan un impacto positivo en la comunidad y la economía local. En esta ocasión, celebramos la magia de los bazares de Guadalajara y los beneficios que aportan a nuestra ciudad.
Uno de los aspectos más notables de los bazares es su capacidad para fomentar la independencia de creadores y artistas locales. En estos eventos, los talentos emergentes y los artesanos tienen la oportunidad de mostrar sus productos únicos al público. Ya sea que se trate de joyería artesanal, ropa diseñada a mano, objetos de decoración o productos de belleza, los bazares brindan un espacio para que estos artistas locales compartan sus creaciones con el mundo. Esto no solo les da visibilidad, sino que también les permite generar un sustento a través de su pasión, lo que fomenta la independencia financiera y la realización personal.
Existen bazares ya posicionados que tienen su lugar específico y una periodicidad de antaño como el trocadero de antigüedades, incluso podría entrar en esta categoría el tianguis cultural o el que se instala cada sábado en paseo Chapultepec. Sin embargo, cada vez más surgen nuevos eventos que llaman a los creadores a sumarse en este tipo de plataformas presenciales de distribución y mercado de pequeños empresarios, donde las fechas están estipuladas, las sedes cambian y así en cada edición se llama a nuevos públicos y se apoyan de las redes sociales para hacer difusión del evento.
Entre los bazares de la zona metropolitana está TOCA bazar que solicita desde su convocatoria conocer el producto que desea venderse ya que en los bazares de este tipo se procura que se comercialicen creaciones que sean amigables con el medio ambiente, otro caso muy conocido es el de La Mirilla por ser uno de los bazares mejor posicionados, ya que es una plataforma para diseñadores independientes que buscan exponer sus productos innovadores y comercializarlos.
Muchos de estos ya ofrecen los espacios para la instalación de stands en diferentes precios y garantizan la asistencia del consumidor debido a que detrás de estos eventos está un equipo de profesionales que no solo les importa la venta de espacios, si no que se preocupan por que el vendedor y el comprador tengan una experiencia única.
Mercado Rosa es otro caso de éxito donde Mariana Chávez encabeza este proyecto principalmente enfocado a mujeres emprendedoras de México, las localidades donde se ha presentado son plazas comerciales como Ciudadela, D’Lucca o incluso el salón Fiesta Guadalajara, donde tuvo un formato más de expo, pero respetando siempre la esencia de Mercado Rosa, podría pensarse que este tipo de eventos son para un público específico pero la diversidad es un factor común, ya que en un solo día a registrado más de seis mil visitantes, sin duda la aceptación del proyecto de Mariana y su equipo augura muchas ediciones más.
Otro proyecto, que inició en el Parque Metropolitano, encabezado por Jesica Rodríguez y Daniela García es UtÜ Bazar de marcas mexicanas, que tendrá su próxima edición el 30 de septiembre y 1 de octubre y como única ocasión serán dos bazares al mismo tiempo, uno en las torres rojas del Parque Metropolitano y el otro en Foro Expo Guadalajara, sin duda una excelente oportunidad para conocer este proyecto y asistir no solo como compradores, también puede ser una excelente opción para animarse a participar como vendedores en sus próximas ediciones, ya que UTÜ proporciona talleres formativos para los emprendedores, donde pueden aprender a mejorar su producto y plataformas de distribución y difusión de la marca.
En palabras de Rosinha una creativa vendedora que ha participado en varias ediciones del Decora Bazar, con su proyecto el Cajón de Pierre, menciona que las organizadoras siempre hacen sentir respaldado al expositor y sus ventas en cada edición van desde los 7 mil y 13mil pesos y los precios de sus productos rondan entre los 80 pesos hasta 350 pesos, sin duda menciona que a partir de sus participaciones ha ganado seguidores en sus redes y contactos por fuera que siguen consumiendo sus productos.
Cabe destacar que cada vez se han popularizado más este tipo de eventos y sin menospreciarlos podría escribir una columna de la experiencia que se vive como visitante en cada uno de los que me hace falta mencionar, ya que Guadalajara siempre se ha descrito como una ciudad creativa, llena de artistas, diseñadores y emprendedores que tienen diferentes opciones de comercializar sus productos, a su vez mover la economía local, beneficiar al medio ambiente y preservar la identidad, tradiciones y oficios de la comunidad.
En un mundo donde la globalización a menudo amenaza con homogeneizar nuestras experiencias y nuestros gustos, los bazares locales son un recordatorio refrescante de que la autenticidad y la diversidad son tesoros que debemos valorar y preservar. Al elegir apoyar lo local y participar en estos eventos, no solo estamos enriqueciendo nuestras vidas, sino que también estamos contribuyendo al bienestar de nuestra comunidad.
Sobre la autora
Cristina Martínez Avendaño es licenciada en Diseño para la Comunicación Gráfica por la Universidad Enrique Díaz de León y maestra Gestión y Desarrollo Cultural por la Universidad de Guadalajara.
Opinión
Ojo, así se roban tus datos personales

Estimado lector, para mí es un privilegio volver a escribir estas líneas luego de una muy larga ausencia. Sin embargo volveremos a encontrarnos en esta columna cada quincena, analizando los temas de actualidad relacionados con la protección de nuestros datos personales y la privacidad que acontecen tanto en nuestro País como en el mundo.
Evidentemente no podemos dejar de comentar lo sucedido en días pasados en Guadalajara, donde existía -y seguramente siguen existiendo- un call center debidamente instalado para llevar a cabo extorsiones que se extendían no solo al resto de Jalisco, sino hasta a otros veinte estados más de nuestra República, afectando a más de 26 mil personas con llamadas fraudulentas y extorsiones.
Afortunadamente se desmanteló y según declaraciones oficiales se están realizando colaboraciones con instituciones de las demás entidades afectadas, para descubrir a todas las víctimas y por supuesto, invitarlas a denunciar, lo que resulta en una tarea titánica para las autoridades; pero al parecer no lo fue para aquellos cuyo modus vivendi consistía en realizar este tipo de nada honrosas actividades.
Datos personales de los afectados
En ese sentido caben muchas reflexiones, pero la primera es preguntarnos de dónde obtenían la materia prima, es decir, los datos personales de aquellos afectados. Aunque las respuestas pueden variar, quiero que centremos nuestra atención en dos fuentes principales.
La primera y la originaria por excelencia siempre seremos, desafortunadamente, Usted y yo, querido lector. Es decir, nosotros como titulares, dueños de esos datos personales que elegimos, muchas veces sin pararnos a reflexionar en ello, a quién, cómo y para qué le compartimos esta importantísima información.
Y digo que muchas veces sin reflexionarlo lo suficiente, porque participamos a otras personas de manera voluntaria, para poder obtener un bien o servicio; para pedir nuestros alimentos cuando no tenemos tiempo de prepararlos en casa; al inscribirnos a un curso o a nuestros hijos a la escuela, por citar ejemplos cotidianos. Pero también lo hacemos de manera involuntaria, por ejemplo cuando descargamos aplicaciones en nuestro teléfono inteligente o tableta y compartimos datos que no son necesarios; cuando somos poco discretos en una conversación o bien, ¿cuántas veces no hemos tirado a la basura documentación que contiene nuestro nombre u otros datos más sensibles, como nuestra CLABE interbancaria? Seguramente, muchas veces.
Ignoramos el valor de nuestros datos
La segunda causa de obtención de esta información es por medio de aquellos que manejan datos personales, es decir, los responsables si son particulares, o bien los sujetos obligados de orden público. Según me ha tocado atestiguar, parece que cuando la información no nos pertenece, dejamos de tener cuidado en su manejo. Se despersonaliza y solo vemos números, estadísticas, pero olvidamos que detrás de esas cifras, direcciones o palabras, se encuentra una persona que puede verse perjudicada por nuestro descuido de custodia de la información durante el ciclo de vida de los datos personales.
En fin, aunque difícilmente sabremos cómo se obtuvo esa información, es una realidad que decenas de miles de personas se vieron seriamente perjudicadas no solo en su patrimonio, sino muy seguramente hasta en su tranquilidad diaria, por este tipo de acciones ilegales. La invitación es a que le demos la importancia debida a esta información que es tan importante. La que nada más y nada menos, nos hace únicos y nos permite interactuar con el resto de quienes nos rodean. Si tenemos conciencia de la importancia de nuestros datos personales, seguramente nos daremos cuenta de la relevancia que también tiene la información relativa a otras personas.
La tarea primordial
En un entorno tan cambiante como el que vive nuestro mundo y especialmente, nuestro Estado de Derecho, la tarea primordial con la que contamos es velar porque nuestros derechos a la protección de datos personales y la privacidad no sean violentados y es más, que puedan ser garantizados, sobre todo ante la inminente desaparición de los Órganos Garantes en la materia, de lo que hablaremos en nuestra próxima entrega.
Sobre la autora
Ana Olvera es profesora investigadora de tiempo completo en la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo, con intereses en privacidad, bioética y neuroderechos.
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Opinión
La extinción de los institutos de transparencia: ¿falta de empatía o indiferencia?

A veces, hablar de datos personales, de su protección y nuestra privacidad, resulta sumamente abstracto. Aunque incluso trabajemos con ellos, pensemos en la recepcionista de un consultorio médico o el propio profesional de la salud. O en la persona a la que le pedimos la pizza o la comida que consumiremos en ese momento.
Ahora pensemos en las veces que entramos a ciertas redes sociales, como X, Facebook o LinkedIn y encontramos explicaciones acerca de lo importante que es proteger nuestros datos personales, o bien, explicaciones de las resoluciones (que a veces se adjuntan completas) y que más bien, parecen para un público un poco más especializado, que tal vez no seremos nosotros -que solo buscamos un momento de distracción-. En no pocas ocasiones, este tipo de situaciones pasan desapercibidas hasta que somos víctimas de robo de identidad, alguna extorsión o una estafa.
En este sentido cabe preguntarnos al menos dos cosas. La primera, la razón por la que optamos por la indiferencia ante la violación de la privacidad, que se arraiga en una compleja red de factores. La omnipresencia de la tecnología ha normalizado la vigilancia, desensibilizando a muchos ante la vulneración de sus datos personales. La complejidad de las políticas de privacidad y los algoritmos opacos genera una sensación de impotencia, alimentando la resignación. Además, la gratificación inmediata de los servicios digitales y la falta de consecuencias tangibles de la pérdida de privacidad fomentan una actitud apática e incluso, indolente. A esto se suma la polarización social, que fragmenta la empatía y dificulta la acción colectiva en defensa de un derecho fundamental.
La falta de involucramiento nos aísla de nuestra comunidad. Nos desconectamos de los problemas que nos afectan a todos, como la pobreza, la desigualdad, la violencia, la inseguridad y el cambio climático. Nos volvemos indiferentes al sufrimiento de los demás, perdiendo nuestra capacidad de empatía y solidaridad.
Pero la segunda es igualmente preocupante. ¿Qué pasó con el trabajo de los organismos garantes? ¿Fue acaso incapacidad de transmitir e incluso educar al pueblo mexicano? ¿De “conectar”, empatizar? Por que los festivales, las fotos, los congresos o simposios, salvo muy honrosas excepciones, siempre iban dirigidos a cualquier público distinto a lo que han dado por llamar “el ciudadano de a pie”. O como dirían los políticos en este momento histórico, “el pueblo bueno”, ese que difícilmente, con la pobre comunicación de los “expertos” y además con pocos recursos a la mano, comprendió la importancia de un andamiaje institucional como el que logró crearse en materia de transparencia y protección de datos personales. Tal vez eso explique la indiferencia en su defensa.
No cabe duda que asistimos y en gran mayoría, las y los mexicanos solo estamos meramente atestiguando los cambios estructurales que nuestro país esta viviendo. En ese sentido, claro que vivimos una transformación. No sé cuál. Pero bien haríamos en hacer a un lado esa indiferencia, para al menos intentar entender cómo afectarán al ejercicio y garantía de nuestros derechos fundamentales.
No involucrarse en la vida del país también tiene un costo personal. Cuando nos alejamos de los asuntos públicos, renunciamos a nuestro derecho a ser escuchados y a contribuir al bienestar de nuestra sociedad. Nos convertimos en meros espectadores de nuestro propio destino, sin voz ni voto. En un mundo cada vez más interconectado, los problemas que enfrentamos son complejos y requieren soluciones colectivas. La participación ciudadana es esencial para construir un futuro más justo, próspero y sostenible para todos. No podemos permitirnos el lujo de la indiferencia.
Es hora de despertar de la apatía y asumir nuestra responsabilidad como mexicanos. Involucrémonos en los asuntos públicos, hagamos oír nuestra voz, exijamos transparencia y rendición de cuentas. Solo así podremos construir el país que queremos y merecemos.
Sobre la autora
Ana Olvera es profesora investigadora de tiempo completo en la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo, con intereses en privacidad, bioética y neuroderechos.
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