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Opinión

La trampa de la movilidad urbana en la Ciudad de México

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Llevo 3 meses haciendo trabajo de campo en la Ciudad de México para mi tesis doctoral. Todavía tengo un mes y medio por delante en esta metropoli, pero regresaré en el verano de 2019 para seguir levantando investigación de campo. Mi proyecto de investigación lleva por nombre: “Personas, empleos e infraestructura de transporte en la Ciudad de México”. El objetivo de esta entrega para CuartaMx es escribir por primera vez lo que me parece que está pasando en esta ciudad, y que seguramente será la tesis que sostendré en mi disertación. Cualquier retroalimentación es muy bienvenida. Aquí voy.

La Ciudad de México tiene graves problemas de movilidad urbana y eso no es sorpresa para nadie. Pero los problemas no son nuevos, comenzaron por lo menos desde la década de los cincuentas cuando la ciudad se industrializó de manera acelerada por la política de substitución de importaciones. El acelerado incremento de la actividad industrial trajo consigo una importante ola migratoria con su correspondiente producción de espacio urbano. La expansión urbana puso presión a la capacidad de la ciudad para transportar de manera efectiva a sus nuevos habitantes.

La Ruta 100

Como resultado, la Ciudad de México fue objeto de una importante intervención del Estado en temas de transporte público durante el periodo que comprende desde finales de los sesentas hasta finales de los ochentas. En este periodo se hicieron importantes inversiones en el sistema de metro de la ciudad y hasta se expropió el pulpo camionero para crear la Ruta 100, una empresa de transporte público de propiedad totalmente estatal. Pero aquel buen momento del transporte público pasó, y desde principios de la década de los noventas la preocupación por el transporte público se fue desvaneciendo. La Ruta 100 se declaró en quiebra para después concesionarse, y la construcción del metro se ralentizó considerablemente. 

No fue sino hasta principios de los años dos miles que se retomó la inquietud por mejorar la movilidad, pero ahora de la mano de la preocupación por la mala calidad del aire. Desde entonces se han retomado las acciones públicas por mejorar la movilidad de la ciudad a través de construir infraestructura vial -como los segundos pisos del periférico y las vías elevadas-, la implementación del nuevos esquemas público-privados para incrementar la oferta de transporte público -como el metrobús y el mexibús- o la promoción de nuevas alternativas de transporte no motorizado -como la ciclovía de Reforma o el sistema de bicicletas públicas Ecobici-.

Derecho a la movilidad

La discusión sobre el trasporte en la ciudad volvió a sufrir una nueva transformación a mediados de la presente década. Ahora, la discusión se está orientando hacia reconocer y garantizar el ‘derecho a la movilidad’ de las personas que habitan la ciudad. Es decir, que el Estado debe garantizar que las personas se puedan mover a través del espacio urbano para realizar sus actividades económicas, sociales y culturales. Cómo garantizar este derecho es una discusión que aún se está dando y que está lejos de ser resuelta: aún se discute cuál debería ser la combinación ideal de modos de transporte y las modalidades a través de las cuales el Estado puede garantizar el derecho.

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Como resultado de todo este debate el concepto de ‘el viaje’ está ganando supremacía. La configuración de la acción pública se está enfocando en resolver ‘el viaje’ de las personas. Esto no tiene nada de malo en sí mismo, pero me parece que concentrar la atención en el viaje está restando atención a otros aspectos que también son importantes para comprender de forma más integral las implicaciones la movilidad urbana: específicamente me refiero a cuáles son las razones detrás de la existencia de ‘el viaje’.

Los elementos del viaje

Mi propuesta es que para comprender bien la movilidad de la Ciudad de México tenemos que ampliar la discusión para visibilizar la interacción entre tres elementos. El primero sí es el viaje, está bien. Pero el segundo es ‘dónde’ se origina el viaje y el tercero es ‘el destino’ del viaje. Estos elementos son muy complejos porque tienen que ver con agendas de investigación que normalmente se estudian por separado y desvinculadas de la agenda de movilidad urbana.

Para analizar estos elementos faltantes en la discusión voy a traer unos datos de contexto. De acuerdo con la última encuesta origen-destino levantada por el INEGI en el 2017, en un día entre semana en la Ciudad de México se realizan 34.56 millones de viajes, de los cuáles el 47.3% son para regresar al hogar y el 22% son para ir al trabajo. Es decir, que prácticamente el 70% de los viajes que se realizan en la Ciudad de México tienen que ver con el “lugar” en el que residen las personas y el “lugar” en el que trabajan.  Esto significa que, contra la supremacía de “el viaje” en la discusión sobre la movilidad urbana, también hay que agregar a la discusión “el lugar”. Es decir, desde donde se hacen los viajes y cuál es su destino.

Discutir sobre el lugar

Por un lado, la discusión sobre “el lugar” en el que se localizan los hogares tiene que ver con las áreas de investigación sobre la producción del hábitat y la política de vivienda. Esta agenda de investigación está más orientada a discutir los procesos de urbanización informal, las lógicas del mercado inmobiliario y los esfuerzos del Estado por proveer vivienda de interés social. Por otro lado, la discusión sobre dónde se localizan las fuentes de empleo tiene que ver más con la literatura sobre economías de aglomeración y urbanización, con los esfuerzos del Estado para fomentar cierto tipo de actividad económica, o con las lógicas detrás del funcionamiento de la economía informal.

Pero el problema es que estas tres discusiones se están dando en sus respectivas arenas académicas y esferas públicas. Desafortunadamente, estas tres conversaciones rara vez se juntan. Pero unir estas tres discusiones sería muy conveniente para el campo de la movilidad urbana. Lo que estoy sosteniendo es que si pensamos en la interacción de estos tres elementos y sus implicaciones para la movilidad urbana -el lugar de residencia, el lugar de trabajo y el viaje-, entonces podemos comenzar a confeccionar otros tipos de hipótesis que quizá nos revelarían historias más ricas sobre lo que está pasando en la Ciudad de México, y que nos ayudarían a diseñar mejores políticas urbanas.

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Foto: Cuartoscuro.

Desigualdad intra-urbana

He pasado los últimos tres meses pensando en esta interacción -el lugar de residencia, el lugar de trabajo y el viaje-, y en cómo puede tener una influencia sobre los patrones de desigualdad intra-urbana. Como resultado, he desarrollado la hipótesis que voy a compartir a continuación y que orienta mis esfuerzos de investigación. La hipótesis se tiene que leer como una serie de pasos en una cadena causal que desde mi punto de vista está produciendo una trampa de desigualdad en la Ciudad de México:

1-.

Los hogares que están localizados en zonas de la ciudad que carecen de infraestructura de transporte público tienen menos acceso a las actividades económicas de la ciudad. Estos hogares están en desventaja respecto a los hogares localizados en zonas de la ciudad mejor conectadas. Sin embargo, la localización de las personas en estas zonas que están más desconectadas no es coincidencia, sino el producto de la interacción entre el tipo de actividad económica de los hogares y el precio de la vivienda. Las implicaciones de esta cadena causal están reproduciendo una condición de desigualdad entre los hogares de la ciudad.

2-.

Por un lado, el precio de la vivienda en las zonas más desconectadas del transporte público tiende a ser más barato, por lo que estas zonas tienden a atraer a personas con más bajos ingresos que normalmente también poseen menos niveles educativos. Las personas con mayores niveles educativos y con trabajos mejor pagados sí pueden pagar el precio de vivir en zonas de la ciudad mejor conectadas.

3-.

Por otro lado, las personas que viven en zonas más desconectadas del transporte público tienen que gastar más dinero para moverse por la ciudad. En muchas ocasiones, las personas en este tipo de zonas tienen que tomar más rutas para poder conectarse con sus destinos. Además, las rutas de transporte público en el Estado de México tienden a costar más del doble que las rutas al interior de la Ciudad de México.

4-.

La interacción entre los altos costos de transporte y los bajos ingresos hace que las personas que viven en zonas más desconectadas del transporte público tengan que gastar una mayor proporción de sus ingresos mensuales en transportarse. Esto se debe al siguiente mecanismo: cuando las personas tienen trabajos mal pagados, llegar a sus trabajos implica gastar una considerable cantidad de dinero, por lo que los costos asociados al transporte absorben una mayor proporción de su presupuesto mensual. Es decir, a los hogares más pobres y ubicados en zonas más desconectadas de la ciudad les cuesta más dinero poder acceder a sus actividades económicas que a los hogares mejor conectados.

5-.

Este ciclo implica una trampa de pobreza y desigualdad de la que es muy complicado salir. Al gastar una mayor proporción de su ingreso mensual en transportarse, estos hogares tienden a invertir menos en incrementar los niveles educativos de la siguiente generación o en acumular bienes. Por el contrario, los hogares que se encuentran en zonas mejor conectadas -y que de entrada ya contaban con mayores niveles socioeconómicos que los hogares más desconectados porque precisamente pueden pagar el vivir en zonas mejor conectadas- sí pueden invertir una mayor proporción de su ingreso en la educación de la siguiente generación o en bienes.

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Aún sigo en el proceso de refinar este argumento y de recopilar la evidencia empírica que me permita sostener mi tesis. Pero, sobre todo, sigo en el proceso de encontrar soluciones de política urbana que nos permitan sacar a las personas de la trampa de pobreza y desigualdad que acabo de describir.


*David López García es Coordinador del Laboratorio de  Innovación Democrática (LID). 

 

 

Laboratorio de Innovación Democrática      Bolígrafo 

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Opinión

México necesita mejores universidades públicas

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México necesita mejores universidades públicas

El Foro sobre Evaluación en la Educación Superior, organizado por Mara Robles Villaseñor en Guadalajara, Jalisco, fue un espacio esencial para discutir uno de los temas más relevantes y menos abordados en el ámbito educativo: la evaluación en las universidades mexicanas. Este foro se vuelve particularmente importante en un contexto marcado por una serie de transformaciones institucionales.

A nivel federal, la creación de la nueva Secretaría de Educación Superior refleja un reconocimiento de la importancia estratégica de este nivel educativo, mientras que a nivel local, Jalisco se enfrenta a cambios importantes, como la renovación de la rectoría en la Universidad de Guadalajara (UdeG) y la inminente transición del gobierno estatal.

Mara Robles, en su papel como moderadora del foro, subrayó la falta de discusión sobre la evaluación en la educación superior, señalando que, a diferencia de la educación básica, donde este tema ha estado en el centro del debate público por años, las universidades han quedado relegadas a un segundo plano en términos de evaluación. Según Robles, este es el momento para que la educación superior sea evaluada desde una base técnica y académica rigurosa, elevando la calidad del debate y evitando discusiones infundadas.

La relevancia de esta discusión no puede ser subestimada, especialmente en un contexto donde las universidades y el sistema educativo en general enfrentan una serie de desafíos sociales y económicos. La evaluación, en este sentido, es una herramienta fundamental no solo para certificar la calidad académica, sino también para mejorar los procesos internos y garantizar que las universidades cumplan su rol en el desarrollo de la sociedad.

Durante el foro, se abordaron múltiples perspectivas sobre el papel de la evaluación en las universidades. Pedro Alejandro Flores Crespo propuso un enfoque centrado en el “bien común”, argumentando que la evaluación no debe reducirse a la certificación, sino que debe considerar las relaciones humanas y los procesos que ocurren dentro de la comunidad académica.

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Esta visión, en medio de los cambios que enfrenta la UdeG y otras instituciones, es crucial para reorientar el sistema educativo hacia el desarrollo integral de estudiantes y docentes.

Otro de los ponentes, Felipe Martínez Rizo, destacó la importancia de evaluar el aprendizaje en el aula desde una perspectiva crítica y sofisticada. Subrayó que la evaluación no debe limitarse a los niveles más bajos del aprendizaje, como la memorización, sino que debe aspirar a medir la creación de conocimiento y el razonamiento crítico en los estudiantes .

Asimismo, Eduardo Backhoff Escudero, experto en evaluación educativa, introdujo un tema clave: la inteligencia artificial (IA) como herramienta para mejorar los procesos de evaluación. Backhoff señaló que la IA tiene el potencial de transformar la evaluación del aprendizaje al proporcionar retroalimentación en tiempo real y ofrecer una personalización más efectiva del proceso educativo. Sin embargo, también advirtió sobre la necesidad de normar su uso y formar a los docentes para evitar dependencias excesivas o malas prácticas .

Este foro no solo abrió el debate sobre la evaluación en la educación superior, sino que también dejó sobre la mesa incógnitas fundamentales que deben seguir siendo discutidas. ¿Cuál es la función esencial de las universidades en México? ¿Qué tipo de universidades públicas queremos y necesitamos para enfrentar los desafíos contemporáneos del país? Y, quizá lo más complejo, ¿cómo podemos conciliar la necesidad de una evaluación rigurosa y justa con el respeto a la autonomía universitaria? Estas preguntas son claves para entender el futuro de la educación superior en México.

El foro nos invita a reflexionar sobre cómo podemos construir un sistema educativo que no solo sea eficiente, sino que también promueva la libertad académica y sirva como motor de desarrollo social. En un contexto de cambios políticos e institucionales, estas cuestiones se vuelven aún más urgentes y, sin duda, merecen una atención constante en los debates que están por venir.

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Sobre el autor

Humberto Mendoza es un profesional comprometido en el campo del diseño y evaluación de políticas públicas en Jalisco. Es licenciado en Administración Gubernamental y Políticas Públicas Locales por la Universidad de Guadalajara con un Máster en Antropología en la Universitat Autònoma de Barcelona. Actualmente, lidera el Órgano Técnico de Administración y Planeación Legislativa en el Congreso de Jalisco.

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Nuevo proyecto educativo para Sheinbaum

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El reciente foro “Propuestas Educativas para Nuevos Gobiernos”, organizado en el Congreso del Estado de Jalisco

El reciente foro “Propuestas Educativas para Nuevos Gobiernos”, organizado en el Congreso del Estado de Jalisco el pasado 11 de julio, no solo reunió a las principales voces en el ámbito educativo, sino que planteó con claridad los retos y las oportunidades para el próximo gobierno de la presidenta electa Claudia Sheinbaum.

Este foro, convocado y liderado por la incansable diputada Mara Robles, puso sobre la mesa las propuestas más urgentes y necesarias para transformar la educación en nuestro País.

A las 10:30 horas, figuras de renombre como Sylvia Schmelkes, Sylvia Ortega, Martha Vergara y Enrique Velázquez se dieron cita en el Patio Constituyentes del Congreso para discutir las reformas que se requieren para enfrentar los desafíos actuales en la educación. Cada uno de estos expertos presentó recomendaciones específicas que, si son adoptadas por el próximo gobierno, podrían dar un giro crucial al sistema educativo mexicano.

Mara Robles destacó su apoyo a Claudia Sheinbaum, reconociendo su trayectoria como defensora de la educación pública y como académica de alto nivel. Subrayó que el objetivo de este foro fue garantizar que las propuestas de los expertos lleguen a las autoridades nacionales y se conviertan en acciones concretas.

“La educación debe ser una prioridad estratégica”, afirmó Robles, convencida de que este es el momento para relanzar el debate educativo no solo en Jalisco, sino en todo el País.

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Sylvia Schmelkes, por su parte, insistió en la necesidad de recuperar la percepción de la educación como un derecho humano fundamental, lamentando el impacto negativo que la pandemia ha tenido en la matrícula escolar, especialmente en las comunidades rurales e indígenas. Schmelkes planteó que es urgente mejorar los resultados de aprendizaje en habilidades básicas como la lectura y las matemáticas, y pidió al nuevo gobierno que invierta más en educación, no solo en cantidad, sino también en calidad y equidad .

Sylvia Ortega ofreció una perspectiva más estructural, sugiriendo una reforma educativa integral que aborde los cambios demográficos, tecnológicos y ambientales que impactan al país. Ortega abogó por una coordinación intersectorial que permita a la educación ser un verdadero motor de transformación social y económica .

El diputado Enrique Velázquez también puso sobre la mesa propuestas clave, señalando que la educación debe ser vista como una herramienta crucial para reducir la pobreza. Velázquez destacó la importancia de vincular los programas sociales con la educación para evitar la deserción escolar, además de una mayor inversión en áreas clave como matemáticas y lectura .

Finalmente, Martha Vergara hizo un llamado urgente para mejorar la infraestructura educativa en Jalisco y en todo el país, señalando que sin instalaciones adecuadas y suficientes, los esfuerzos por mejorar la calidad educativa estarán condenados al fracaso

La pregunta que nos deja el foro no es si podemos hacerlo, sino si Claudia Sheinbaum está dispuesta a ser la líder que transforme la educación en México. Ya no hay espacio para la tibieza. ¿Será Claudia la presidenta que finalmente ponga a la educación en el centro de su agenda, o permitirá que se pierda esta oportunidad histórica?

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El momento es ahora, y la educación no puede esperar. Si el nuevo gobierno toma decisiones firmes desde el principio, esta podría ser la administración que logre lo que tantas otras han prometido sin cumplir. Claudia tiene el poder y la visión para hacerlo, y México espera que se atreva a dar ese paso.

Sobre el autor

Humberto Mendoza es un profesional comprometido en el campo del diseño y evaluación de políticas públicas en Jalisco. Es licenciado en Administración Gubernamental y Políticas Públicas Locales por la Universidad de Guadalajara con un Máster en Antropología en la Universitat Autònoma de Barcelona. Actualmente, lidera el Órgano Técnico de Administración y Planeación Legislativa en el Congreso de Jalisco.

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Órganos autónomos en la mira: El debate sobre su desmantelamiento 

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El debate sobre la propuesta del presidente Andrés Manuel López Obrador para eliminar varios órganos autónomos en México ha generado posiciones encontradas. Escribe Humberto Mendoza
El debate sobre el desmantelamiento de los órganos autónomos marcará la agenda legislativa. Foto: Especial.

El debate sobre la propuesta del presidente Andrés Manuel López Obrador para eliminar varios órganos autónomos en México ha generado posiciones encontradas. Por un lado, el oficialismo defiende la medida como una forma de racionalizar el gasto público y redirigir recursos hacia programas prioritarios, mientras que la oposición y diversos sectores de la sociedad ven en esta acción un riesgo para la transparencia, la rendición de cuentas y el equilibrio de poder.

Argumentos a favor: Austeridad y eficiencia

Los defensores de la propuesta del presidente destacan que la eliminación de estos órganos autónomos podría generar un ahorro significativo para el erario. Según estimaciones del propio López Obrador, se podrían liberar más de 100 mil millones de pesos que, en su visión, podrían destinarse a programas sociales y proyectos estratégicos que beneficiarían directamente a la población, como las pensiones para adultos mayores.

Además, se argumenta que muchos de estos organismos, creados en un contexto de desconfianza hacia el Poder Ejecutivo en los años noventa, ya no cumplen con su propósito original de manera eficaz. Los críticos de los órganos autónomos señalan que estos, en ocasiones, han caído en la burocratización y la falta de transparencia que se suponía debían combatir. Ejemplos como la Comisión Federal de Competencia Económica (Cofece) y el Instituto Federal de Telecomunicaciones (IFT) han sido señalados por no cumplir completamente con sus objetivos, lo que cuestiona la justificación de su existencia independiente.

Otro punto a favor de la iniciativa es la idea de que estos órganos autónomos operan de manera aislada del Poder Ejecutivo, lo que podría hacerlos menos sensibles a las demandas y necesidades del electorado. Al incorporar sus funciones dentro de las secretarías de Estado, se busca que estas decisiones respondan más directamente a las políticas públicas del gobierno en turno, lo que, según los defensores, podría generar una mayor coherencia en la implementación de políticas.

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Argumentos en contra: Transparencia y equilibrio de poderes

Por otro lado, los opositores a la medida advierten que la desaparición de estos órganos autónomos podría debilitar los contrapesos esenciales en una democracia. Estos organismos fueron creados para garantizar que ciertas decisiones técnicas y de regulación no estuvieran sujetas a las fluctuaciones políticas, manteniendo así un grado de independencia necesario para la estabilidad institucional.

Un ejemplo citado frecuentemente es el del Instituto Nacional de Transparencia, Acceso a la Información y Protección de Datos Personales (INAI), que ha jugado un papel crucial en la promoción de la transparencia gubernamental. Sin la autonomía que le permite actuar sin la influencia directa del ejecutivo, existe el riesgo de que las prácticas de opacidad y falta de rendición de cuentas se intensifiquen.

Además, la propuesta del presidente ha sido criticada por su falta de claridad en cuanto a cómo se gestionarán las funciones de estos órganos una vez que se integren en las secretarías de Estado. La ausencia de un plan detallado de reingeniería institucional y presupuestal genera incertidumbre sobre si las secretarías tendrán la capacidad técnica y los recursos necesarios para asumir estas responsabilidades sin que se vea afectada la calidad del servicio público.

También se han planteado preocupaciones respecto a los compromisos internacionales de México, como los establecidos en el Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC). Algunos de los órganos en riesgo de desaparecer, como la Cofece y el IFT, son fundamentales para cumplir con las obligaciones de regulación económica exigidas por estos acuerdos internacionales. Su eliminación podría traer repercusiones negativas en las relaciones comerciales y económicas de México con sus socios internacionales.

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Un futuro en juego

En resumen, el debate sobre la eliminación de los órganos autónomos en México enfrenta posturas bien definidas. Por un lado, se busca reducir el gasto público y centralizar las funciones en el Ejecutivo para una mayor coherencia en la implementación de políticas. Por otro, se teme que esta medida socave los contrapesos democráticos y la transparencia, pilares fundamentales en una democracia moderna.

El desenlace de esta iniciativa aún está por definirse, y dependerá en gran medida de cómo se aborden las preocupaciones y se presenten soluciones claras para garantizar que, de llevarse a cabo, la eliminación de estos organismos no signifique un retroceso en la calidad de la gobernanza y en los derechos de los ciudadanos. En este sentido, es crucial que el debate se mantenga abierto, informado y centrado en el interés público.

Sobre el autor

Humberto Mendoza es un profesional comprometido en el campo del diseño y evaluación de políticas públicas en Jalisco. Es licenciado en Administración Gubernamental y Políticas Públicas Locales por la Universidad de Guadalajara con un Máster en Antropología en la Universitat Autònoma de Barcelona. Actualmente, lidera el Órgano Técnico de Administración y Planeación Legislativa en el Congreso de Jalisco.

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