Opinión

Las ideologías no han muerto

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Ideologías…

“Las ideologías están muertas”, repetían muchos cuando llegamos al Siglo XXI. Más de alguno quedó convencido de que el año 2000 traería consigo una resignificación de las relaciones políticas y económicas, tanto en lo local como en lo internacional. Bajo esta perspectiva, gracias a la globalización y el progreso tecnológico, el mundo estaría más cerca de la hiperconexión que de las divisiones que causan las militancias específicas.  

Confrontación ideológica

Académicos como Francis Fukuyama y su propuesto fin de la historia, argumentaron que la progresión ideológica se detendría al no existir ninguna corriente que pudiese hacerle frente al orden resultante en la post-Guerra Fría. En su tesis, las batallas ideológicas terminaron con la desintegración de la Unión Soviética y el eventual triunfo de la democracia liberal de occidente. Un juicio que el propio Fukuyama defendió en una entrevista para la BBC el año pasado, cuando se le consultó sobre la vigencia de sus textos en la era Trump.    

Pero aún en planteamientos tan aparentemente radicales como el del politólogo estadounidense, subyace una ideología que los justifica y contribuye a popularizarlos entre quienes coinciden con ellos. Ese supuesto rompimiento con las ideologías es puesto en jaque cuando entendemos que el capitalismo del siglo XXI, si bien logró instalarse por encima del socialismo, tiene aún muchas deficiencias cuya solución no parece alcanzable en el futuro inmediato. Esas deficiencias abren la puerta a la confrontación ideológica, en la medida en que surgen esquemas que cuestionan la ideología dominante y resaltan sus errores.

La globalización de unos y otros

En un contexto globalizado como el que habitamos, es fácil dejarse seducir por la idea de que las ideologías han quedado supeditadas a la globalización misma. Que son apenas un par de notas al pie en el quehacer diario de las políticas públicas y la administración gubernamental. En fin, que son arcaicas y que ya no tienen cabida en el mundo moderno, donde lo que importa es lograr resultados y volver eficientes sus procesos.

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Pero como señala Rafal Soborski en un texto de la London School of Economics, incluso la globalización misma es interpretada desde ideologías opuestas que entienden sus implicaciones de distinta forma. Los marxistas, por ejemplo, ven la expansión del sistema capitalista como una etapa desde la cual germinará una transformación revolucionaria, mientras la historia se aproxima de manera dialéctica hacia ella. Los defensores del libre mercado, por su parte, ven en la globalización la forma más acabada de un mercado abierto cuyos beneficios trascienden las fronteras nacionales.

Foto: elpaisonline

“Todos ellos han logrado asimilar la globalización dentro de sus estructuras conceptuales, en lugar de haber sido asimilados por ella”, dice Soborski. Y aunque no sean tan visibles, esas estructuras conceptuales son las que dan sustento, por ejemplo, a discursos y prácticas como los que articulan los mandatarios de todo el mundo. Los ejemplos son tan actuales como la recepción o no de refugiados, la imposición o no de barreras comerciales, etcétera.

Prueba de ello es la manera en que las fuerzas políticas de extrema derecha han “resucitado” lo que en realidad nunca estuvo muerto. Lejos de estar sepultadas, las ideas xenófobas o racistas sólo estaban cubiertas con un velo, esperando a ser levantado a la menor provocación.

Us and Them

Volteando la mirada a México, acabamos de concluir una contienda electoral donde el pragmatismo de nuestros actores políticos destacó en más de un sentido. Presenciamos coaliciones que fueron configuradas entre ideologías opuestas con el único propósito de obtener más votos. No obstante, tan pronto como los resultados electorales se definieron, dichas fuerzas políticas volvieron a la carga con sus agendas particulares. Por lo menos aquellas que conservaron el registro. 

Pero los efectos de la contienda no se quedaron ahí. Apenas en estos días, mediante un intercambio frenético en redes sociales, la organización política “México Libertario” retó a Antonio Attolini Murra a debatir con Sergio Negrete Cárdenas (columnista de El Financiero y uno de sus miembros). ¿La razón? Attolini señaló, también en redes sociales, que “a los neoliberales nadie les enseñó a debatir sus posturas”. ¿Y cuál es el título del debate propuesto? “Capitalismo o socialismo: ¿cuál es el sistema más moral?” 

Foto: rawpixel

Tendencias

Parece que “El Capital” y “La Riqueza de las naciones” tendrán un lugar perpetuo en los libreros del mundo. Después de todo, en cada decisión de política pública hay detrás un razonamiento heredado de los teóricos clásicos. Por otro lado, las ideologías no sólo persisten en la organización de la economía nacional; aun cuando México es un estado laico, el debate entre liberales y conservadores, por ejemplo, también parece reavivarse y reproducirse en muchos ámbitos de la vida nacional. 

 

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Pero la subsistencia de las ideologías trae consigo un fenómeno curioso, cada vez más acentuado en estos tiempos: cuando algo se acomoda en la estructura de nuestros prejuicios, lo damos como absoluto. Por el contrario, cuando surge aquello que desmiente lo que creíamos o que no cuadra con nuestras ideas, nos negamos irracionalmente a aceptarlo. Parece que nos empeñamos en rechazar que todo tiene sus matices.

 

Lo que debemos entender es que la razón no está monopolizada. Existe, afortunadamente, el derecho a disentir. Y es justo en la sana confrontación de ideas y maneras de pensar donde reside la creación de soluciones a los problemas urgentes que enfrentamos. El diálogo respetuoso entre quienes piensan distinto a nosotros es una de las condiciones para la supervivencia de la democracia.

Las ideologías no están muertas. En todo caso, si algo murió fue la cortesía.

 

 

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Cristian J. Vargas Díaz es licenciado  en  Relaciones  Internacionales  por  la  Universidad  de  Guadalajara,  e  “intrigoso” como  consecuencia.  Les  debe  a  Ray  Bradbury,  Juan  Rulfo  y  Thomas  Mann  su  gusto  por  la  literatura  y  su  vejez  prematura.  Cinéfilo  y  “seriéfago”  enfermizo,  sigue  aprendiendo  a  escribir.

 

 

Bolígrafo        

 

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